Desde un programa de desarrollo psicoafectivo para niños hasta el hábitat de los pepinos de mar hacen parte de las temáticas en las que profundizan las universidades de la región.
El Caribe es un territorio en el que confluyen saberes de todo tipo, por su inmensa diversidad. A pesar de ello, es poca la inversión para proyectos académicos. Las universidades de los ocho departamentos de la región acogen a 492 de los 3.473 grupos de investigación reconocidos, es decir, el 12,4 % a nivel nacional, de acuerdo con las cifras de Colciencias.
Aunque no es un territorio en donde haya una proliferación de estudios, sobresale la capacidad de sus profesionales para hacer investigaciones de calidad que impactan en la región. Por eso quisimos dar una mirada a algunos de los trabajos de las universidades y el resultado fue sorprendente: desde cuidar el agua en el Cesar, pasando por una revisión histórica de las relaciones internacionales de Colombia, hasta la intención de reproducir una especie marina, hacen parte de los proyectos que hoy se emprenden con esfuerzo.
Para Raúl Román, historiador e investigador de la Universidad Nacional, sede San Andrés, si bien estamos en un momento en el que la región Caribe es protagonista, pues ha aumentado su producción en conocimiento, aún existe un “andinocentrismo” (exceso de protagonismo del centro del país) que se ve reflejado en el ejercicio académico y que en muchas ocasiones ha llevado a que se demerite el trabajo de las regiones. “Ciudades como Cartagena fueron más ilustradas que Bogotá durante mucho tiempo. Lo que pasa es que tuvieron ventajas estatales con grandes inversiones que les ayudaron a crear una mejor infraestructura educativa”, asegura.
Lo mismo opina Adriana Rodríguez, bióloga marina e investigadora de la Universidad del Magdalena, quien considera que es momento de que el Estado se meta la mano al bolsillo para colaborar con investigaciones que con seguridad podrían contribuir a la prosperidad del país.
Todos concuerdan en que ese dinero serviría para la compra de equipos de calidad, el mejoramiento de la infraestructura y los subsidios a estudiantes que no cuentan con suficientes recursos. Según Antonio Rudas, de la Fundación Universitaria del Área Andina, esa sería la forma de saldar la deuda con esta parte del país.
Conocer el océano
Ya pasaron más de cuatro años desde que Adriana Rodríguez, una bióloga marina de Bogotá, visitó La Guajira por trabajo y conoció una realidad escondida: “Encontré a unos pescadores que estaban capturando unos pepinos de mar y los dejaban en poncheras. Luego los lavaban, los secaban en el sol y los cocinaban. Me comentaban que había unos comercializadores asiáticos que se los compraban. Me puse a investigar y encontré que es un recurso apetecido en Europa y Asia y muy bien pago. En ese entonces, un kilo costaba US$150 en el mercado internacional. Ellos se los compraban a $2.000”.
Desde entonces se ha dedicado a investigar los pepinos de mar en nuestro mar Caribe y ha logrado, junto con un grupo de ingenieros pesqueros y biólogos marinos de la Universidad del Magdalena, reproducir en cautividad a esta especie que pertenece a la familia de los equinodermos. Para quienes no saben mucho de ellos, estos animales se encuentran en el fondo del mar y tiene una función muy importante porque remueven el sustrato y son como filtradores que mejoran la calidad de los ecosistemas.
También gozan de propiedades nutricionales interesantes y ayudan a la prevención de enfermedades como los tumores y la artritis. Y, como si fuera poco, tienen importancia socioeconómica, pues son consumibles y un producto muy costoso en los mercados internacionales
Toda esta información se ha logrado determinar con sus estudios. De hecho, hace poco registraron una nueva especie de esta zona marina, parecida al pepino de mar. “Encontramos la diferencia al hacer un estudio más profundo en biología molecular y genética”, agrega Rodríguez.
Para esta investigadora, su búsqueda por entender a esta especie hace parte de la idea que tenemos de una riqueza marina inmensa que podemos explotar de manera sostenible y que nos podría ayudar al desarrollo del país, pero que no conocemos.
Lecciones para entender a los niños
“Pisotón es un programa de desarrollo psicoafectivo y educación emocional. Salió de una investigación que parte de una tesis doctoral en la que se buscaba entender las necesidades afectivas de los infantes junto con padres y maestros. Aunque es un área de desarrollo importante, normalmente no se tiene en cuenta y es causal de muchas de las situaciones de violencia social, política y familiar que vivimos en el país”.
Esas son las palabras de Ana Rita Russo, la creadora de uno de los programas más importantes de infancia del país, que nació en las aulas y ahora tiene un gran impacto en la sociedad.
El planteamiento de sus estudios doctorales era que si los educadores y los familiares de los pequeños conocen el proceso de desarrollo y entienden los comportamientos de la infancia, se puede criar un ser humano con mayor armonía, paz, regulación, conocimiento de sí mismo y reconocimiento del otro. Así nació este proyecto que surgió en Cartagena.
Con diplomados se les enseña a las figuras de autoridad a regular las emociones naturales de los niños. “Los mordiscos, pataletas, la curiosidad sexual no son algo anormal, así que les enseñamos cómo manejarlas”, agrega. Con los niños se utilizan kits con cuentos, juegos, manuales y títeres.
En la región Caribe hacen presencia en siete departamentos. La formación de los maestros y las madres comunitarias es constante y la aceptación del programa es altísima. En estas zonas se encontró que los niños tienen mucha ansiedad y temor a la pérdida o la separación
“Había situaciones como que los padres debían pasar a Venezuela a buscar recursos para la manutención del hogar. Los niños se quedaban con sus abuelos, pero no hacían el desplazamiento de amor hacia ellos. Nuestro impacto ahí fue enseñar que no era un abandono, sino una proyección, y los ayudamos a desplazar ese amor de sus padres a sus figuras sustitutas”, cuenta Russo.
El éxito de esta investigación, según su creadora, es que pudo pasar a la realidad y se mantiene viva gracias a los estudios que se hacen en territorio. También, a que no sólo se limita a la descripción de los fenómenos, sino que les enseña a los demás a manejarlo. Así lo resumió un papá hace poco: “Ustedes no sólo enseñan el qué, sino el cómo”.
El ciudado de las cuencas
En el departamento del Cesar se están desarrollando grandes proyectos de infraestructuras para el país, como la Ruta del Sol, la Línea Férrea de Chiriguaná y los puertos de los ríos Magdalena. Eso ha demandado enormes cantidades de material de arrastre para las obras, que se han sacado de este territorio.
El problema, advierte Antonio Rudas Muñoz, director del Centro de Investigación y Desarrollo de la sede de la regional de Valledupar de la Fundación Universitaria del Área Andina, es que su explotación se hace sobre los cauces de los ríos y eso afecta el ambiente, sobre todo la calidad del agua.
Con este argumento, un grupo de investigadores decidió crear un modelo de sistemas de extracción sostenible. “Hacemos todo de manera manual: buscamos una imagen de satélite, delimitamos la cuenca hidrográfica, empezamos a buscar la información climática para saber mediante estadísticas cuáles serían las condiciones de máxima precipitación en un período de retorno de 100 años. Eso nos genera una inundación y es ahí cuando se ven dónde están los materiales de arrastre. Vamos con los geólogos y hacemos perfiles del suelo para saber qué cantidad hay, cuál es su calidad y la extensión de yacimientos en sitios distintos al cauce”.
Ahora trabajan para que una compañía de tecnología los ayude con la construcción de la automatización del modelo, que podría disminuir la contaminación de los ríos y mejorar la explotación de estos materiales, pues con los diagnósticos el proceso sería más eficiente.
Escudriñar en las relaciones diplomáticas
A raíz del fallo de la Corte de La Haya en 2012 sobre el litigio entre Colombia y Nicaragua, Raúl Román y Silvia Mantilla realizaron un estudio de las relaciones diplomáticas de Colombia en el Caribe. Fue un trabajo que abarcó del siglo XIX al XX, para entender el origen de las confrontaciones actuales con Nicaragua, Costa Rica e islas.
“Encontramos que tenemos un país que reacciona frente a las ofensivas o movimientos de resolución de fronteras y de definición de los territorios de estos estados centroamericanos. Como consecuencia, nunca hubo una política estatal que visionara la importancia estratégica del territorio y sus negociaciones internacionales”, explica Román.
A esto hay que sumar otros hechos, como la doctrina de neutralidad que se pregonó en el trascurso de los dos últimos siglos: “No intervenimos en los asuntos de otros países y ellos esperaban la solidaridad colombiana contra los grandes imperios que siempre tuvieron intereses en el territorio. Eso generó un deterioro en el relacionamiento”, explica Román.
Según su revisión, estas relaciones también se vieron afectadas a causa de que en Colombia no logró construir su soberanía interna, pues nunca edificó un Estado y sólo mantuvo gobiernos.
Finalmente concluyeron que hay un enfoque inadecuado del Gobierno para manejar este tipo de conflictos. Pero además, después de un trabajo de campo, entendieron cómo se afectaron las comunidades de Colombia y Nicaragua, que antes tenían un mar compartido y ahora están polarizadas.