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Bajando el punto de cocción
Viernes, Julio 16, 2010 - 10:42

Brasil necesita bajar de revoluciones y enfriar un poco su economía.

La economía brasileña lleva mucho tiempo cociéndose a fuego alto. Los US$ 444.000 millones de PIB anualizado que generó el país en el primer trimestre de 2010 fueron 9% más que a igual trimestre de 2009. Se trata de la tasa de crecimiento más alta en 15 años, lo cual activó las alarmas de un sobrecalentamiento de la economía.

Aunque a mediados de mayo el Banco Central, presidido por Henrique Meirelles, elevó la tasa de interés de referencia con el fin de evitar que el alto crecimiento genere presiones inflacionarias, muchos activos ya están con síntomas de subida de precios.

 “El Banco Central brasileño está muy por detrás de la curva”, dijo al diario brasileño Valor Económico el economista de Citigroup Willem Buiter, ex alto funcionario del Banco de Inglaterra. “O el crecimiento brasileño ha alcanzado niveles insostenibles o la ley de gravedad ha sido suspendida”. 

No son pocos los analistas que han llamado la atención sobre el efecto de las políticas fi scales y monetarias expansivas a las que han acudido las autoridades brasileñas para enfrentar la crisis global. Eso, acompañado de los buenos precios que tienen los commodities que exporta Brasil y de un generoso BNDES (el Banco Nacional de Desarrollo), estarían alimentando el fuego al que se cocina la mayor economía de la región. El ministro de Finanzas, Guido Mantega, no obstante, dice que la situación está bajo control. 

“Este año tendremos un alto crecimiento, pero a tasas decrecientes”, explica Mantega. "Recientemente ha habido un significativo cambio en las políticas económicas y el Estado comenzó a manejar este crecimiento con nuevas iniciativas”.

El presidente del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn, ya había advertido sobre el efecto que podrían tener los altos influjos de capital en las economías emergentes en la sobrevaloración de ciertos activos.

 Mantega señala que la meta de inflación de 4,5% anual (+/- 2 puntos) se conseguirá, que no se requieren controles adicionales a los flujos de capital (ya se puso un impuesto en 2009) y que no hay riesgos de burbujas. Hay señales que lo confirman: la leve caída que tuvo hace poco el consumo del comercio detallista muestra que no todo va al alza y que hay espacio para el control. Ojalá sea así y que las autoridades económicas brasileñas no se enamoren demasiado de su propia historia de éxito.