Por Tim Evans, Director Senior de Prácticas Globales en Salud, Nutrición y Población en el Banco Mundial.
“La existencia de niños con retraso en el crecimiento hoy se puede traducir en un menor crecimiento económico en el futuro”. Esta opinión, expresada recientemente por el presidente del Banco Africano de Desarrollo, Akin Adesina, sintetiza el cambio radical en la manera en que los actores mundiales ven ahora el tema de la malnutrición. Akin Adesina hizo estas declaraciones en el acto de lanzamiento de un nuevo marco de inversión mundial denominado Invertir en nutrición, (i) formulado de manera conjunta por el Banco Mundial y el Instituto Results for Development. (i) Este establece claramente la importancia de la nutrición como un aspecto básico del desarrollo.
Si no se adoptan medidas en el ámbito de la malnutrición, el costo será enorme. Casi la mitad de las muertes de niños menores de 5 años que se producen anualmente se atribuyen a la desnutrición. Una cuarta parte de todos los niños en el mundo -es decir, 159 millones- presenta retraso en el crecimiento. Esto significa que sus cuerpos y cerebros no han alcanzado su máximo potencial, lo cual los pone en una gran desventaja en términos de aprendizaje y preparación para la vida cotidiana, incluso antes de ingresar a la escuela. Este inicio en condiciones desiguales pone en peligro sus posibilidades de obtener ingresos en el futuro y contribuye a una vida caracterizada por una desigualdad insalvable. Y la nutrición deficiente no solo es un tema de los países más pobres. Países de ingreso mediano, como Guatemala, Indonesia, Nigeria y la India, también tienen altas tasas de malnutrición crónica, lo que incluye el retraso del crecimiento.
A pesar de esta situación alarmante, durante décadas ha habido una falta de inversión en el área de la nutrición. Los países en desarrollo destinan, en promedio, solo la mitad del 1 % de sus presupuestos de salud a este tema. Menos del 1% de la asistencia oficial para el desarrollo (AOD) se asigna a esfuerzos en esta materia. Esto tiene un efecto contraproducente, y el nuevo marco de inversión procura cambiar este panorama.
La ciencia plantea que es irrefutable ahora la importancia de invertir en los primeros 1000 días de vida del bebé, desde antes del embarazo hasta el segundo año de vida del niño. “Si tuviera que elegir una inversión que pudiera tener los mayores impactos, esa inversión sería en nutrición”, dijo Bill Gates, orador principal en el evento de lanzamiento. Esto se debe a que las inversiones en nutrición desde el nacimiento no solo son cruciales, sino que también son irrevocables, con beneficios que pueden perdurar toda la vida. Disponemos de pruebas sólidas para demostrar que cuando los niños reciben una adecuada nutrición en los primeros años, esto redunda en mayores ingresos más adelante en sus vidas y contribuye al crecimiento económico general.
Sabemos que este es un problema que puede ser solucionado. Ariela Luna, viceministra de Políticas y Evaluación Social de Perú, habló elocuentemente sobre la necesidad de “hacer de la nutrición una prioridad nacional y ponerla por encima de la política partidaria”. El compromiso político al más alto nivel, los recursos adecuados y las intervenciones acertadas han sido clave para el éxito de países como Perú, que redujo a la mitad las tasas de retraso del crecimiento en tan solo siete años. En Senegal, por ejemplo, las tasas de retraso en el crecimiento de los niños cayeron del 30% en 2000 a aproximadamente el 19% en la actualidad, siendo los índices más bajos en África al sur del Sahara.
En 2012, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó seis objetivos mundiales en el área de la nutrición, relacionados con el retraso del crecimiento, la lactancia, la anemia, la emaciación, el bajo peso al nacer y el sobrepeso. El informe “Invertir en nutrición” se centra en los cuatro primeros, donde las pruebas son más contundentes, y traza proyecciones no solo sobre la cantidad de inversión que será necesaria en todos los países de ingreso mediano bajo para lograr estos objetivos, sino también acerca de las fuentes que proveerán dichos recursos. Según este nuevo estudio, mediante la movilización de unos US$2.200 millones adicionales al año durante una década en el campo de la nutrición, se podría implementar de inmediato un paquete de “intervenciones prioritarias” más eficaces en función del costo y ampliables. El resultado serían 2,2 millones menos de muertes infantiles y 50 millones menos de niños con retraso del crecimiento a fines de 2025. Este paquete prioritario incluye medidas como la administración de suplementos de vitamina A, una mejor nutrición de los lactantes y los niños pequeños y la administración de suplementos de micronutrientes durante el embarazo.
El informe concluye también que, con una inversión más amplia de US$7.000 millones anuales, se podrían lograr plenamente los cuatro objetivos mencionados, lo que se traduciría en 3,7 millones menos de muertes infantiles y 65 millones menos de niños con retraso en el crecimiento a fines de 2025. El retraso del crecimiento es el principal factor impulsor tanto en el aspecto de la salud como en el aspecto económico de esta ecuación. Provocar cambios notables en esto es crucial y produciría enormes beneficios en términos de vidas transformadas y mayor competitividad económica de los países.
¿Cómo se paga esto? El informe ha propuesto lo que se denomina un “enfoque de solidaridad mundial” para el financiamiento destinado a nutrición hasta 2025. Para los primeros cinco años, habría que aumentar los recursos internacionales, dando tiempo a los países en desarrollo para que movilicen recursos internos en niveles proporcionales a su capacidad de pago. Después de cinco años, los países recuperarían un porcentaje cada vez mayor de la inversión, lo que es fundamental para la sostenibilidad. Igual de importantes son las fuentes de financiamiento innovadoras, como El Poder de la Nutrición (i) y el Mecanismo Mundial de Financiamiento (MMF), (i) que se concentran en las mujeres y los niños. La, ministra de Desarrollo Internacional de Canadá, Marie Claire Bibeau, y firme partidaria del MMF, lo expresó de mejor manera: “Si queremos apoyar a los más vulnerables, debemos comenzar por la base: la nutrición. Pero si queremos apoyar a los más vulnerables, también debemos centrarnos en las mujeres y las niñas”.
Realmente no hay excusa para que no comencemos a invertir de inmediato, al menos, a realizar las inversiones del “paquete prioritario”. Ellas representan un modo excelente de optimizar los recursos: una inversión de alrededor de US$4 por niño al año para abordar el retraso del crecimiento, así como otras formas de malnutrición como la anemia y la emaciación. Para hacer solo una comparación: se gastan US$485.000 millones anuales en subsidios a los combustibles fósiles, es decir US$1.300 millones diarios.
Pero no se trata solamente de destinar más dinero a la nutrición; se trata también de obtener más resultados nutricionales con dicho dinero. Las tasas de mortalidad infantil, por ejemplo, se han reducido. En 1990, 1 de cada 10 niños murió antes de cumplir 5 años, mientras que en la actualidad fallece 1 de cada 20 niños. Sin embargo, los avances en materia de malnutrición no han sido satisfactorios: entre el 30% y el 45% de los niños en muchos países de ingreso bajo y mediano presenta retraso en el crecimiento. Esto no se debe solo a una falta de inversión; también plantea la interrogante de si tenemos el conjunto adecuado de intervenciones y si estas se han implementado de la manera correcta. Es por eso que este nuevo marco pone énfasis en ampliar lo que es eficiente en función del costo y lo que sabemos que funciona. Al mismo tiempo, para acelerar los avances en el campo de la nutrición es fundamental aprender cómo movilizar de manera eficaz a otros sectores y realizar inversiones en áreas como agua potable, saneamiento e higiene, protección social, y educación y empoderamiento de las niñas y las mujeres.
Numerosas partes interesadas han dado pasos sin precedentes. El presidente de Guatemala, Jimmy Morales, se comprometió a reducir el retraso del crecimiento en un 10 % en cuatro años. Por su parte, el Banco Africano de Desarrollo dispuso que la nutrición sea un elemento clave en su reunión anual, que se realiza en Lusaka a fines de este mes, y su presidente Akin Adesina llamó a la creación de un índice de la nutrición para África con el fin de impulsar la rendición de cuentas en este ámbito. Grupos de la sociedad civil que abarcan desde 1000 Días (i) y Children’s Investment Fund Foundation (i) hasta ONE Campaign (i) y Acción contra el Hambre (i) han respaldado el nuevo marco de inversión y el llamado a la acción en materia de nutrición.
En el Banco Mundial, creemos que esta necesidad de dar importancia a la nutrición está muy retrasada. Consideramos que la nutrición temprana es un aspecto fundamental para apoyar el crecimiento y desarrollo óptimos de los niños en los primeros años de vida, junto con la estimulación y el aprendizaje tempranos. Como ha señalado nuestro presidente, Jim Yong Kim, competir en la economía digital actual exige una fuerza laboral con cerebros bien desarrollados. Los Gobiernos que no invierten en una mano de obra calificada, saludable y productiva dañan sus perspectivas futuras para poder competir en la economía mundial. Está claro que no podemos continuar en esta senda. El Banco Mundial se ha comprometido a convocar a los ministros de Finanzas en las Reuniones Anuales de octubre para debatir estos temas y acordar cómo multiplicar los esfuerzos. Si queremos ver un mundo donde no exista malnutrición crónica o retraso en el crecimiento de los niños, debemos entonces movilizar estos recursos modestos ahora.
*Esta columna fue publicada originalmente en la zona de blogs del sitio web del Banco Mundial.