La U. de Chile y la PUC continúan peleando palmo a palmo el primer lugar del ranking de universidades de Chile. Esta vez incorporamos dos nuevos indicadores que vienen a estrechar la competencia: la existencia de incubadoras de negocios universitarias y los programas de apoyo sicológico al interior de los planteles de educación superior.
Si todo esto fuese una película de ficción, bien podría ser “King Kong contra Godzilla” o “Alien versus Depredador”. La diferencia es que, en un encuentro con tal despliegue de poder, gane quien gane, la humanidad pierde. En cambio, en la eterna batalla entre dos titanes como la U. de Chile y la PUC, no hay perdedores. Es un sistema educativo completo y, de paso, un país, que se beneficia con la reconocida excelencia de ambos planteles. Esta vez nuevamente el cetro se lo lleva la U. de Chile, pero no siempre ha sido así: en 2010, en la segunda edición del ranking, la PUC alcanzó la pole position, lo que repitió en 2011 para luego perderla en 2012 (ver Tabla 1). Muhammad Ali vs. Joe Frazier, golpe por golpe.
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Y aunque los otros contendientes parecen estar a una distancia considerable de los cabezas de serie, los nombres siguen siendo familiares a los publicados en 2009. La Universidad de Concepción, la PUCV, la USACH, la Universidad de Talca y la Universidad Técnica Federico Santa María ya han establecido su terreno de dominio dentro del top 10, y cada año acortan la distancia (ver Tabla 2). Por ejemplo, en 2010, la U. de Concepción se ubicaba tercera a casi 30 puntos de la Universidad de Chile, que estaba segunda. Hoy, nuevamente tercera, se ubica a 15 puntos de la segunda y aumentando su distancia de sus perseguidoras. Para un sistema educativo cuyos principales exponentes miran desde una cima muy alta, que se estrechen las distancias es, sin duda, una buena noticia.
“Mejores profesores, mejores alumnos y mejor investigación. Ésa es la combinación que vale oro en enseñanza universitaria” afirmaba esta publicación en 2010. Al día de hoy, la fórmula no parece haber cambiado mucho. Son precisamente esas tres dimensiones las que siguen teniendo más peso en el ranking. Sin embargo, aunque la composición del claustro académico, el fichaje de los mejores egresados secundarios y la calidad de la investigación siguen llevándose los reflectores, dejó de ser el foco único al cual apuestan las universidades para la captura de matrícula. Otros aspectos, como movilidad e intercambio en el extranjero o becas asistenciales, han comenzado a ser fichas por las cuales las universidades buscan diferenciarse y competir.
En ese sentido, algo característico de este ranking ha sido la incorporación de nuevas dimensiones e indicadores que busquen captar tendencias y problemáticas propias del sistema universitario y la sociedad imponen. Así, hoy ponemos la lupa en dos nuevos indicadores que estrenan este año: la existencia de incubadoras universitarias de negocios y los programas de apoyo sicológico al interior de los planteles de educación superior.
El atractivo de la incubadora
El 23 de febrero de 2018 en Toronto, Canadá, UBI Global presentaba el “UBI World Benchmark Study 2017-2018”. El estudio destaca, año a año, a las 25 mejores incubadoras universitarias en el mundo centrándose en tres categorías de desempeño: el valor para el ecosistema de innovación, el valor para el cliente (startups) y el atractivo del programa de incubación. Desde 2014 contaba con dos exponentes chilenos: IncubaUC de la PUC y Chrysalis, de la PUCV. A ellas se sumó, en 2015, 3IE de la Universidad Técnica Federico Santa María.
Un poco antes, en agosto de 2017, CORFO reconocía a IncubatecUFRO, de la Universidad de la Frontera, como la incubadora que contaba con los mejores índices en levantamiento de capital privado y venta por parte de sus incubados, y a la UDD Ventures, de la Universidad del Desarrollo, por tener la más alta valorización de los cinco mejores emprendimientos de su portafolio. Esta última, además, ha incursionado en corporate venture capital mediante su asociación con la empresa Masisa, con lo cual sus incubados pueden tener acceso a capital de riesgo como fuente de financiamiento, además de recibir acompañamiento para el desarrollo de su negocio y vincularse con redes de partners y empresas.
El ecosistema de incubación universitaria ha adquirido mucho dinamismo. Así, por ejemplo, Chrysalis organizó en enero de este año el “Desafío CONVIVA”, que busca la participación de la comunidad postulando proyectos y soluciones innovadoras para transformar las ciudades de la V Región en smart cities. Antes, en ocasión del concurso MakerLab, impulsó el programa Móvil Maker buscando a los diez mejores proyectos tecnológicos e innovadores creados por estudiantes de la Región de Atacama.
Las implicancias que tienen estas y otras iniciativas similares son diversas. Pero una de las más importantes es que posicionan a sus universidades como referentes de un sistema, lo que les permite tornarse más atractivas para los futuros postulantes. Y los datos recopilados muestran que, también, es un buen negocio para las universidades.
En 2017, de las 35 universidades concursantes en esta medición, el 48,5% declaraba contar con una incubadora de negocios. En ellas habían participado, en promedio, 84 estudiantes, 12 docentes y 119 personas externas a la universidad. Contaban con un presupuesto promedio de $235 millones de pesos, y en total sumaban 527 emprendimientos con un total de ventas, para el período 2015-2017, de $16.597 millones de pesos. En 2019, las cifras indican que el 71,4% tiene una incubadora de negocios; participa un promedio de 238 estudiantes, 17 docentes y 116 personas externas; cuentan con un presupuesto promedio de $224 millones de pesos y suman 1.055 emprendimientos con un total de ventas de $64.858 millones de pesos, de las cuales destacan 3IE y UDD Ventures, pues han producido un volumen de ventas, para los años 2017-2019, que bordea los $10.200 millones, con lo que sus universidades se ubican 1ª. y 3ª posición respectivamente en este nuevo indicador (ver Tabla 3).
Salud mental universitaria
En abril de este año, una manifestación fuera de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile no dejó a nadie indiferente. Y no se trataba, esta vez, de una reivindicación por educación de calidad, si no que un llamado de atención frente a la sobrecarga académica. Algunos días después, la dirección de la facultad expresaba, mediante un comunicado, preocupación por el estado de salud mental, estrés y ansiedad que podría estar afectando a parte del estudiantado.
Este es un tema de particular cuidado si, además, se contabilizan los intentos de suicidio por este motivo. Y no es descabellado pensar en una cierta relación entre estrés académico y suicidio. En 2017, una estudiante de Ingeniería Comercial de la PUC se suicidó ingiriendo cianuro luego de ser expulsada por bajos rendimientos académicos.
Desde luego, sería reduccionista pensar que la sobrecarga académica es la única causa del suicidio juvenil, sin embargo, parece ser un gatillador importante en una sociedad que ha naturalizado la depresión.
La gravedad del tema es reconocida. Estudios de prevalencia publicados por la Universidad Austral indican que el 27% de los estudiantes universitarios presenta sintomatología depresiva severa, un 10% cumple con los criterios de un trastorno bipolar y un 5% presenta riesgo moderado a severo de intento de suicidio. En 2018 la Universidad Católica de Temuco organizó el primer seminario de Salud Mental Universitaria.
Claro, las universidades no son instituciones sanitarias y por lo tanto no pueden reemplazar la atención de servicios de salud especializados; sin embargo, debiesen ser parte de la solución del problema. Por ello, en esta edición del ranking preguntamos por la existencia de programas de apoyo sicológico al interior de los planteles universitarios: las cifras indican que el 94,2% de las universidades participantes cuentan con programas de este tipo.
En detalle se atienden, en promedio, 2.300 estudiantes y las universidades destinan un presupuesto de cerca de $100 millones de pesos. La cifra destinada por estudiante matriculado es de solo $5.500 pesos lo que es bastante bajo considerando que una consulta particular cuesta, como mínimo, $25 mil pesos. Las únicas universidades que se acercan a esa cifra son la U. Católica de Temuco y la UTEM, ambas ubicadas en las mejores posiciones en este indicador (ver Tabla 4).
El poder de la acreditación
Los resultados de esta versión del ranking de carreras están mediados, en gran parte, por la suspensión en las acreditaciones. La modificación en la ley de acreditaciones provocó que se eliminara esta dimensión, a excepción de las carreras que, obligatoriamente, continúan con esta medida (ver Metodología). Eso explica gran parte de los movimientos en algunos de los programas académicos evaluados.
El primero, y quizás más notorio, es el regreso de la U. de Chile al número uno en Derecho, retomando el lugar que dejó en 2016 y que perdió, precisamente, por no volver a acreditarse. En la vereda opuesta, la PUC pierde dos lugares en Ingeniería Civil en Minas. Si en el caso de Derecho-U. de Chile la medida de la suspender la acreditación los benefició, en el caso de la institución católica los perjudicó. En la edición 2018 obtenían el máximo puntaje en esta dimensión mientras que sus escoltas, la U. de Concepción y la USACH, no estaban acreditadas. En esta versión ambas instituciones sobrepasan a la PUC pues, en general, sus indicadores son parejos con relación al año anterior, siendo el factor acreditación el diferenciador.
En Ingeniería Civil Eléctrica/Electrónica, la Universidad Técnica Federico Santa María se alza, por tercer año consecutivo, en el primer lugar, afianzando su superioridad. Mientras, la Universidad Adolfo Ibáñez alcanza un lugar en el selecto podio de los N°1, logrando la cima en Ingeniería Comercial. Esta institución venía metiendo presión en el segundo lugar desde 2017, y en esta edición corona un año excepcional pues, además, retuvo el primer lugar en nuestro Ranking de las Mejores Escuelas de Negocios, ratificando su posición como una especialista en esta área.
*Con la colaboración de Francisca Ramírez González.