Una visión masculina del mundo genera una alta tolerancia hacia la violencia contra las mujeres. La independencia económica es clave, al igual que las políticas públicas que saquen a la mujer del rol tradicional, afirma Luiza Carvalho, directora regional de ONU Mujeres para A. Latina y el Caribe.
"Tenemos en América Latina una visión del mundo muy centrada en el hombre como unificador, a partir de donde salen los conceptos de valor, de moral, una explicación del mundo muy centrada en parámetros masculinos. Eso termina generando una alta tolerancia hacia la violencia contra las mujeres y niñas", afirma Luiza Carvalho, directora regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.
Más de 10 mil mujeres han sido asesinadas en México desde 2012, pero los vacíos legales y la falta de unificación en el concepto de violencia de género no han permitido que sean juzgados como feminicidios, según una investigación de la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
Carvalho destaca que México tiene tipificado el feminicidio en el Código Penal y al igual que Brasil y Argentina está compuesto por entidades federadas. "Es importante que a nivel local los estados adopten las leyes federales. Estamos apoyando al país para que a nivel estatal el feminicidio sea tipificado como delito. Esperamos que México pueda darnos una muestra de un Estado fuerte, con capacidad de respuesta".
"El feminicidio es el último eslabón de un proceso de violencia que la mujer puede sufrir desde muy niña y lo que importa es que la impunidad no exista", dice Carvalho. En el transcurso de seis años Costa Rica redujo los feminicidios gracias a la lucha decidida del Estado, la sociedad civil organizada y movimientos de mujeres contra la impunidad. "Es necesaria la articulación de la Justicia, de la policía, la medicina legal y otros órganos para hacer una buena caracterización de la violencia, pero lo que más funciona son los programas de prevención", afirma Carvalho.
Independencia económica. México se encuentra por debajo de la media en América Latina en la participación de las mujeres en el mercado laboral con una tasa de un 43,4%. Para María José Chamorro, especialista de género de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina es una buena noticia la incorporación y la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo, que a nivel latinoamericano alcanza una tasa casi paritaria, de 49,7%. En la región esto ha ido de la mano de una mejoría del nivel educativo.
Sin embargo las mujeres siguen siendo las que registran la mayor tasa de desempleo, de subempleo y de informalidad laboral. Tampoco se ha cerrado la brecha salarial.
"La brecha salarial está relacionada con el tipo de trabajo que realizan las mujeres y una de las principales barreras que siguen enfrentando para incorporarse al mercado laboral en igualdad de condiciones que los hombres es que las mujeres siguen optando por carreras relacionadas con el rol tradicional de la mujer".
La experta destaca que a pesar de tener un mejor nivel educativo las mujeres se insertan en los estudios de baja productividad, los que tienen peores condiciones, incluyendo peor salario.
Trabajo doméstico
Marcelina Bautista comenzó a trabajar como empleada doméstica a los 14 años. Estudió sólo la primaria. "A los 17 me puse de nuevo a estudiar. Como tenía que seguir trabajando no tenía mucho tiempo. No fui a la universidad, pero tomé diplomados de derecho", dice la mujer que fundó hace dos años el primer sindicato que lucha por los derechos de las trabajadoras domésticas en México. Una ocupación que da ingresos a 2,4 millones de personas, la gran mayoría mujeres.
"Hay niñas, mujeres migrantes, mujeres indígenas, incluso adultas mayores que trabajaron toda su vida como empleadas domésticas y no tuvieron una pensión, por lo que tienen que seguir trabajando", dice Bautista, que fundó en 2000 el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), para asesorar y acompañar jurídicamente a uno de los sectores más vulnerables del mercado laboral.
"Nuestra principal demanda este 8 de marzo es que el Gobierno mexicano ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) - Sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos, que entró en vigencia en septiembre de 2013. Quien trabaja en casa ajena en México gana poco, trabaja sin horario, y no tiene ninguna seguridad social, ni atención médica ni jubilación.
No dejar a nadie atrás. La especialista de género de la OIT, María José Chamorro pone el dedo en la llaga: "Hay mujeres indígenas, afrodescendientes, migrantes, mujeres que habitan regiones rurales que necesitan medidas específicas para poder salir adelante. La discriminación es múltiple y es lo que hace que las mujeres sean las que tengan las peores condiciones en el mercado de trabajo, menores salarios y sufran la vulneración de sus derechos. En muchos países se cruza ser mujer, ser pobre y ser indígena, factores de alta discriminación y violencia".
Por su parte Luiza Carvalho destaca la falta de valoración del trabajo doméstico y de que los países establezcan leyes para fortalecer esa ocupación. "El trabajo doméstico representa a 20 millones de trabajadoras en América Latina y el Caribe y en la mayoría de los países no está reglamentado".
Pero la experta va aún más lejos: el problema es que el trabajo que se hace en casa no es valorado. "Este trabajo no remunerado permite que la sociedad se reproduzca, viva, que las familias existan, que los niños vayan a la escuela, pero es un trabajo sin recompensas. Los países que tienen una mayor estructura de políticas sociales volcadas a la familia, a la mujer, a tener un transporte más accesible, generan una reducción considerable en el número de horas que las mujeres dedican al trabajo en casa. Este es un problema que demanda una participación de tres actores: Estado, sector privado y hombres", dice Carvalho.