Premunidos de las últimas tecnologías, especialistas rusos quieren saber si es posible acceder a información oculta al ojo humano.
Russia Beyond The Headlines | El acuerdo firmado en 2016 por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, la Universidad Estatal Rusa de Humanidades y el Patronato de las Unidades de Servicios Culturales y Turísticos del Estado de Yucatán, prevé una nueva lectura del Códice Tro-Cortesiano (o Códice de Madrid) que está guardado en el Museo de América en la capital española.
El coordinador del departamento de América Precolombina del Museo de América, Andrés Gutiérrez Usillos, ha compartido algunos detalles de este proyecto.
La iniciativa de darle una nueva lectura al Códice de Madrid, que fue descifrado en la década de 1960, proviene de la parte rusa. Galina Ershova, lingüista especializada en el estudio de antiguas culturas y lenguas de América, directora del Centro para la Investigación de Mesoamérica en la Universidad Rusa de Humanidades, ha solicitado permiso a las autoridades españolas para intentar encontrar la información subyacente que pueda contener el Códice de Madrid.
“La propuesta que nos hizo originalmente Galina fue tratar de ver si con las nuevas tecnologías sería posible acceder a capas pictoricas, estratos, es decir, a información oculta al ojo humano. El códice está incompleto, por un lado, pero también tiene pérdidas y lagunas. Entonces, la idea fue ver si en estas capas se conservaba el dibujo subyacente o hubiera líneas que se pudieran leer con los rayos ultravioleta o infrarrojos”, comenta Andrés Gutiérrez.
Sin embargo, después de realizar varios estudios utilizando nuevas tecnologías, los especialistas españoles mostraron que no hay ningún tipo de información adicional en el libro de los mayas. “Lo que está en blanco está en blanco y lo que está perdido está perdido”, afirma el coordinador del Museo.
Aun así, las partes que participan en este proyecto coinciden en que se debe de hacer una nueva lectura del Códice. Yuri Knórozov descifró el libro hace más de cincuenta años, entonces no disponía de las fotografías de tan alta calidad y no pudo ver detalles de algunos glifos o dibujos. “El códice fue leído en su momento pero no de forma completa”, contó Andrés Gutiérrez.
Y agregó que “por otro lado, el conocimiento del mundo maya en estos años ha aumentado notablemente y puede aportar nuevos datos a los glifos o a las palabras que ya habían sido interpretadas en su momento. Todo este conocimiento del que disponemos hoy da un contexto y complementa la información que se puede interpretar”.
Al mismo tiempo, no hay que olvidar que existen varias escuelas que estudian las escrituras antiguas. Sus métodos, al igual que sus interpretaciones no coinciden entre sí. Galina Ershova, discípula del lingüista Yuri Knórozov, sigue el método del famoso científico ruso en su análisis de las escrituras de los mayas. Sin embargo, la escuela española discrepa en muchas cosas con los rusos.
“El tema de la cultura maya nunca va a estar cerrado. La lectura de Alfonso Lacadena no va a coincidir con la de Galina Ershova nunca. Pero cada uno va a pensar que él tiene razón. Por eso se publican diferentes interpretaciones”, subrayó el coordinador del Museo.
El Códice Tro-Cortesiano (o el Códice de Madrid) es el más joven de los tres códices de los mayas y ha recibido su nombre en honor al archivero Juan de Tro y Ortolano y a Hernán Cortés. El Códice cuenta con dos partes que aparecieron en España en 1860 y 1870 (uno en Madrid y otro en Extremadura). Solo después de la aparición de ambos, los investigadores se dieron cuenta de que formaban parte del mismo libro.
El Códice data del siglo XV o XVI, según diferentes investigadores. “Lo que está claro es que es de tradición prehispánica a diferencia, por ejemplo, del código azteca Tudela que fue influenciado por los europeos”.
Según nos comenta Andrés Gutiérrez, el Códice de Madrid registra datos astronómicos, meses y estaciones del año que están representadas por actividades que desarrollan los dioses.
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