Cambia el paradigma en América Latina, en donde la población urbana supera el 80%. Experto subraya que la perspectiva ya no se centra en cómo funcionan las ciudades, sino que en cómo se sienten las personas en ellas.
El rostro de América Latina es cada vez más urbano. En 25 años, desde 1970 a 1995, el porcentaje de latinoamericanos que viven en ciudades aumentó del 57% al 73%. Hoy ese porcentaje supera el 80%.
Según datos del CAF, para el año 2020 habrá 90 millones de habitantes adicionales en los principales centros urbanos de la región. El punto no sólo implica un impacto importante en los sistemas viales, la congestión vehicular, el estado del transporte, los servicios públicos y los índices de accidentes. También en la calidad de vida.
Por eso, entendiendo que las realidades urbanas de América Latina son disímiles, hay un aspecto en común que se remarca con fuerza creciente en la última década: cuando los temas funcionales se encuentran medianamente encaminados, requerimientos relacionados al bienestar y a estilos de vida saludables comienzan a ser vitales a la hora de tomar decisiones.
El psicólogo Patricio Polizzi es director de la empresa de estudios de opinión Visión Humana. La organización realiza desde el año 2007 un barómetro que evalúa la percepción, experiencia e imagen que se tiene de las ciudades de Chile. A ello suman estudios ligados a comportamientos de preferencias de estilos de vida y consumo, por lo que conocen bien hacia dónde caminan los intereses de los habitantes urbanos.
"Creemos que hay un fenómeno que viene haciéndose presente de manera muy clara en la última década, posible de proyectar a la región, ya que se trata de una dinámica social fuerte por el tipo de orientaciones que están teniendo hoy las ciudades. Las urbes no pueden estar focalizadas a resolver sólo los requerimientos funcionales de movilidad, limpieza o delincuencia, el bienestar de las personas no está exclusivamente en eso. Controlar esas variables entrega las condiciones mínimas a partir de las cuales puede construirse una situación de alta calidad de vida", subraya el experto.
- ¿Cuáles son los principales cambios que se dan en el último tiempo en la percepción de las personas con las ciudades?
- Los temas que nosotros llamamos estilos de vida saludables datan desde hace bastante tiempo, lo nuevo que se puede subrayar es que cada vez más esos factores pasan a ser una expectativa evidente en relación a lo que se le exige a las ciudades.
Tiene que ver fundamentalmente con que la gente entiende cada vez más que su bienestar depende de la relación que establece con el entorno, ya que estábamos centrados en una cultura muy puertas adentro, en el que la gente hacía todo por contar con las cosas solucionadas al interior de su casa. Las personas ahora asumen que eso no es suficiente. Se requiere de un entorno amigable, capaz de proveer bienestar.
Es un fenómeno que viene haciéndose claramente presente en la última década en Chile, pero posible de proyectar a la región: comienza a cambiar el paradigma de lo que la gente espera de las ciudades. Las autoridades que gestionen y desarrollen las urbes generando condiciones de bienestar en sus habitantes concordarán plenamente con los habitantes esperan.
- ¿Por qué los temas que se conversan a través de los medios siguen aún ligados a lo funcional y no a lo saludable?
- Por una parte, me parece que hay un tema ligado a intereses ahí. En lo relacionado a las funcionalidades existe más técnica o tecnocracia en juego. Hay muchas empresas, muchos servicios, interesados -por supuesto- en desarrollar sus labores ligadas a esas áreas, ellos quieren que las conversacione sigan privilegiando el componente funcional de las ciudades.
Por otra parte, hay que subrayar que en lo relacionado al bienestar y a la calidad de vida las intervenciones son mucho más sociales, es decir, cómo lograr que en un lugar se respire o se aprecie el bienestar no es una gestión técnica. Hay una lucha entre ambos puntos, aunque no está malo que ello ocurra.
Los temas funcionales aún siguen siendo pendientes en muchas ciudades. Pero el punto es que llegado cierto nivel, seguir fortaleciendo ese ámbito no va a generar grados de felicidad o bienestar en las personas. Se debe llegar al momento en que el paradigma cambie sustancialmente y se conecte con los aspectos más ligados a las experiencias que viven las personas en las ciudades.
Es decir, la perspectiva no pasa a ser cómo funciona una ciudad sino que cómo me siento en la ciudad.
- Y en ese sentido, ¿las personas están evolucionando más rápido que las autoridades?
- Lo que pasa es que depende mucho de la situación de cada ciudad. Cuando las personas no tienen resueltos sus aspectos más básicos y funcionales, los van a demandar con énfasis y, por supuesto, está bien que sea así. Insisto en que el asunto se complejiza cuando esos temas están medianamente resueltos y las autoridades siguen trabajando sólo en esa línea.
Cuando esto ocurre comienza a profundizarse la brecha entre las expectativas de la gente y lo que ella recibe de las ciudades. Y cuando eso pasa, son las personas quienes construyen sus propias expectativas a partir de acciones cada vez más sociales.
Por ejemplo, se forman grupos que comparten intereses, salen a correr juntos, desarrollan circuitos alternativos y rutas para practicar deporte donde no existen. Comienzan a formar talleres sobre cultura y tiempo libre donde no los reciben de las autoridades. Surgen organizaciones que se hacen sus espacios de salud y bienestar.
- Todo eso con características más transversales que la mirada proveniente desde los sectores públicos...
- Efectivamente. Hoy las grandes asociaciones se centran en temas ligados a una calidad de vida y estilos más saludables. Claramente se trata de un concepto transversal, va más allá de pistas para las bicicletas o más máquinas de ejercicios para las plazas. Se trata de temas en que es indispensable comprneder y entender profundamente la experiencia que la gente tiene en la ciudad para luego intervenir en eso, más allá de cómo se mueven las personas en el espacio urbano.
- Y en ese sentido ¿cuáles son los temas fundamentales relacionados con esas necesidades de las personas que aún no son cubiertas?
- En términos muy generales es posible señalar que lo primero y fundamental es el desarrollo de ciudades más humanas y no sólo funcionales, subrayando dos cosas: relevar la importancia del bienestar, es decir, cómo la gente se siente con y en la ciudad, por una parte, y cómo se integran las personas en la construcción urbana, por otra.
Así, las demandas relacionadas por participación van a seguir creciendo. Por ello la crítica o las exigencias a las gestiones públicas en las ciudades estarán más en el tapete. Por ejemplo, en las elecciones de autoridades locales este tipo de aspectos comenzarán a ser cada vez más importantes.
Las realidades de las ciudades son disímiles, pero sí es posible señalar que en todas las ciudades en donde los aspectos funcionales se encuentran medianamente encaminados, los temas del bienestar y calidad de vida empiezan a ser aspectos importantes a la hora de tomar decisiones. Es una dinámica que va creciendo.