La tecnología es el aliado pedagógico de Saber Más Contigo, el más reciente programa de educación financiera de Asobancaria para adultos.
Que la plata no alcance a fin de mes es un mal conocido por casi todos los asalariados. Según cifras del Banco Mundial, el 58% de la población tiene dificultades para cubrir sus gastos y se estima que el 64 % planifica para menos de un mes o no tiene planes financieros. Entonces, dado que lo común es no saber manejar el dinero, la magia consiste en saber hacerlo. Y todo mago es mago porque aprende. Es probable que quienes llegan con plata a fin de mes sin ser millonarios lo logran porque aprendieron, de una u otra forma, a manejar el dinero, a hacer magia.
A lo que hasta aquí he llamado magia, Guido Fernando Zúñiga, profesional sénior del área de educación financiera de Asobancaria, lo llama, por supuesto, educación financiera. En Colombia y América Latina, éste es un concepto extraño, porque a nadie le enseñaron eso en el colegio. Hoy, gobiernos, instituciones y bancos son conscientes del vacío y de las pérdidas que esto genera en la economía, sobre todo cuando hay 25 millones de colombianos (76,3%) vinculados al sistema financiero formal.
Desde 2008, Asobancaria ha desarrollado distintas iniciativas para fomentar la educación financiera y, entre muchas de ellas, el gremio bancario ideó un proyecto que combina la teoría, la práctica y la tecnología móvil. Saber Más Contigo es un programa presencial para adultos con cuatro módulos, de una hora cada uno, que se lanzó ayer. Estos talleres recorren los temas claves de educación financiera: presupuesto, ahorro, servicios financieros y crédito y productos.
Pero la teoría no sirve de nada si no se pone en práctica. Por eso, la aplicación digital es la última parte: su función es asesorar financieramente al usuario.
En palabras de Zúñiga, “la app está construida en torno al manejo de los recursos personales: primero digita sus ingresos, luego la aplicación le va a preguntar cuánto quiere ahorrar al mes y lo va a llevar a un control de lo que entra y lo que sale. Tiene categorías para que pueda meter cada gasto en una de las canastas y al final del mes le va a decir lo que pasó con su dinero: si le sobra de un día a otro puede ahorrarlo diario, y si le falta, lo puede tomar del siguiente. Con eso, en seis meses va a tener un balance de cómo se está gastando sus recursos y le va a decir cómo van sus metas de ahorro”.
La pedagogía del proyecto se basa en el programa de educación financiera de la Fundación Alemana, Yo y Mis Finanzas, fundamentado en la experiencia educativa alemana. Deisy Solano, consultora de educación financiera de la fundación, dice que ésta “contribuyó con el diseño de los contenidos, tomando como base el material de Yo y Mis Finanzas dirigido a personal de las instituciones financieras, denominado Cuatro reglas de oro, el cual cubre los temas principales de la educación financiera, como presupuesto, ahorro, crédito y plan financiero. Estos temas se articularon a los requerimientos propios del proyecto de Asobancaria”.
Antes de abrirla al público, se hará un piloto del proyecto con 2.640 profesores de Bogotá para que puedan evaluarla. La estrategia pedagógica de los talleres presenciales está pensada para formar una red de capacitadores en educación financiera: “El enfoque de nuestro programa es que yo formo profesores y ellos van a terreno a formar sus capacitadores para que ellos, a su vez, puedan seguir replicando sus conocimientos”, dice Zúñiga.
El informe más reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre educación financiera en América Latina y el Caribe señala que el impacto de este tema en la economía es sistémico.
Según el documento, “la educación financiera puede promover las competencias necesarias para tomar decisiones informadas y proporcionar herramientas para que las personas tengan la capacidad de defender sus derechos como consumidores financieros”. Una situación que reflejó un vacío de esta naturaleza fue la crisis de 2008 en Estados Unidos, pues, a pesar de que este fenómeno reflejaba una alta bancarización, también evidenciaba un desconocimiento generalizado de los ciudadanos sobre los compromisos que estaban adquiriendo con los bancos.
Aunque la iniciativa de Asobancaria resulta alentadora en un país con indicadores pobres en educación financiera, el asunto no es sólo una cuestión de privados. Por eso, la Comisión Intersectorial para la Educación Económica y Financiera (Cieff) del Banco de la República publicó hace dos meses la Estrategia Nacional de Educación Económica y Financiera de Colombia, con el fin de educar en este tema, pero desde el sector público.
Los resultados de las pruebas Pisa de 2012, en las que Colombia ocupó el último lugar en educación financiera, son un reflejo del avance del tema en el país, así como en Latinoamérica. Según la OCDE, en general, la ignorancia frente a conceptos financieros aparentemente básicos es un mal común, pues “menos de la mitad de la población comprende el término tasa de interés y es capaz de realizar cálculos básicos con respecto a la tasa de interés simple o compuesta (encuestas de Chile, Colombia, Guatemala, México y Perú)”.
Hoy, la importancia económica de este tema es bien entendida por bancos y gobiernos por igual. “Una economía que incentiva al ahorro estimula a la inversión, pero además será más resiliente a los choques externos, porque hay más recursos para enfrentarlos”, dice Zúñiga.
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