América Latina y el Caribe es la región que ha logrado la bajada más rápida del número de personas que se acuestan sin haber ingerido suficientes nutrientes.
El éxito de América Latina en reducir el hambre en los últimos años demuestra que la clave para alimentar al mundo no es una mayor producción, sino programas que garanticen el acceso de la población más vulnerable a una dieta saludable.
América Latina y el Caribe es la región que ha logrado la bajada más rápida del número de personas que se acuestan sin haber ingerido suficientes nutrientes, según un reciente estudio de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un organismo de la ONU.
En Chile, Uruguay, Brasil, Argentina, Venezuela, Cuba, México y Barbados ese porcentaje es ahora menor al 5%.
Gran progreso se ha registrado también en países como Perú, Nicaragua, Panamá y República Dominicana, que han reducido en más de la mitad el porcentaje de la población con hambre desde 1990.
Haití es el país donde la situación es peor en el continente, pues más de la mitad de la población sufre malnutrición.
En América Latina quedan 29,5 millones de ciudadanos que no tienen qué comer y en el Caribe otros 7,5 millones.
La fórmula de éxito ha sido la intervención del Estado, con programas redistributivos de ayuda a los más pobres, en particular la alimentación escolar, según la FAO.
Esto supone un cambio de estrategia con respecto a los debates en los años 80, en los que la propia FAO apostaba por un aumento de la producción de alimentos como la panacea para dar de comer a la creciente población mundial, según dijo a Efe Sergio Faiguenbaum, un experto de esa organización.
Paraguay, uno de los mayores productores de soja y carne del mundo, es una prueba de que silos más llenos no aplacan el hambre.
En el país sudamericano 700.000 personas están desnutridas, el mismo número que hace catorce años.
Al contar el aumento de la población en ese período, en términos de porcentaje el hambre afecta al 11 % de la población, frente al 12,9 % del 2000, una bajada leve.
En esos 14 años la economía paraguaya creció 3,6 % anual de media, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), una cifra que no sirvió para mejorar con mayor celeridad la situación de los más vulnerables.
Tampoco ayudó el enorme salto registrado en la producción agropecuaria per cápita, que subió 50% entre 2000 y 2012, hasta los 753 dólares por cabeza, el tercer mayor valor de América Latina tras Uruguay y Argentina, según los datos de la FAO, que no incluyen la cosecha récord de 2013.
La gran mayoría de sus granos y su carne es cultivada en latifundios de monocultivo y dirigida a la exportación, por lo que más producción en Paraguay no significa menos hambre.
Para Eve Crowley, representante regional adjunta de la FAO, el factor principal para combatir el problema es la voluntad de los políticos.
En ese sentido, destacó los logros de Brasil, cuyo programa de alimentación escolar da de comer a 43 millones de niños.
El Estado compra los alimentos a pequeños productores, un mecanismo que ella calificó como "una combinación mágica", pues apoya a los agricultores a la vez que da a los menores frutas y verduras frescas y comidas que mantienen las tradiciones gastronómicas del país.
Con ello, la iniciativa sostiene la biodiversidad y crea mercados para la agricultura familiar, dijo Crowley.
El Gobierno del presidente paraguayo, Horacio Cartes, que asumió en agosto de 2013, ha iniciado algunos proyectos que incorporan ese modelo, como parte de su programa contra la pobreza "Sembrando Oportunidades".
"Es una buena señal lo que el Gobierno ha hecho. La voluntad (política) es el primer ingrediente y se aprende haciendo", aseveró Crowley.
De cara al futuro, los retos de la región son acabar con los reductos de poblaciones que siguen sufriendo hambre, incluso en Brasil, mediante la intervención estatal, según la FAO.
"Una América Latina y Caribe casi sin hambre es un futuro cercano", dijo Crowley.
Lograrlo requerirá adaptarse al cambio climático, que reduce la producción alimenticia en algunas zonas, afectadas por el avance de los desiertos, debido a la alteración del régimen de lluvias y el aumento de la temperatura.
Otro factor es simplemente aprovechar lo que ya tenemos, pues un tercio de todos los alimentos se desperdician en el mundo, según la FAO.