Sinónimo de pobreza, inestabilidad y riesgo geopolítico, África busca su lugar en la economía global. Algunas empresas latinoamericanas se han tomado en serio el desafío de hacer negocios en ese continente.
En diciembre de este año vence el pacto de accionistas de Galp Energia, una empresa portuguesa de exploración y explotación de petróleo con ventas por 12.000 millones de euros. La carrera por el control se juega entre Lisboa, Brasilia, Roma… y Luanda, la capital de Angola. Negociando de igual a igual con el Estado portugués, Petrobras y la italiana ENI, se encuentra Sonagol, una de las cuarenta mayores empresas de África.
Pero lo más sorprendente es que, en las sombras de esta puja por el oro negro, se encuentra una mujer, Isabel dos Santos, hija del caudillo angoleño Eduardo dos Santos y una de las mayores fortunas del continente. Decir que es la zarina de los negocios en Angola es más que literal (su madre es rusa): medios portugueses y brasileños la sindican como la piedra de tope para que Petrobras no haya concretado, aún, el control de la petrolera portuguesa.
Bienvenidos al singular modelo africano: un Eldorado que esconde enormes riquezas, pero donde hacer negocios es aún cosa de bravos.
Según el informe The African Challengers, elaborado por el Boston Consulting Group (BCG), África está saliendo de las sombras y cuenta ya con decenas de compañías globales como Sonagol y su brazo financiero, el Banco Africano de Investimentos, que realizan negocios en Europa, África, el Medio Oriente y Brasil.
Varios países africanos tienen indicadores económicos comparables con América Latina. Gabón y Botswana, por ejemplo, tienen un PIB per cápita superior al de Brasil e índices de desarrollo humano comparables a los de Nicaragua (ver tabla).
La palabra clave es petróleo. Desde el descubrimiento de los primeros yacimientos en Guinea Ecuatorial hace 14 años, el PIB de este minúsculo enclave español, ubicado en la costa Occidental, se ha casi triplicado. El auge angoleño partió a mediados de la década, una vez concluida la guerra civil (1975-2002) que prácticamente dejó al país en ruinas. Hoy es miembro de la OPEP y ha recibido inversiones por un total de US$ 16.515 millones en los últimos 20 años.
Según el informe del BCG, aparte de petróleo, el continente africano posee 82% de las reservas mundiales de platino, 55% de las reservas de diamantes, 50% de las reservas de fosfatos y un cuarto de la tierra arable del planeta.
La institucionalidad, aún precaria, muestra algunos signos de mejora. “Los gobiernos han adoptado políticas, en su mayoría conformes a la valorización del capital”, señala el economista Bernard Conte, investigador del Centro de Estudios del África Negra (CEAN) con sede en Burdeos. “Por ejemplo, contribuciones sociales bajas, poca tributación sobre las utilidades, libre circulación de capitales y baja sindicalización”.
Para entender la situación actual de África hay que remontarse al complejo proceso de descolonización de los años 60 y 70, que incluyó sangrientas guerras civiles cuyas secuelas se sienten hasta hoy.
“Todo el periodo posterior fue muy violento y duro para África. Hay un rechazo muy grande de la población hacia el pasado reciente”, afirma Alcides Leite, profesor de la escuela de negocios Trevisan de São Paulo.
Ello ha dado ventajas a países como Brasil, que no cargan con el karma del colonialismo. Por el contrario, fue el primer país del mundo en reconocer la independencia de Angola y, durante el gobierno de Lula, ha abierto un total de 16 embajadas en África.
Las empresas brasileñas no se han quedado atrás. Banco do Brasil firmó una alianza con Bradesco y el banco portugués Espírito Santo para expandirse en África. Odebrecht opera carreteras concesionadas y proyectos inmobiliarios en Angola. La constructora Camargo Corrêa está en el negocio de las líneas de transmisión eléctrica y la construcción de una represa en Mozambique. Petrobras está en Nigeria, Angola, Mozambique y Guinea Ecuatorial.
“Hay también muchas oportunidades para el sector agroalimentario”, afirma Leite. “El modelo brasileño de explotar con éxito suelos pobres podría replicarse en África, donde el clima también es similar”.
La Embrapa, el organismo estatal brasileño de investigación y desarrollo en agricultura, ha instalado una oficina en Ghana e iniciado proyectos de investigación en Mali, mientras que el gigante Brazil Foods abrió una oficina en Johannesburgo para prospectar nuevos negocios en la región, más allá de las exportaciones.
El caso de Optimisa, una empresa chilena de software, es una prueba de que América Latina tiene credibilidad en África. Su experiencia en desarrollar una plataforma de declaración y pago de impuestos por internet en Chile le valió ser invitada a una licitación para hacer lo mismo en Kenia. “Descartaron trabajar con empresas europeas y optaron por un sistema como el nuestro, más adaptable a la realidad de ellos”, afirma Alfredo Piquer, presidente de la compañía, recordando que la dependencia financiera con los antiguos colonizadores es un tema delicado. El lema de la autoridad tributaria keniata es “pagar impuestos nos hace libres”.
Pero hay un actor foráneo que tiene grandes planes y recursos para la región. China ha destinado en los últimos años el 10% de su inversión directa en el extranjero (unos US$ 5.000 millones) y casi la mitad de sus fondos de ayuda al desarrollo a África. Donó recientemente US$ 12 millones para construir el salón de conferencias de la Unión Africana (organismo similar a la OEA) en Adis Abeba, Etiopía.
Pese a sus avances, las economías africanas dependen en extremo de la exportación de commodities y son particularmente sensibles a los precios internacionales de los alimentos. “Un problema grave es la débil escala del mercado interno, que no puede desarrollarse dada la necesidad de limitar las alzas salariales para mantener la competitividad internacional”, señala Bernard Conte.
Como en Latinoamérica, en África conviven lo moderno y lo ancestral, pero a un nivel más extremo. “Un ingeniero puede desaparecer durante una semana, en medio de un proyecto, porque debe visitar a su madre enferma en una aldea rural”, recuerda Piquer, de Optimisa. “Nadie se lo va a objetar”.
Pese a los avances, aún queda mucho camino por recorrer. Según el último informe Doing Business, el ambiente de negocios en Angola ocupa el lugar número 169 de un total de 183 naciones estudiadas. Mozambique está en el 135 y Botswana, en el 45. La burocracia y la corrupción son rampantes.
El anecdotario de los gobernantes africanos va de lo triste a lo escandaloso. Teodoro Obiang gobierna Guinea Ecuatorial desde 1979 y gana rutinariamente las elecciones con más del 90% de los votos (parte de su fortuna fue detectada en el Banco Riggs, junto a la de Augusto Pinochet). Ali Bongo Ondimba, cuyo objetivo es transformar a su país, Gabón, en la primera zona económica de África Occidental, prohibió recientemente la utilización comercial de su imagen personal.
Pero los africanos globales siguen consolidándose. Sonagol debutará en 2012 en las bolsas de Nueva York y Johannesburgo, y ha anunciado su interés en explorar yacimientos petrolíferos en Ecuador. Isabel dos Santos, por su parte, acaba de entrar al negocio de la TV de pago en la vecina Mozambique y está moviendo sus piezas para quedarse con una licencia de telefonía móvil en dicho país. Otra ficha más en el tinglado de sociedades y bienes raíces que administra entre Angola y Lisboa: una ex colonizada que ahora es colonizadora.