¿Quiere comprar un bien raíz y además producir vino?
¿Qué tal US$ 15.000 por un tiempo compartido de una semana al año para dos personas ad infinitum? Es cierto que Rivadavia, en la provincia argentina de Mendoza, no ofrece las playas del archipiélago de las Seychelles. ¿Pero si le agregamos una rentabilidad anual del 6% al 9% en dólares sobre esos US$ 15.000? ¿Prefiere olvidarse de esa rentabilidad y recibir 60 botellas de vino Syrah, Ancelotta o Chardonnay? ¿Tomárselas o venderlas? Espaladares de Mendoza es un novedoso sistema de inversión inmobiliaria que, según sus creadores, permite un mix de opciones poco común. “Un inversor puede pedirnos que le demos su parte de la producción en botellas y arriesgarse a venderlas él mismo o puede, con un socio independiente nuestro, tener la comercialización resuelta”, dice Carolina Sánchez, vocera del emprendimiento.
Con 240 cuotas ya vendidas (US$ 3,6 millones), la producción de cinco varietales, en algo menos de 100 hectáreas, comenzará en tres años. A ello habrá que agregar el aporte de una quebrada con nogales. “Es un fideicomiso que incluye toda la producción del terreno y hasta la Posada del Vino, con sus cuatro suites, piscina y área de juegos, donde el inversor elige qué tipo de inversor quiere ser y qué tipo de riesgo quiere correr”, dice Sánchez. Parte del vino se venderá a granel, parte se embotellará para uso individual, parte se comercializará con marca y también habrá la posibilidad de que uno o más de los inversores se pongan de acuerdo para crear una marca premium con su corte y etiquetas especiales.
Por una vez, Mercurio, el dios del comercio, y Baco, el del vino, van del brazo.