Los atletas de élite son seguidos por millones de personas en las redes sociales, plataformas que pueden usarse para publicidad, pero también para enviar mensajes ideológicos. La duda es si deben hacerlo
Quizás fuera la honesta y amplia sonrisa de Mesut Özil cuando le entrega su camiseta al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, lo que ha exasperado los ánimos contra él y su colega Ilkay Gündogan en Alemania. Si él hubiera aparecido un poco más serio en la foto, quizás mirando con actitud crítica, cuando hizo entrega de su casaquilla del Arsenal al mandatario, los comentarios no serían tan devastadores. Tal vez.
También Gündogan podría haber aplacado las críticas si no hubiera escrito esa dedicatoria laudatoria: "A mi venerado presidente, con afecto”.
Como pocas veces, en esto estuvieron de acuerdo usuarios de redes sociales, la prensa alemana y los políticos: los gestos que ambos jugadores alemanes tuvieron con Erdogan en pleno viaje de campaña a Londres no corresponden. El político verde Cem Özdemir, de familia turca, habló de un "apoyo desagradable”. Una petición en change.org exige que los jugadores no sean nominados para el Mundial de Rusia, y en solo un día ya reunió 30 mil firmas. Incluso después de que se supo que el entrenador alemán igual los consideró en su primera nómina, el número de firmas aumentó cada segundo con más fuerza.
Algunos exigieron en Twitter excluirlos totalmente de la selección alemana. También la Asociación Alemana de Fútbol (DFB) criticó la reunión con Erdogan. El entrenador Joachim Löw anunció que tendría una reunión con los jugadores, pero también aclaró que en ningún momento se le pasó por la cabeza dejarlos fuera del equipo.
Deportistas de alto nivel como Özil y Gündogan son plataformas publicitarias ambulantes. En las redes sociales son seguidos por millones de personas de todo el mundo. Solo Özil tiene 23 millones de seguidores en Twitter. Cada paso que da es analizado, aplaudido o criticado. Como otros muchos atletas, él es un deportista y una fuente de publicidad, pero también ciudadano de un país. En este tipo de discusiones siempre surge la pregunta de si los deportistas deben solo concentrarse en lo que hacen o si pueden actuar como ciudadanos.
Para la FIFA, la UEFA y el Comité Olímpico Internacional (COI) hay, al menos en las competencias, normas claras: está prohibido difundir mensajes políticos o religiosos. En la carta del COI dice claramente: "No se permitirá ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en ningún emplazamiento, instalación u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos”.
Sin embargo, lo que ocurra fuera de las competencias y del terreno de juego es otro asunto. Allí los deportistas de elite dejan de ser solo deportistas. La Asociación Alemana de Fútbol se ve a sí misma, según su Código de Ética, como embajadora de la diversidad y enemiga del racismo y la discriminación, y se toma muy en serio su responsabilidad social, política y deportiva.
Jürgen Mittag, profesor de Política Deportiva en la Universidad Alemana de Deportes de Colonia, dice que el deporte suele ir asociado a otros aspectos de la vida diaria, como los derechos humanos, el medio ambiente y la migración. En ese contexto, presentar a los deportistas como sujetos ajenos a lo que los rodea no parece lógico. "Los atletas toman posición”, dice Mittag, quien afirma que en primera línea ciertamente está el éxito deportivo, pero que con éste siempre viene de la mano una responsabilidad política.
Asociaciones y clubes de fútbol se preocupan también de que sus jugadores tengan un conocimiento básico de los países que visitan. Cada jugador de la selección de fútbol tiene una aplicación en su teléfono móvil que facilita la comunicación interna. Allí, entre otras cosas, se les ofrece información sobre los países que visitan, su gente y la situación política. Incluso antes de la Copa del Mundo, los jugadores son aconsejados sobre asuntos complejos del país anfitrión.
Un jugador maduro e informado es, al menos para la Asociación Alemana de Fútbol, un elemento deseable. Pero también la opinión pública espera cada vez más que los deportistas tomen posición sobre algunos temas. Si Bayern Múnich viaja a entrenar a Qatar, el debate no se hace esperar. Las críticas de los deportistas a los sistemas autoritarios a menudo son recompensadas mediáticamente y mejoran la imagen del atleta y, con ello, su valor en el mercado.
Entonces, no es tan cierto que los deportistas no tienen opinión política. "Yo creo que no habría ninguna crítica si un jugador alemán se deja fotografiar durante una entrega de camisetas a la canciller Angela Merkel o al presidente”, dice Jürgen Mittag. Incluso la selfie de Lukas Podolski con Merkel fue muy festejada en las redes sociales.
Lo decisivo parece ser el sistema político que acoge al deportista. Si Özil y Gündogan se fotografían con un autócrata, nada bueno puede esperarse, ni siquiera cuando ellos se defiendan diciendo que no deseaban emitir ningún mensaje político, sino que todo fue un puro "gesto de cortesía", como Gündogan escribió en un comunicado. Obviamente, en este caso el "gesto” incluyó una amplia sonrisa y una dedicatoria personal.