Las ciudades no paran de crecer y lo hacen de manera acelerada. Las previsiones indican que para 2050 alrededor de dos tercios de la población mundial vivirá en las metrópolis. Junto con este fenómeno viene una rápida y alarmante expansión de la huella ecológica, lo cual pone en riesgo la salud de las personas y la viabilidad del hábitat.
Tan sólo tomemos de muestra la calidad del aire, la cual empeora cada vez más en ciudades grandes y medianas.
Por ello, será fundamental el cómo se produzca y use la energía, sin olvidar la manera en la que las personas y los productos se mueven, porque estas actividades generan polución a la atmósfera.
No sólo eso, tiramos cada año grandísimas cantidades de residuos sólidos y líquidos, lo cual impacta el aire y destruye o fragmenta ecosistemas.
Lo anterior indica la urgencia de acelerar la construcción de urbes resilientes, saludables y sostenibles. Y sí, es de vital importancia hacer que suceda en la Ciudad de México.
Y uno de los temas de mayor interés para la sociedad es el del deterioro de la calidad del aire.
Podría parecer exagerado, pero respirar el aire tóxico de esta urbe da miedo, porque las enfermedades asociadas son mortales.
Es por ello que una política pública sobre la reducción de emisiones contaminantes requiere de todas las herramientas posibles para detectar y actuar directamente sobre los sectores de mayor generación de contaminantes a la atmósfera.
El Inventario de Emisiones de la CDMX de 2016 arroja que la mala calidad del aire se debe, en mayor medida, al transporte.
Este sector es el de más consumo de combustibles fósiles, lo cual representa más de 60% de la energía que usa la ciudad, por arriba del sector industrial.
Así, el transporte produce las mayores emisiones de partículas PM10 y PM2.5, óxidos de nitrógeno y de dióxido de carbono, sustancias que enferman los sistemas respiratorio y cardiovascular.
Ahí no queda el asunto. Los vehículos pesados provenientes de otras entidades del país emiten el 30% de las emisiones totales que se generan en la ciudad.
Desafortunadamente, no puede frenarse el ingreso de esos camiones chimenea, pues muchos trasladan productos básicos. Sin embargo, las autoridades podrían imponer controles estrictos para poder entrar a la CDMX, pero no lo hacen.
Para desgracia de los habitantes de la ciudad, lo anterior ha sido una omisión de ésta y otras muchas administraciones atrás.
No podemos pasar por alto los 2.3 millones de vehículos que transitan por las calles de la CDMX, de los cuales 71% son autos y camionetas SUV de uso particular.
El inventario de emisiones indica que cada automóvil particular emite un promedio anual de cuatro toneladas de dióxido de carbono, alrededor de 7.65 kilogramos de compuestos orgánicos volátiles y 8.2 kilogramos de óxido de nitrógeno.
Pero mientras el sistema de transporte masivo siga siendo insuficiente y no sea cero emisiones, el panorama continuará siendo grisáceo.
Otro grave problema de contaminación del aire es el de los desechos urbanos, pues producen 89% del total de metano.
Cuando la basura está en tiraderos a cielo abierto, al descomponerse produce metano, el cual no sólo contamina el aire, sino que es precursor del calentamiento global.
Sin duda, el Inventario de Emisiones de la CDMX es una gran herramienta para hacer una política pública ambiental de gran alcance para mejorar la calidad del aire.
Lo mismo puede decirse del nuevo indicador de calidad del aire de la Secretaría de Medio Ambiente de la CDMX y que fue creado por el Instituto Marron de la Universidad de Nueva York.
Este indicador tiene una escala del 1 al 10 y las personas podrán ubicar cuál es el rango en el que sienten molestias al respirar aire contaminado o, si tienen alguna enfermedad, ayudará a saber en qué punto se exacerba el padecimiento.
Qué bueno que haya instrumentos para el beneficio de la población, sin embargo, de nada servirán si no se ataca la raíz de la mala calidad del aire.
Para ello se requiere de la colaboración de todos los sectores para hacer un uso eficiente de la energía, transitar hacia las energías renovables, hacer eficiente la recolección y tratamiento de la basura, y mejorar el sistema de transporte por uno que sea cero emisiones y suficiente para desincentivar el uso del auto particular, sólo por mencionar algunos factores de atención.
Porque, sin lo anterior, la ciudad podrá tener un plan de movilidad en bicicleta muy ambicioso, pero, ¿cómo se le garantiza a las personas que no enfermarán por respirar aire tóxico si deciden hacer de la bici su transporte principal todos los días?