La Cusco Fashion Week se posiciona promoviendo la originalidad de los materiales, técnicas y formas de comercialización.
Todavía no ha llegado a ocurrir, pero existe el serio riesgo de que la cantidad de Fashion Weeks que se realizan en el mundo supere a la de locales de McDonald’s. Como pasaba a fines del siglo XIX, donde ninguna ciudad que se respetase podía dejar de tener su teatro de ópera, en el XXI a todas las viste una pasarela con modelos altivas y diseñadores de moda.
A veces, sin embargo, el evento sí aporta algo nuevo. Es lo que ocurrió con el Cusco Fashion Week. “Lo que se busca es posicionar al Cusco como una plaza latinoamericana de moda especializada en comercio justo y ético”, dice Mario Ocharán, director de exportaciones de PROMPERU, la agencia encargada de promover la imagen peruana en el exterior. “Por ello, agrega, las colecciones fueron elaboradas bajo estos conceptos, con la participación de criadores de camélidos y artesanos de Sicuani, Ocongate, Espinar y Urcos”. En efecto, las prendas fueron confeccionadas de fibra de alpaca y vicuña provenientes principalmente de la Cooperativa de Producción de Camélidos (COPECAM) que agrupa a unos 2.000 criadores de alpacas y 120 de vicuñas, así como de la Asociación de Criadores de Vicuña de la Región Cusco (ACRIVIRC).
Algunas técnicas también fueron originales, como las de las diseñadoras cusqueñas Grethel Gonzales y Varignia García. La primera mostró indumentarias en las que empleó la técnica del telar de pie y el tejido plano de alpaca de doble cara. Y la segunda, alpaca y vicuña hiladas artesanalmente con la pushca tradicional y teñida con plantas. ¿Alcanzará para que el evento no sea flor de un día? “Cusco lo tiene todo para ser una plaza importante de la moda. Moda y técnica, tradición, mística, energía. De hecho este desfile ha mostrado que somos capaces de hacer cosas interesantes y de gran valor”, apuesta Carla Cruzado, diseñadora de modas y gerente de la marca de prendas de vestir Cruzando los dedos. A cruzarlos, entonces.