En Bolivia, una obra sobre el Carnaval de Oruro de Rilda Paco generó polémica. Artistas, curadores y críticos reflexionan al respecto.
En uno de sus sentidos más generales, el arte es una interpretación. Rilda Paco Alvarado, artista orureña radicada en La Paz, plasmó su mirada personal sobre el Carnaval de Oruro en un dibujo que muestra a la Virgen del Socavón vistiendo solo pantimedias y una tanga, de la cintura para abajo.
La repercusión de la obra fue enorme, además de recibir amenazas varias instituciones —entre ellas el Gobierno Municipal de Oruro— anunciaron acciones judiciales contra la artista, por el desprestigio a la Virgen.
Diferentes creadores manifestaron su indignación por estas respuestas e hicieron público el apoyo a su colega. Ante este enfrentamiento, artistas y académicos comparten su reflexión al respecto a continuación.
La seguridad de una artista, por Joaquín Cuevas (historietista)
El principal problema por el que nos hemos movilizado, más allá de la libertad de expresión, es la seguridad de la persona que ha hecho esta pintura. La gente tiene derecho a que no le guste y a rechazarla públicamente, pero Rilda Paco ha sido amenazada, en su condición de mujer, con violaciones. Ha salido a relucir una misoginia y un machismo terrible.
Lo segundo fue el intento de amedrentamiento con el que han reaccionado las autoridades, amenazándola con un juicio. El Gobierno Municipal y la Gobernación de Oruro utilizan términos como “sacrílega”, metiéndose en asuntos religiosos, como si fuéramos todavía un Estado dependiente de la Iglesia Católica.
Nos damos cuenta de que, junto con el problema de la libertad de expresión, hay una falta de educación del pueblo para poder leer contenidos artísticos. Reaccionamos transformando todo en un enfrentamiento, sin poder llevar a un diálogo de verdad.
Una obra de arte es polisémica, por Camilo Gil Ostria (crítico)
Hoy no se trata de Rilda Paco Alvarado y su crítica a las conductas del Carnaval, como en su día tampoco se trataba del mural de Mujeres Creando y su crítica al estado patriarcal, o de una discusión sobre su calidad como artistas o como críticas sociales.
Estos no son más que significantes que se asocian a algo más grande: la libertad de expresión del arte y su reafirmación como un terreno donde la moral no tiene voz ni voto. Ojo que no digo que no exista, pero lo hace de maneras que escapan a las de las calificaciones cotidianas.
Por eso hay que tener en cuenta que toda obra artística es polisémica: tiene una relación con el mal y el infierno, pero siempre se puede leer el cielo, dependiendo de los ojos que la vean.
El problema no es la obra artística en sí misma (y mucho menos el autor, cuya muerte —guiño a Barthes— hay que recordar de vez en cuando), sino que nos enfrentamos a algo más grave: la incapacidad de nuestro pueblo de leer críticamente un mural o un panfleto y, sin reflexionar, destruirlo o encajarle una demanda a su artista.
El problema es que hay una falta de educación y madurez en el pueblo boliviano. Una falta de cultura que me entristece y me hace gritar como boliviano que soy. Grito por los casos aislados y porque la demanda a Rilda no llegue a nada; grito porque su obra sea criticada de manera más profesional; grito por la libertad de expresión; y, por sobre todo, grito para que aprendamos y tengamos un pensamiento crítico sobre el arte y, ¿por qué no?, sobre la vida.
Es tarea del arte cuestionar, por Marita Schneider (curadora)
La que ofende no es la obra, es la gente que lee la imagen, donde se ve a una mujer, con una corona y con un niño, vestida con ropa interior de la cintura para abajo. Somos nosotros los que sacamos la conclusión de que esto simboliza a la Virgen. A partir de esto hay que preguntarse qué es lo que ofende: ¿es realmente la fe la ofendida?, ¿no somos nosotros los que damos esta lectura por algo llamado tradición? También es tradición que la mujer muestre el calzón en los trajes de china y caporal.
La Virgen simboliza muchas cosas: es la Virgen de la Candelaria, conocida como la Virgen Negra en un contexto católico; aquí es también la patrona del folklore. Además simboliza lo femenino en una jerarquía masculina católica predominantemente machista. Ella es la única que se permite ser una Pachamama y una Yemanyá.
No creo que la artista haya tratado de ofender a nadie, quiso mostrar una triste realidad: el Carnaval 2018 cerró con 52 fallecidos, 132 heridos y 81 casos de violencia contra la mujer.
Primero hay que ver el tema como humanos antes que como católicos o cristianos y sentar prioridades: importa más una chica que hizo un dibujo —del cual se hizo una lectura extremadamente superficial, que ejemplifica nuestra ignorancia— que estos temas que rodean a la mujer, en un Carnaval profundamente machista. Primero que nada, es tarea del arte cuestionar. El arte ofrece posibilidades, es alabado por romper siempre sus límites, pero también es cuestionado por hacerlo. Esta imagen puede ayudar a comprender qué está pasando para que una joven mujer dibuje así a la Virgen, porque el arte es un reflejo de lo que se ve en la sociedad.
Una mujer artista, por Andrés Bedoya (artista)
Hubo mucho debate sobre si es buena obra o no, esa no es la discusión. La discusión es que si como artistas tenemos o no un derecho a expresarnos y la respuesta es que sí, la tenemos.
Las acciones que se están tomando por parte de la Municipalidad de Oruro son un abuso de poder —una táctica que han utilizado autoridades orureñas en el pasado con otros personajes— para coartar cualquier posibilidad de diálogo en torno a críticas que se hacen sobre los excesos que suceden en el Carnaval.
La crítica que hace esta obra es clara: no estamos respetando el fin de este Carnaval, que es la veneración de la Virgen del Socavón. Los excesos no son coherentes con esta devoción. En realidad el discurso que plantea la artista está a favor de lo fundamental de esta celebración y en contra de lo que la tergiversa.
Yo he visto las amenazas de violación que recibió Rilda Paco, y las autoridades no las han repudiado. Estamos hablando de un doble discurso al desnudo, de hipocresía desnuda. Yo sí creo que el hecho de que la autora sea una mujer es un factor importante para que existan estas reacciones. ¿Por qué veneramos a una figura icónica religiosa y no protegemos a una mujer de carne y hueso?