Desde hace semanas, la opinión pública brasileña discute sobre los Gladiadores del Altar, la organización juvenil de una iglesia pentecostal acusada de incitar a la violencia contra prosélitos de otros cultos religiosos.
Los Gladiadores del Altar, la organización juvenil de una congregación pentecostal conocida como Iglesia Universal del Reino de Dios, ha dado mucho que hablar en Brasil en las últimas semanas. El grupo se dio a conocer tras la publicación de videos en Internet donde sus miembros –todos hombres– aparecen portando uniformes, asumiendo posturas marciales y articulando consignas como un pelotón en entrenamiento. “Ellos dan la impresión de ser una milicia”, comentó Márcio Alexande en entrevista con el diario carioca O Globo.
Márcio Alexandre hablaba como portavoz del Colectivo de Identidades Negras (CEN), que a finales de marzo le pidió a la Fiscalía brasileña abrir una investigación exhaustiva sobre casos de intolerancia religiosa en 26 de los 27 estados del país. El activista explicó que la moción fue puesta en marcha tras la fundación de los Gladiadores del Altar, cuyo talante castrense amedrenta a los prosélitos del candomblé, la umbanda y otros cultos religiosos afro-brasileños. Muchos de ellos temen que de la pose agresiva se pase a los actos violentos.
Un contexto preocupante. Un comunicado emitido por la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) desestima esas imputaciones, alegando que la formación de los “gladiadores” no tiene nada que ver con la disciplina militar impuesta en los cuarteles. No obstante, la organización tiene un aura pretoriana en las fotografías que se han tomado de ella. “Lo que ese proyecto busca es encauzar a los jóvenes que sienten que tienen vocación para el trabajo pastoral”, reza el documento de la IURD, acotando que nunca se ha incitado hacia el odio hacia otras religiones.
Aunque el diario O Globo concede que no hay registros de agresiones verbales o físicas atribuibles a miembros de los Gladiadores del Altar, Alexandre cita el auge de la exclusión social por motivos religiosos en Brasil –sobre todo contra quienes profesan religiones animistas o sincréticas de origen africano– como el trasfondo que convierte al de los “gladiadores” en un fenómeno amenazante. Disque 100, una línea telefónica auspiciada por el Estado para facilitar la denuncia de casos de discriminación, parece secundar a Alexandre con cifras.
En 2013, Disque 100 recibió 231 llamadas que alertaban sobre prácticas discriminatorias por motivos religiosos, más del doble de las llamadas atendidas un año antes. Pero, por otro lado, las estadísticas de 2014 apuntan a que el número de denuncias tenderá a la baja. ¿Significa esto que los índices de exclusión social o intolerancia religiosa oscilan imprevisiblemente de un año a otro? No necesariamente. Lo que muchos especialistas en la materia plantean es que medir el fenómeno de la discriminación –sea cual sea su índole– y describir los hallazgos es una tarea ardua y compleja.
Estrategia de mercadeo. Leonildo Silveira Campos, experto en Ciencias de la Religión de la Universidad Mackenzie de Sao Paulo, no cree que los Gladiadores del Altar se vayan a transformar en el brazo violento de un movimiento evangélico contra los cultos afro-brasileños. A sus ojos, esa formación puede ser una estrategia de mercadeo para “atraer a la gente joven, sobre todo la de la periferia social, con esas posturas militaristas”. Silveira Campos explica que la IURD tomó muchas nociones de la espiritualidad afro-brasileña y ahora necesita tomar distancia para probar que tiene una esencia autónoma.
El investigador de Sao Paulo da por sentado que las prioridades de la IURD no son meramente religiosas, sino más bien políticas y económicas. Pero sus objetivos no se dejan alcanzar sin una feligresía numerosa. De ahí el espíritu de competencia reñida que surge entre las iglesias y los cultos en Brasil. Casi uno de cada cuatro brasileños pertenece a una iglesia pentecostal. Aunque la IURD es la tercera congregación más grande de ese ámbito, ésta ha perdido feligreses en los últimos años. Pero a juicio de Silveira Campos, el problema de la IURD no son ni el candomblé ni la umbanda, sino las otras iglesias evangélicas.