Jon Huntsman comparte la historia de la exitosa creación de la empresa petroquímica Huntsman Corporation, con ingresos de más de US$ 10.000 millones anuales. También refiere sobre las lecciones que aprendió cuando trabajó con el presidente Richard Nixon y en el periodo que trabajó con el jefe de Gabinete de Nixon, Bob Haldeman, y comenta además por qué la filantropía siempre fue una prioridad para él, antes incluso de ser rico.
En un nuevo libro, “De pies descalzos a multimillonario: reflexiones sobre la obra de una vida y una promesa de cura del cáncer” [Barefoot to Billionaire: Reflections on a Life’s Work and a Promise to Cure Cancer], Jon Huntsman comparte la historia de la exitosa creación de Huntsman Corporation, empresa petroquímica con ingresos de más de US$ 10.000 millones anuales. Él dice además por qué planea repartir toda su fortuna antes de fallecer.
En la entrevista concedida a Adam Grant, profesor de Gestión de Wharton, Huntsman explica cómo construyó un negocio exitoso, las lecciones que aprendió cuando trabajó con el presidente Richard Nixon y en el periodo que trabajó con el jefe de Gabinete de Nixon, Bob Haldeman, y comenta además por qué la filantropía siempre fue una prioridad para él, antes incluso de ser rico.
A continuación, la versión editada de la entrevista.
-¿Hable un poco sobre la historia detrás de su libro “De pies descalzos a multimillonario” [Barefoot to billionaire]. ¿Cómo ha pasado de no tener nada a dirigir la mayor empresa petroquímica del mundo?
Tuve mucha suerte, pero también tuve la habilidad de rodearme siempre de mucha gente cuya inteligencia y habilidades eran diferentes y, en muchos casos, superiores a las mías. Además me ha gustado el riesgo, aposté varias veces todo lo que tenía, porque creía en mí mismo, creía en mi equipo, en los productos que fabricábamos y porque siempre me divertí mucho con todo esto. Sabía que si teníamos éxito podríamos hacer a otras personas exitosas y felices […] Había numerosos significados profundos detrás de eso, sin embargo, el más importante era la oportunidad de seguir adelante y no desistir nunca.
-¿Cuáles fueron las principales lecciones que aprendió en ese proceso? ¿Las presuposiciones sobre liderazgo o sobre los negocios que consideraba verdaderos, resultaron ser falsos?
Hasta cierto punto es así. Vi que, desde el punto de vista académico, realmente no importaba si yo había sacado una cierta nota en una asignatura; no importaba mucho en qué escuelas quería estudiar […] Lo que importa es la iniciativa, la inteligencia […] hay que entender de matemáticas y tener una mentalidad del tipo cuantitativo para negociar mejor que los adversarios. Nunca usé ordenadores ni calculadoras. Siempre he calculado las cosas mentalmente, mucho antes que mis adversarios durante las negociaciones de adquisiciones, cosas como dónde teníamos que estar, cuáles eran nuestros números y cómo podíamos tener la mejor perspectiva posible de la transacción sin tener que recurrir a contables, asistentes o especialistas en finanzas. Podemos decir que ahí también conté con la ayuda de la suerte. Pero lo más importante es no desistir jamás, creer en ti mismo y en tu producto.
Hay poquísimos emprendedores. La mayor parte de las personas se arriesga durante un año o dos y después empieza a trabajar para alguien diciendo: “Soy emprendedor, pero no conseguí triunfar”. En realidad, esas personas no son emprendedoras. El verdadero emprendedor tiene que renunciar a prácticamente todo; él lo arriesga todo. Tiene que someterse a recortes de personal brutales y aun así volver a la lucha con todo. Él sabe lo que significa pasar por el valle de la muerte y aun así tener éxito manteniendo una actitud positiva. Haga que el equipo a su alrededor sienta que está teniendo éxito, aunque sepa en el fondo que las posibilidades son remotas. Es preciso ser un luchador y líder, aquel que infunde energía y esperanza en otros.
-¿Tiene algún método predilecto para infundir energía y esperanza?
Siempre creí que un vaso con el agua hasta la mitad estaba medio lleno, y no medio vacío, y que yo nací con estrella. Por lo tanto, busco siempre mirar a lo que hay de bueno y de positivo en todo lo que hacemos, y hay siempre algún aspecto de bondad y algún elemento positivo en una adquisición exitosa o en un negocio de éxito, y se construye encima de los éxitos. Los éxitos tal vez representen un 20%, un 25% o un 30% del mix total, pero se debe construir sobre ellos, de manera que se evite prestar atención a lo que es negativo. Eso me ayudó mucho…
-Uno de sus primeros éxitos fue el recipiente que McDonald’s utiliza para sus comidas. ¿Eso marcó su carrera? ¿Y de qué forma influyó en lo que vino a continuación?
En realidad, no fue un hito. Primero inventamos platos, tazones, vajillas, recipientes, bandejas para huevos y para carnes, todo de plástico. Yo paseaba por los pasillos de los supermercados y veía que todo era de papel o de vidrio, así que pensaba: “Un día, será posible sustituir todo esto por plástico”. Evidentemente acabamos haciendo productos de plástico hace 30 años, y hoy trabajamos con compuestos sofisticados de plásticos para compañías aéreas, automóviles, bicicletas, tinta, goma, cosméticos, jabón, detergentes, electrónica, materiales médicos y farmacéuticos.
Pero, en los primeros tiempos, el recipiente del Big Mac tuvo mucho éxito, y McDonald’s nos atosigó con pedidos, lo que nos llevó a construir varias fábricas nuevas en EEUU y en Europa y fue, obviamente, el primer gran avance desde el papel, que costaba dos veces más, se filtraba y consumía más energía. Sus características biodegradables eran las mismas que las del plástico. Las cosas que contaminan no son biodegradables de ninguna manera, no importa de qué estén hechas. Ahora era posible conservar los productos frescos durante más tiempo, de manera que McDonald’s podía producir más hamburguesas y vaciar más deprisa las estanterías. En 1973, 1974, eso representó un gran avance en el segmento de alimentos perecederos y en la conservación de los productos que se mantenían frescos durante más tiempo. Actualmente, hay aspectos positivos y negativos para el medio ambiente.
Éramos grandes líderes en los segmentos de reciclaje y de reutilización de productos, y gastamos cientos de millones de dólares en construir algunas de las mayores y más amplias instalaciones de reciclaje. Hoy, y en los últimos 25 a 30 años, ya no trabajamos con esos productos, pero fue un comienzo fantástico. Siempre decía al personal de Dow Chemical, donde trabajé antes de fundar mi propia empresa hace 45 años, que ellos deberían entrar en algunos de esos segmentos de productos, pero la empresa era demasiado grande y burocrática y, para ellos, innovación y creatividad eran factores que no contaban. Actualmente, las cosas han cambiado y hay socios en diferentes productos en todo el mundo.
-En aquellos primeros momentos, estuvo algún tiempo en el Gobierno de Richard Nixon. ¿Qué aprendió de esa experiencia?
Con el Gobierno de Nixon tuve acceso a muchas informaciones y datos sobre lo que no quería hacer en la vida. A veces, tenemos líderes que son modelos para nosotros y que nos enseñan gracias al ejemplo. En mi vida, descubrí que la mayor parte de los líderes fueron ejemplos excelentes de cómo debería actuar: justo al contrario de la manera de actuar de ellos, o me mostraron algún aspecto de lo que enseñaban, pero que no me interesaba emular…
El presidente era …un hombre muy inteligente, gentil con los niños. Yo era su secretario ejecutivo, secretario de gabinete y asistente general. Creo que el presidente Nixon hizo cosas excelentes para EEUU. Él abrió las relaciones con los soviéticos por primera vez en la historia. Reagan, posteriormente, sacó provecho de eso. La guerra contra el cáncer, el 23 de diciembre de 1971, fue muy importante para mí. Mi madre acababa de morir de cáncer. Nixon también inauguró las relaciones con la República Popular de China.
Desafortunadamente, Richard Nixon tenía otro lado, el lado cínico, dudoso, un lado que no era positivo, es difícil escoger una palabra que no hiera la imagen de alguien. Era un lado muy negativo y que me llevó a desear no trabajar con él nunca más. Cerca de mí, su comportamiento siempre fue muy profesional. Bob Haldeman fue Jefe de Gabinete de Nixon, y era él quien ponía en práctica muchas de las sugerencias negativas de Nixon. Haldeman era un modelo terrible y con él aprendí lo que no debía hacer. Le dije cuando salí de la Casa Blanca: “Me ha dado la mayor lección de todas: cómo no hacer negocios, cómo no gestionar personas, cómo no tratarlas, y le agradezco esa experiencia”. Eso fue en nuestros últimos días. Después de que él saliera de prisión, muchos años después, en el funeral de Pat Nixon, le di un abrazo y le dije que estaba todo olvidado, y él me dijo lo mismo. Pocos años después, falleció.
Este es un gran ejemplo de otra cosa que quería preguntarle. Todos los que han tenido alguna relación con usted dicen que su integridad y honestidad son impecables, lo que lo lleva a hablar de cosas que otros, tal vez, preferirían no hablar. ¿Qué le parece eso? ¿En situaciones como las que usted vivió, teme decir lo que piensa?
No. Creo que cada uno de nosotros nace con una brújula moral, y algunos tienen eso desde su nacimiento, otros aprenden en la escuela o con la educación que reciben de sus padres. En mi caso, me considero muy feliz por haber sabido distinguir lo correcto de lo erróneo. Sabía que cuando Haldeman me decía que hiciera alguna cosa, y yo no lo hacía, existía el riesgo de que me despidieran, pero sabía que era equivocado. Las personas saben cuando están haciendo algo mal. Su brújula moral les dice lo que está bien y lo que está mal.
Está claro que pasó mucho tiempo en clases que hablaban sobre la diferencia entre una cosa que es éticamente correcta y otra que no lo es, entre lo que es criminalmente o moralmente correcto o errado. En mi caso, sentía simplemente que jamás haría algo equivocado; no valía la pena. Quería tener hijos y hijas, una esposa a quien amar y una familia que mereciera respeto. Cuando estudié en Wharton, siempre tuve la impresión de que el lugar era un ejemplo fantástico de fuertes valores morales, un lugar honrado, honesto e íntegro. Aprendí muchas cosas en Wharton y en la Universidad de Pensilvania […] Fui criado sin nada, en una comunidad rural de Idaho, y encontré aquí una escuela de ética excelente.
-Sin lugar a dudas ha dado un ejemplo brillante de ello al ser una de las 19 personas del planeta que ha donado más de mil millones de dólares.
Gracias.
-Estamos todos, evidentemente, agradecidos por eso. Es interesante que eso haya ocurrido en una etapa de su carrera en que no había hecho mucha filantropía anteriormente. De pronto, usted comenzó a donar, a donar. ¿Cuál fue el motivo del cambio?
Eso sucedió porque, cuando era joven, yo siempre compartía lo que tenía con mis parientes, que no tenían casi nada. La mayor parte de ellos vivía en ciudades pequeñas de Idaho o Utah y sobrevivían con dificultades. Actualmente serían considerados pobres; y, aunque resulte difícil de creer, eran todos republicanos convencidos. Compartía con ellos lo poco que tenía, no mucho; ellos también compartían conmigo lo poco que tenían. Tal vez un par de zapatos. Recuerdo que una vez me dejaron llevar su reloj de bolsillo a la escuela, un reloj de un dólar, pero eso fue lo máximo para mí. Me dejaban conducir las camionetas viejas que tenían, y así aprendí a conducir. Yo tenía tal vez 12 o 15 años. Así, compartíamos lo poco que teníamos.
A medida que fui creciendo y ganando dinero, compartía lo que tenía con ellos, y toda la vida he compartido con otros lo que he tenido. Como estaba ganando dinero, no había motivos para no compartir con ellos. Nunca pensé en compartir lo que ganaba como si fuera algo fuera de lo común, como si no fuera una cosa normal que hacen las personas. Jamás se me ha ocurrido que alguien me fuera a decir: “¿Por qué hace eso? ¿Sabe que no es algo común?” Pensé simplemente que todos lo hacían. Habíamos sido criados así.
-Usted, sin embargo, ya ha hecho donaciones significativas, préstamos personales para cubrir compromisos con instituciones de caridad y ha votado contra su propio partido político porque el candidato adversario se había comprometido a luchar contra el cáncer. ¿Qué le lleva a hacer donaciones de esa cuantía?
Aquellos que tienen medios y no comparten con los demás no son el tipo de personas cuya compañía me agrade […] Una familia judía maravillosa me mandó a la Universidad de Pensilvania. Yo era un niño mormón del Idaho rural. Ellos no me preguntaron cuál era mi religión. Ya ha donado más de 5.000 becas de estudio. Nunca me olvido de la familia que me envió a la universidad, porque la única pregunta que me hicieron fue la siguiente: “¿Eres honesto y has dado lo mejor de ti?” Esa es también la única pregunta que hago. Ellos marcaron la pauta y el tono que me permitieron ver un lado de la vida que significaba más para mí que cualquier otra cosa en el mundo. Entonces, cuando trato con las personas, hago como aquella familia hizo conmigo.
-Usted ha demostrado ser una persona muy original para alguien que dice copiar a otros. Llamó la atención el hecho de que cuando fue a hablar sobre el Compromiso de Donación [un compromiso firmado por las personas más ricas del mundo según el cual se comprometen a donar más de la mitad de su fortuna a la filantropía u obras de caridad] usted hizo una objeción a Warren Buffett que pocos esperaban. Dijo: “No, no creo que el compromiso sea el correcto”. Hable un poco al respecto.
Warren siempre fue un gran amigo. Es un americano fabuloso, al igual que Bill Gates. Ellos hacen donaciones fantásticas para combatir la malaria y otras enfermedades en África. Pero cuando Warren reunió inicialmente a ese grupo de 45 multimillonarios para que donaran un 50% de su fortuna, pensé: “Bien, esto es lo más raro que he escuchado. Algunas de esas personas valen US$ 10 ó US$ 20.000 millones. Si vivieran, por ejemplo, con la mitad de eso, valdrían US$ 5.000 millones […] Yo ya había donado una buena parte de todo lo que ganaba desde hace, tal vez, 25 o 30 años cuando, hace tres o cuatro años, se creó el Compromiso de Donación.
En nuestra primera reunión […] algunas personas dijeron: “Doné US$ 500.000 el otro día”. Y otra persona dijo: “Bien, déjenme contarles cómo doné un millón de dólares”. Entonces pensé: “Esa gente vale miles de millones de dólares. ¿De qué están hablando? Hablan de donar un 1% o un 2%”. Me levanté en el fondo de la sala, cuando estaba acabando la reunión, y dije: “Deberíamos sentir vergüenza de nosotros mismos por donar solamente un 50%. Deberíamos donar un 80%, un 90%. Cuánto nos cuesta poner comida en la mesa y tener todo aquello que necesitamos en realidad […] Las personas necesitan dinero; nosotros, no. ¿Por qué no donar un 80%?” Warren dijo: “Jon, siéntate y haz el favor que no hablar. Vamos a esperar a que lleguen a un 5%, después a un 10% y, por último, a un 50%. No todos comenzamos como usted, que siempre ha donado”. Es lo que he hecho toda la vida. Cuando era joven, fui oficial de la marina, ganaba US$ 300 al mes y daba US$ 50 a una familia del final de la calle que lo necesitaba más que yo, además de un 10% que daba a la iglesia. Pero eso es sólo una pequeña parte de lo que somos y de los valores que cultivamos.