Redescubriendo Hacienda Nápoles, el parque de Pablo Escobar
Jueves, Enero 19, 2017 - 10:06
A cuatro horas de Bogotá y tres de Medellín, este lugar se ha reinventado para convertirse en un fascinante y exótico escenario de diversión.
Inevitablemente, quienes pasan frente al enorme arco que da la bienvenida al Parque Temático Hacienda Nápoles, en el kilómetro 165 de la autopista Medellín-Bogotá, en el caluroso municipio de Puerto Triunfo, piensan en Pablo Escobar.
La réplica de la avioneta en la que envió su primer cargamento de coca a Estados Unidos sigue siendo protagonista de las fotografías de los viajeros. Incluso muchos, tal vez la mayoría de quienes se animan a adentrarse en esta enorme reserva natural, lo hacen con la expectativa de encontrar algún rastro de Escobar.
La experiencia, sin embargo, está lejos de satisfacer ese morbo. Ni siquiera sigue en pie la casa que construyó el capo. Dicen que se fue derrumbando por culpa de quienes buscaban caletas entre sus paredes y pisos. Y también que efectivamente las encontraron. Lo cierto es que hoy el propósito de este exótico parque de 1.600 hectáreas es ofrecer un espacio de diversión familiar diferente y por eso sus administradores jamás pensaron en reconstruirla y hasta instalaron una valla en la que recuerdan que Colombia siguió adelante después de esa oscura y dolorosa época del narcoterrorismo.
Y vale la pena. Por lo menos así lo confirman las decenas de personas que lo visitan, especialmente los fines de semana. Aunque muchos se inclinan por el recorrido de un día (el valor del ingreso por persona depende de las atracciones. El más económico cuesta poco más de US$ 10 y el que incluye todo, alrededor de US$ 22), lo ideal para disfrutarlo sin afanes es dormir por lo menos una noche.
Dependiendo del presupuesto y de las edades de los niños se puede escoger entre seis alternativas de hospedaje, que incluyen un espacio para acampar. La comida y el servicio no son muy buenos. Sin embargo, estar rodeado de verdes paisajes, similares a las llanuras africanas, en los que por las noches se pasea la manada de hipopótamos más grande y la única que vive libre fuera de África, hace que la experiencia valga la pena.
Aunque es posible desplazarse por el parque en bicitaxis, para estar más cómodo lo mejor es ir en carro. En las mañanas, cuando el sol y el calor que caracterizan a la región del Magdalena Medio no son tan intensos, vale la pena hacer el safari. Un recorrido en el que se observan elefantes, cebras, avestruces, nutrias, rinocerontes, tigres y suricatos.
Una pequeña zona con reptiles cautiva la atención de los más pequeños, al igual que las enormes figuras de dinosaurios que se encuentran regadas por todo el parque. Y ni qué decir de Vanesa, una hipopótamo que nació en la Hacienda Nápoles pero fue rechazad por la manada y terminó criándose entre humanos. Vive en un enorme lago y cada vez que alguien la llama se para junto a la malla y se estira en dos patas para dejarse consentir. Y casi que lo logra, de no ser porque en medio de esa docilidad que no es propia de su especie, las personas caen en cuenta de que un mordisco podría dejarlas sin mano.
Otro plan son las atracciones acuáticas, tan impresionantes como las que se encuentran en los parques de Estados Unidos. Son bastante llenas los fines de semana y el agua helada, pero garantizan horas de diversión. En Octopus el plan es tirarse por alguno de los rodaderos y caer a la piscina o bañarse en los chorros que salen de sus tentáculos.
Cataratas Victoria descresta por los 10 mil galones de agua que caen cada minuto formando una inmensa cascada que baña la piscina, sobre la que flotan un enorme barco y varios animales de plástico. En Acuasaurus se goza entre toboganes y en Río Salvaje se navega sobre una llanta.
¿Volvería? Sí. No solo por el impacto económico que ha tenido el parque en la región y por ser una escala agradable cuando se viaja de Bogotá a Medellín, sino por cuenta de la tranquilidad que se respira y lo fascinante que resulta estar rodeado del mundo animal.