En un nuevo estudio, científicos descubrieron que los animales pueden oler la enfermedad en los humanos.
¿Es posible oler la malaria? Un grupo de científicos británicos y gambianos creen que sí. Con el apoyo de la organización Medical Detection Dogs llevaron a cabo una investigación cuyos resultados presentaron la semana pasada en la convención anual de la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene, en Nueva Orleans, y apuntan a que el exquisito olfato canino es tan potente como para detectar personas que ya llevan el parásito en la sangre, pero aún no desarrollan los síntomas.
“Las personas con parásitos de la malaria generan distintos olores en su piel y nuestro estudio encontró que los perros, que tienen un sentido del olfato increíblemente sensible, pueden ser entrenados para detectar estos olores, incluso cuando se trata de un artículo de ropa que usa una persona infectada”, dijo a través de un comunicado Steven Lindsay, del Departamento de Biociencias de la Universidad de Durham, en Reino Unido y el investigador principal del estudio.
Cada año se presentan en el mundo alrededor de 200 millones de casos de malaria y casi medio millón pierden la vida. De ahí la importancia de contar no solo con tratamientos más efectivos, sino también con métodos de detección efectivos, baratos y rápidos.
El experimento se realizó en una aldea de Gambia, un país sobre la costa occidental de África, con alta endemicidad. Varios cientos de niños en edad escolar fueron reclutados por los científicos del London School of Hygiene & Tropical Medicine y la Unidad del Consejo de Investigación Médica de Gambia. A todos los niños se les tomaron muestras de sangre para examinar si tenían malaria y se les pidió dormir esa noche con un par de medias. Al día siguiente los investigadores recogieron las medias, seleccionaron las de los niños que habían resultado positivos para malaria, pero aún no presentaban síntomas y las de los niños sin malaria.
Los dos grupos de medias fueron enviados al Reino Unido, donde se almacenaron en un congelador por varios meses, mientras miembros de la organización Medical Detection Dogs entrenaban a los perros, dos labradores golden retriever, elegidos para el experimento.
El resultado final fue sorprendente: los perros identificaron correctamente el 70 % de los niños infectados y el 90 % de los niños no infectados.
Ante sus colegas en la reunión, que tuvo lugar la semana pasada en Nueva Orleands, Lindsay afirmó que la tasa de éxito de los perros podría haber sido más alta, hasta un 78 % si los niños con malaria tuvieran el mismo estado de desarrollo del parásito. Al parecer, el olor en la piel cambia a medida que el parásito se desarrolla dentro del cuerpo.
¿Un perro en los centros de salud?
Al investigador colombiano Sócrates Herrera, director del Centro de Investigación Científica Caucaseco, en Palmira, y uno de los más reconocidos en este campo, el estudio con los perros le parece interesante por varias razones, pero al mismo tiempo se muestra precavido.
Por un lado, considera que el experimento llega a reforzar unas ideas en las que otros científicos vienen trabajando de tiempo atrás. Diversos estudios han demostrado que los olores definitivamente están involucrados en la epidemiología de la enfermedad. Por ejemplo, los mosquitos no pican a todas las personas y cuando lo hacen ocurre en unas zonas del cuerpo más que en otras. En los pies, por cuenta de las bacterias que allí pululan y generan ciertos olores, los mosquitos que transmiten la malaria se ven más atraídos. También se ha demostrado que existen moléculas en la respiración de las personas infectadas asociadas con el parásito.
Para Herrera, otro valor relacionado con este experimento es que también obliga a pensar en los retos que siguen existiendo para diagnosticar la enfermedad. En el mercado actualmente existen unos 10 tipos de pruebas. El más utilizado históricamente es el análisis de una gota de sangre bajo el microscopio. Pero ese es un método laborioso, rudimentario y poco sensible. Las “pruebas rápidas de diagnóstico”, en las que se utilizan unas tirillas que contienen una sustancia que reacciona ante las proteínas asociadas con la infección, son más baratas, más sensibles y cada vez más populares. Otros métodos exigen laboratorios más sofisticados y son más costosas.
En ese contexto, la intención de usar perros para detectar principalmente a los pacientes sin síntomas, para Herrera tiene interés porque son precisamente los asintómaticos uno de los mayores problemas en la lucha contra la malaria, ya que se convierten en focos de diseminación que nadie identifica.
¿Perros acompañando a los médicos en centros de salud? Ahí es donde Herrera encuentra varios peros. El estudio tiene un gran valor como “curiosidad científica”, pero es difícil pensar en extenderlo a una batalla global contra la enfermedad”, dice. “Lo fascinante es que nos muestra que evolutivamente hay una conexión molecular entre los humanos, los perros, los mosquitos y el parásito”.
En un escenario ideal, en el que se pudieran entrenar suficientes perros, llevarlos a los distantes sitios del planeta donde son necesarios, y que lograran cumplir con su tarea, aun así sería necesario tener al lado métodos confiables de diagnóstico para confirmar el resultado del perro.