Tanto en Uruguay como en Siria los niveles de violencia doméstica contra las mujeres son alarmantes, pero en la nación islámica hasta el código penal juega a favor de la discriminación.
Si solo se tratara de números fríos, para las mujeres sería igual de peligroso y de exasperante vivir en Uruguay que vivir en Siria. O tal vez peor. En esa república islámica devastada por la guerra civil, una de cada tres mujeres es víctima de violencia doméstica, según Amnistía Internacional. Y en el laico Uruguay, el 45% de las mujeres fue agredida por su pareja actual o por su ex pareja, según la Cepal.
Pero hasta ahí parecen llegar las oscuras coincidencias. Para empezar, a los derechos y a las obligaciones de las mujeres consagrados en el Código Penal de estos países los separa un abismo de cláusulas, amenazas y prohibiciones.
Tanto el código uruguayo como el sirio prevén atenuantes para aquellos hombres que maten a una mujer en defensa de su “honor”. Pero ese artículo del código uruguayo hace muchos años que no es aplicado y la firma por parte de Uruguay de convenios internacionales lo ha dejado caduco. En Siria se cumple a rajatabla.
Otras normas del código sirio acerca de las mujeres parecen redactadas en la edad media o más atrás. “No está permitido al hombre casarse con una mujer a la que haya repudiado tres veces sucesivas, salvo después de haber finalizado su período de continencia sexual de un matrimonio efectivo y legalmente consumado con otro esposo. El matrimonio de la repudiada con otro, hace desaparecer el efecto de los repudios de su anterior esposo, aunque sean menos de tres, y si vuelve a casarse con él, éste posee sobre ella tres nuevos repudios”, dice en uno de los párrafos que hay que leer con atención para entenderlo del todo pero en el que se adivina que la mujer sale perdiendo.
Otros artículos que rigen la vida de las mujeres y los hombres en la Siria de hoy establecen que “el hombre goza de plena capacidad para repudiar a los dieciocho años cumplidos”, que “la madre no puede viajar con su hijo durante la vida conyugal, salvo con autorización de su padre” y que “el tutor de la mujer como persona en grado prohibido para el matrimonio puede llevarla a su casa si ella es menor de cuarenta años, aunque no sea virgen y, si ella se rebela contra continuar con él sin derecho, el tutor no tiene que mantenerla”.
Para peor, en la guerra civil que azota a la nación árabe las mujeres se llevan la peor parte. Las fuerzas regulares y los rebeldes no dudan en cobrarse cuentas violando o lapidando a las que quedan en medio del conflicto.
“Tras sufrir estas vejaciones pocas son las mujeres que lo relatan públicamente, ya que temen ser marginadas por su entorno, especialmente por sus maridos. Incluso, cuando quieren buscar ayuda, los sobrevivientes de una agresión sexual tienen acceso limitado a tratamiento médico o psicológicos”, informó la institución de defensa de los derechos humanos Human Right Watch.
Por su parte, Amnistía Internacional advirtió que el conflicto armado que se inició en 2011 solo agravó una situación francamente hostil para las mujeres. “No hay que olvidar que ya antes de comenzar el conflicto, las mujeres vivían en una situación bastante precaria y violenta en dicho país. Numerosos son los casos de maltrato doméstico. Y es que las mujeres sufren discriminación en la ley y en la práctica”, sostuvo la organización. En la web hay infinidad de testimonios de personas que conocieron la vida diaria de una mujer en esa república árabe. Por ejemplo, la periodista española Rosa Regas cuenta en su blog “Mujeres” del diario El Mundo como fue recibida amablemente por parte de una familia tradicional siria.
“A ninguna de las mujeres se le permitía permanecer con nosotros a tomar el café de bienvenida. Y cuando se acercaban a la tienda principal donde estábamos sentados en colchonetas de vivos colores que ellas mismas habían cosido, era sólo para ofrecernos frutas, cordero, legumbres y dulces amasados y azucarados por ellas. (...) Yo era una mujer a la que no comprendían pero aceptaban con entusiasmo porque eran de natural hospitalario y porque yo venía de otro mundo, de un paraíso, creían ellas, que nunca les sería dado visitar. Así había sido la vida de sus madres y abuelas y así sería la suya hasta el fin de sus días”, narra la periodista.
Siria tiene una población de 20 millones de habitantes, la mayoría de los cuales hablan árabe y profesan el islam. El sunismo es el grupo musulmán mayoritario. En Uruguay viven poco más de tres millones de personas de las cuales 40% se dice católico y un 38% se considera agnóstico.