En medio de los problemas económicos de Estados Unidos y Europa, China ocupa un papel cada vez más preponderante en los destinos de América Latina.
El impacto de la crisis económica mundial en América Latina bien podría titularse: Crónica de una Muerte Exagerada.
Hace 18 meses, la prensa regional y muchos expertos en São Paulo, Santiago, Lima, Nueva York y Londres emitían tenebrosos pronósticos de dolor y agonía para la región, en línea con la tradicional noción de que un resfrío en Estados Unidos provoca una pulmonía en Latinoamérica. También estaban los economistas que hablaban del “desacoplamiento”: que los mercados emergentes se habían profundizado lo suficiente como para que su crecimiento no dependiera exclusivamente de la salud económica estadounidense.
Ahora que el polvo se ha disipado un poco queda claro que ambos grupos tenían algo de razón y que, al mismo tiempo, estaban errados. México, cuya economía depende mucho de la de Estados Unidos, sufrió una recesión dolorosa: su PIB se contrajo más de 7% en 2009. En cambio, para los países de la región que han hecho buenos negocios con otros mercados emergentes, el período de convalecencia fue mucho más corto y menos atormentado de lo que se temía. Algunas economías, como la peruana, por ejemplo, ni siquiera se contrajeron.
Un manejo macroeconómico responsable y mercados de capitales locales más maduros fueron factores importantes para que muchos países de la región lograran superar la crisis como pocas veces había ocurrido antes. Pero hubo otra razón poderosa para este aterrizaje suave: China.
El dragón asiático está jugando un papel cada vez más importante en la vida económica de los latinoamericanos. El voraz apetito chino por materias primas ha contribuido a que los precios de los commodities, desde el cobre chileno al níquel peruano y el mineral de hierro brasileño, se hayan mantenido elevados. En algunos casos, China ha comenzado a desplazar a Estados Unidos como el principal socio comercial, y algunos expertos creen que esta tendencia se seguirá fortaleciendo en la próxima década, lo que podría redibujar el mapa de prioridades políticas y comerciales de la región.
“China se ha convertido en un reto para el orden establecido”, dice Geraldo Vasconcellos, profesor de Finanzas y Economía de la Universidad Lehigh, en Bethlehem, Pennsylvania. “Estados Unidos ha sido el socio comercial dominante para la mayoría de los países latinoamericanos, y la Unión Europea tradicionalmente ha ocupado el segundo lugar, pero en los últimos años esto ha dejado de ser el caso”.
El ascenso de China como socio comercial de la región ha sido vertiginoso, creciendo en los últimos 10 años a una tasa de más de 37% al año. Según un estudio elaborado por SinoLatin Capital, una firma de inversiones y asesoría especializada en el intercambio entre América Latina y China, las importaciones chinas de materias primas han aumentado desde US$10.000 millones en 1990 a US$ 394.000 millones en 2008. La balanza comercial entre China y la región ha ido desde menos de US$10.000 millones en 2000 a más de US$143.000 millones en 2008. China es actualmente el principal destino para las exportaciones brasileñas y chilenas, y el segundo para los envíos de Argentina, Perú, Costa Rica y Cuba.
Hasta ahora China ha destinado montos de inversiones extranjeras directas relativamente bajos en la región, pero ha comenzado de a poco a ofrecer considerables líneas de crédito para la región, incluyendo ofertas por US$ 20.000 millones para la estatal Petróleos de Venezuela, como una manera de garantizar el suministro de crudo a largo plazo.
CAMBIO DE EJE
El rápido ritmo con que viene creciendo la economía china, en medio de proyecciones que pronostican que suplantará a la estadounidense como la mayor del mundo en 20 años más, está modificando la percepción de algunos países de la región de lo que es el ordenamiento mundial.
“Claramente, varios países ven a China como la potencia mundial emergente y no sólo un miembro más del llamado BRIC, sino como un país que en algún momento va a superar a Estados Unidos como la potencia mundial en este siglo”, dice Cynthia Arnson, directora del Programa Latinoamericano del Woodrow Wilson International Center de la Universidad de Princeton.
El grupo de países en América Latina que está mirando a China no sólo está compuesto por países que activamente exhiben una retórica hostil hacia Estados Unidos, como Venezuela, sino otros que tradicionalmente han mostrado posturas más mesuradas, como Chile. El problema es que el nuevo orden comercial pone a muchos países en la incómoda situación de eligir entre Estados Unidos, un aliado tradicional, si bien a ratos incómodo e interventor, y China, un socio que no tiene exigencias políticas para con la región con tal de asegurar sus metas de suministro de materias primas.
China ofrece una relación que, a un continente traumatizado por intervenciones pasadas, le parece una postura refrescante. Pero al mismo tiempo ningún país de la región se puede permitir ignorar a Washington. Esta incómoda situación queda en evidencia con las posturas de Brasil. Por un lado, Lula se junta con enemigos abiertos de Estados Unidos como Irán, país con el cual tanto países latinoamericanos como China tienen buenas relaciones. Por otro, el mandatario brasileño también se unió en mayo al coro encabezado por la Casa Blanca para criticar la política monetaria de Beijing, en especial, el bajo valor del yuan.
Sin embargo, los analistas también creen que es cuestión de tiempo para que China comience a participar más agresivamente en el escenario geopolítico internacional, haciendo uso de la influencia que está obteniendo a través de sus avances económicos.
“China comenzará a adoptar una política internacional más agresiva”, dice Yoel Sano, jefe de analistas de Asia de la firma Business Monitor International (BMI), una firma de investigación de mercado especializada en mercados emergentes, con sede en Londres. “La pregunta es si va a comenzar a hacerlo bajo un formato que busca avanzar únicamente en sus intereses o si adoptará una posición más moderada, que coloque sus intereses en armonía con los intereses del resto del mundo, bajo una perspectiva más multilateral”.
Lo cierto es que las compañías estatales del país asiático continuarán posicionándose en los mercados emergentes para ingresar con cada vez más poder a la cadena de suministro de commodities. Según un informe sobre las relaciones entre China y Estados Unidos elaborado por BMI, las compañías chinas estarían en ventaja frente a las empresas estadounidenses en este sentido debido a que están libres de algunas de las limitaciones que enfrentan sus pares occidentales. “Las compañías estatales chinas tienen una ventaja sobre las firmas privadas estadounidenses, dado que ellas basan sus decisiones de inversión sólo en consideraciones de negocios, sin las presiones sobre la buena gestión, derechos humanos y el cuidado ambiental (que se les exige a las firmas estadounidenses)”, señala el informe. “Las firmas chinas exigen menos del país anfitrión. Esto les permitiría conseguir un asidero en algunos mercados, lo que seguramente fastidiará a los negocios estadounidenses”.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Pese a que China ha sido un salvavidas para muchos países latinoamericanos en esta crisis, algunos analistas creen que los países de la región deben mantener cierta cautela frente a la incursión de las empresas y el gobierno chinos.
“América Latina debe tener cuidado con los compromisos que firma con China”, advierte George Haley, profesor de Marketing y Negocios Internacionales de la Escuela de Negocios de la Universidad de New Haven y autor del libro The China Tao of Business. “No hay que olvidar que las empresas chinas son estatales y cualquier tratado que es firmado con ellas son en realidad tratados que son firmados con el gobierno chino, de modo que al otorgar concesiones, lo que se está haciendo es otorgar derechos sobre tus recursos básicos a un gobierno extranjero”.
En cuanto a la autonomía de las empresas estatales, Haley señala que eso no existe en China. “Los chinos no separan la influencia económica de la influencia política. El área política y la económica es una sola, y el área económica está al servicio de la política”.
Por otro lado, el mayor intercambio comercial entre China y América Latina también constituye un riesgo para ciertos sectores de la región, ante el abundante ingreso de productos manufacturados de bajo costo a la región.
Los expertos señalan que la presencia china en América Latina ha sido muy beneficiosa para aquellas empresas dedicadas a la exportación de materias primas, pero para muchas de las empresas que tratan de abrirse paso en los mercados dentro del segmento de manufactura ligera, la ola de productos chinos que está entrando ha sido muy nociva, particularmente en el área de juguetes, calzado y textiles, y en los últimos años, en ámbitos como la tecnología y la industria automotriz.
Los más duros golpes en este sentido los han recibido México y varios países centroamericanos.
Robert Devlin, asesor del secretario general de la CEPAL, dice que los países de esa región están en desventaja a la hora de competir. “Las ventajas naturales de producción que tiene China son sustanciales. Tienen una mano de obra de bajo costo, y la prima salarial que se paga en América Latina no es compensada por una mayor productividad”, dijo recientemente en un foro organizado por el Woodrow Wilson International Center.
Algunas empresas de la región han sabido aprovechar esta estructura de costos. La chilena Falabella, uno de los mayores retailers de América Latina, con presencia en Argentina, Perú y Colombia, además de Chile, fabrica gran parte de su oferta textil en China. Pero en este rubro la empresa con sede en Santiago ha sido una excepción en América Latina.
“Los países latinoamericanos están en este momento disfrutando de una ola rentista de commodities y ya hemos visto esto en el pasado. Sabemos que una vez que desaparezca la ola no es mucho lo que queda”, advierte Devlin. “Es importante que los países latinoamericanos comiencen a tener una visión estratégica y empiecen a trabajar con sectores privados y con sus gobiernos para ver cómo se va a aprovechar esta ola de manera que luego puedan contar con un crecimiento autóctono que permita con el tiempo agregar valor a sus exportaciones”.