Se basa en las reflexiones del escritor y fundador de Growing Leaders, Tim Elmore. No dejar que los niños se arriesguen, alabar con mucha facilidad y no compartir los errores, serían algunas de las acciones equivocadas de los padres.
Kathy Caprino, quien escribe para Forbes, acostumbraba a trabajar como terapeuta familiar antes de convertirse en coach de carrera y liderazgo. Durante ese tiempo, mientras estuvo en contacto con parejas, familias y niños, Caprino dijo haber visto una variedad de comportamientos funcionales, pero también disfuncionales por parte de los padres que conoció. Impedir a los hijos que ganen independencia, perseverancia y se conviertan en líderes en potencia, eran prácticas frecuentes, aunque inconscientes.
Buscando información sobre este tema, Caprino llegó a los libros del Dr. Tim Elmore, escritor y fundador de una organización que busca empoderar jóvenes a través de un trabajo de mentoría. El especialista confirmó lo que ella creía: muchos padres han sido muy sobreprotectores con sus niños y adolescentes, impidiendo su crecimiento personal y limitando sus capacidades de liderazgo.
A continuación, siete comportamientos identificados por Elmore que deben ser evitados si se quiere que los niños se vuelvan líderes capaces:
1. No dejar que los niños se arriesguen: El miedo a perderlos provoca que los padres hagan de todo para protegerlos. Eso está bien y de hecho es su responsabilidad, pero hay riesgos que son saludables y que necesitan ser permitidos. Psicólogos europeos descubrieron que los niños que no pueden jugar fuera de la casa y ni siquiera experimentar ningún daño -por ejemplo, caerse- frecuentemente desarrollan fobias en la adultez. No permitir que los adolescentes sufran el fin de una relación amorosa o que los niños se caigan algunas veces, entendiendo que eso es normal, probablemente generará adultos arrogantes, que no saben lidiar con los errores y además tienen baja autoestima.
2. Correr demasiado rápido en su rescate: Cuando los padres se hacen cargo de todos los problemas y llenan a sus niños de excesivo cuidado, se deja de enseñar a tomar la iniciativa y enfrentar las dificultades. Es necesario que ellos aprendan a caminar solos, para convertirse en líderes. De lo contrario, serán adultos cómodos e inconsecuentes.
3. Elogiar con facilidad. No hay problemas en elogiar a los niños cuando ellos se lo merecen, pero la política de que “todos son vencedores” puede ser perjudicial, a largo plazo. Es importante hacer que el niño se sienta especial, pero alabarlo sin criterio, dejando de lado comportamientos equivocados, le enseñará a mentir, exagerar y traicionar, por miedo a enfrentar la realidad tal como es.
4. Dejar que la culpa sea un obstáculo para el buen liderazgo: Los niños conseguirán lidiar con las decepciones, pero no con el hecho de ser mimados. Por eso es conveniente decir “no” o “ahora no” y dejar que ellos luchen por aquello que realmente valorizan.
5. No compartir los errores. Adolescentes sanos van a querer hacer las cosas a su manera, y los adultos deben permitir eso, lo que no significa que no puedan ayudarlos. Compartir los errores del pasado puede generar un sentimineto de identificación, de forma de orientar a los hijos a escoger mejor. Como los padres no son las únicas influencias de los hijos, tienen que buscar ser la mejor influencia.
6. Confundir inteligencia, talento e influencia con madurez: La inteligencia es muchas veces usada como una medida de madurez en un niño. Como resultado, los padres acostumbran a deducir que un niño inteligente está listo para el mundo, lo que no siempre es cierto. Para decidir cuándo es conveniente dar más independiencia a un niño, se debe observar a otros infantes de la misma edad y ver cómo responden a las pequeñas responsabilidades que les fueron dadas. No hay que apresurar ni atrasar la independencia.
7. No hacer lo que se dice: Los padres tienen la responsabilidad de dar el ejemplo de vida que quieren que los niños vivan, ayudándolos a construir un buen carácter y ser responsables en todos los aspectos. Como líderes, los padres pueden comenzar hablando con honestidad, sin hipocresía o mentiras, ni siquiera aquellas más simples. Hay que observar las acciones y escoger aquellas éticas, porque los hijos, con certeza, estarán observando.