Por Maribel R. Coronel, periodista en temas de economía y salud, para El Economista.
A diferencia de hace 23 años cuando la propiedad industrial era un factor determinante en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) porque México no tenía una estructura legal o regulatoria en ese renglón, hoy es un aspecto que no implica mayores riesgos ni cambios para México.
Es un punto que deja tranquila, por ejemplo, a la planta industrial de medicamentos mexicana que ya funciona bajo un andamiaje regulatorio bien estructurado de respeto a las patentes sin limitar el impulso a los productos genéricos que surgen cuando justamente expira la patente.
En todo caso, como ha dicho el titular del Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI), Miguel Ángel Margáin, los temas de discordia quedaron más o menos planchados con la intensa discusión del Acuerdo Transpacífico (TPP) que a la mera hora fue un acuerdo no firmado y no concretado. El temor en todo caso sería que se quisieran revivir algunas cláusulas de dicho TPP pero hasta el momento no se ha dicho nada al respecto.
En realidad, en la actual renegociación no hay puntos frágiles o delicados que preocupen a la industria farmacéutica mexicana que en las últimas dos décadas se ha convertido en una rama industrial importante y cada vez más exportadora. Sus exportaciones, sin embargo, son básicamente hacia abajo, es decir hacia Centro y Sudamérica, y aunque hay esfuerzos por vender hacia el norte, hasta la fecha no pintan las ventas de fármacos a Estados Unidos o Canadá.
Sí hay mucha interacción con las farmacéuticas estadunidenses. Las más importantes como Pfizer, MSD, Abbott, BMS, Eli Lilly e incluso las nuevas especializadas en biotecnología como Amgen y Abbvie, ya están aquí. Tienen operaciones significativas en México y siendo un sector muy poderoso en territorio estadunidense, no han expresado su interés en cambios en la renegociación del TLCAN. La canadiense Apotex igualmente tiene fuerte presencia en México, pero tampoco le preocupa empujar cambios arancelarios o algo por el estilo en el acuerdo trilateral.
Donde sí hay una propuesta de parte de Ottawa es en reglas de origen, donde de acuerdo con Rafael Gual, director general de Canifarma, sería la parte más sensible. Esto, por aquello de que la producción mexicana de fármacos depende de la importación de la sustancia activa. Sin embargo, la industria farmacéutica de capital nacional considera que México tiene cinco o seis maneras de demostrar que hay transformación sustancial y origen nacional. Por ejemplo, la sal se importa bajo la partida 29 y lo que se exporta es producto terminado bajo la partida 30. Ello porque en el proceso hecho en México sí se hacen mezclas, se agregan exhipientes, se hacen combinaciones y algunos otros elementos que permiten demostrar una transformación que deriva totalmente en otro producto.
Hasta el momento, este sector no vislumbra alguna posible afectación en la renegociación y su posición la sienten bien representada a través de Concamin en las rondas negociadoras.