Es reconocido como el cruce fronterizo más activo del mundo. Fue en esta garita donde decidí realizar, a los 34 años de edad, mi primer cruce al país de las barras y las estrellas...
Cruzar la línea significa en el mundo entero exceder los límites de lo permitido, ir más allá de lo moralmente adecuado o abusar de la confianza del otro. Pero en Tijuana es un acto cotidiano cargado de monotonía, aunque en sus momentos más intrépidos suene a “contrabando y traición”. Allá donde dicen los mexicanos que termina la patria (o empieza, según sea el caso) cruzar la línea se refiere a pasar al otro lado, atravesar la garita de manera legal y llegar a los Estados Unidos.
Reconocido como el cruce fronterizo más activo del mundo, se estima que cada día pasan 50.000 autos y unas 25.000 personas a pie. Fue en esta garita donde decidí realizar, a los 34 años de edad, mi primer cruce al país de las barras y las estrellas. Antes de cruzar visité a Martín Borchardt, uno de los locutores latinos más reconocidos de la Unión Americana, quien transmite por Radio Hispana (en el 1470 de la banda AM) y es el conductor de Telemundo 33 de San Diego. Para mi sorpresa, Borchardt me informó que existen empresas dedicadas a contar cuánta gente está en la línea, el servicio se da por teléfono o bien a través de las estaciones de radio.
Las autoridades de México y EE.UU. se han planteado como fecha 2016 para que el cruce sea más ágil. El gobierno estadounidense ha destinado US$ 577 millones para ampliar la garita a 62 carriles de entrada a aquel país. Además, en la zona conocida como El Chaparral ya se trabaja en la ampliación del cruce peatonal en ambos sentidos, pues se estima que reducir en una hora la espera en el cruce fronterizo generaría ganancias de US$ 7.000 millones al año para la región.
Eran las 9 de la mañana y consulté el servicio de información sugerido por Bochardt. Me enteré de que en la garita ya esperaban 1.100 personas. 1.100 paisanos formados, esperaban para ir rumbo a sus trabajos o a la escuela. Para cruzar en automóvil el promedio era de 260 autos por puerta, más de 3.000 en total. Podía esperar 120 minutos… o cinco horas. Todo depende del azar, o de si sucede algo, como el 14 de septiembre pasado, cuando la garita se derrumbó sobre 15 vehículos. Desde entonces sólo funcionan 12 puertas de las 24 existentes, y así será hasta que se termine de construir la ampliación del cruce.
Ver las filas de carros supone ya un espectáculo que se completa con las decenas de vendedores ambulantes, que del lado tijuanense venden churros, verduras con chile, paletas de hielo, e incluso un imitador de Michael Jackson. Es José Hernández, un autonombrado bailarín que a sus 65 años realiza el célebre moonwalk, ataviado ya sea con el traje blanco y camisa negra (exclusivo para la rutina de Smooth Criminal) o todo vestido de negro (cuando baila Dangerous), con un solo guante blanco y el sombrero tipo gángster. Todo para obtener unas monedas de su “público cautivo”, pues una vez que se forma uno en la fila de autos es casi imposible salirse sin generar sospechas en los oficiales de inmigración.
Incluso pasada la medianoche hay autos cruzando, unos 200 o 300 divididos en las puertas abiertas a esas horas.
Miro el desierto y siento el calor; la fila peatonal se ve interminable, pese a que, según dicen los locales, “es la vía más rápida”. Existen unas camionetas o pequeños autobuses con capacidades que varían de los 12 a poco más de 20 pasajeros que por cinco dólares lo llevarán al pie de la garita en un trayecto no mayor de 500 metros, donde descenderá y cruzará a pie, todo en un lapso de 45 minutos, a veces menos.
Lo curioso de todo esto es que cruzar de regreso a México es algo mucho más calmado, al menos a pie. No hay filas ni oficiales pidiendo papeles o realizando revisiones exhaustivas. Es como cruzar en la triple frontera del lado brasileño al paraguayo. Los vendedores son los menos, algunos hispanos (presumiblemente mexicanos) vendiendo bolsas con 12 snickers por apenas dos dólares.
Y entonces uno se imagina por qué pasan tantas armas a México desde el norte. Si, total, comprarlas en EE.UU es tan fácil como comprar una bolsa de snickers y cruzar la frontera.