Según un nuevo estudio que siguió a más de 2.000 niños, quienes eran expuestos a la polución eran al menos un kilogramo más pesados al cumplir 10 años.
La semana pasada la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un completo informe en el que advertía las consecuencias de la polución. Un par de cifras resumían la gravedad del problema: en 2016 murieron 600 mil niños debido a infecciones respiratorias causadas por el aire tóxico.
Ahora, justo cuando el debate en Colombia vuelve a encenderse tras la aprobación de la nueva flota de transmilenios con diésel, una nueva investigación sugiere otro problema asociado a la contaminación: puede existir una relación con la obesidad infantil.
Publicado en la revista Enviromental Health, el estudio encontró que los altos niveles de dióxido de nitrógeno que emiten los motores diésel conducen a un aumento de peso en el primer año de vida.
Para llegar a esa conclusión los autores les siguieron la pista a 2.318 niños en el sur de California (Estados Unidos). Tras hacerlo, encontraron que los menores que habían sido expuestos a una edad temprana a carreteras con mucho tráfico, especialmente a vías donde era frecuente el paso de camiones diésel, eran un kilogramo más pesados al tener 10 años.
“Estos hallazgos sugieren que las elevadas exposiciones a vías con aire contaminado durante la infancia contribuyen a aumentar el riesgo de obesidad en los niños”, apuntan los investigadores en su artículo.
“Instamos a los padres a ser conscientes de los lugares por donde pasan sus niños pequeños, especialmente si esas áreas están cerca de las carreteras principales. El primer año de vida es un período de rápido desarrollo de varios sistemas en el cuerpo”, le dijo al diario inglés The Guardian la directora de la investigación Jeniffer Kim, de la Universidad del Sur de California.
Y aunque varios estudios han establecido la misma relación, hay una pregunta que aún no se ha logrado resolver. ¿De qué manera las toxinas inhaladas influyen en el aumento de peso? Kim le dio una posible explicación a The Guardian: “El pensamiento más común sugiere que la inflamación de sistemas corporales como los pulmones, pueden extenderse hasta el cerebro, que regula el apetito y los cambios en el metabolismo de las grasas”.