Murilo Ferreira, actual CEO de la brasileña Vale, asumió hace un año en una compañía llena de problemas. Lograr soluciones determinará su destino como héroe o villano.
En abril de 2012 Myles Sullivan, representante del principal sindicato metalúrgico de Canadá llegó a Rio de Janeiro y se dirigió hacia la sede de Vale, el gigante minero brasileño, que por ese entonces realizaba su junta anual de accionistas. Sullivan venía a unirse a las protestas ambientalistas y sindicales en representación de los trabajadores que Vale emplea en cuatro provincias canadienses, desde que adquirió la productora de níquel Inco en US$ 17.000 millones. En una de ellas, ubicada en Ontario, han muerto cuatro trabajadores en el último año.
Por lo general este tipo de viajes tienen lugar de sur a norte y no al revés, con líderes obreros e indígenas latinoamericanos apostándose frente a las sedes corporativas de Chevron o Exxon. Pero Vale está hace bastante tiempo en esa misma liga. Y sus problemas no se limitan a los sindicatos ni a los defensores de la selva amazónica. Desde que asumiera el cargo hace un año, el CEO Murilo Ferreira enfrenta un complejo escenario interno y externo. Menores precios del mineral de hierro han perjudicado los resultados, las ventas han caído un 11% y las utilidades un 41% durante el primer trimestre de 2012. Según datos de la consultora Economatica, el valor de mercado de la empresa ha caído en US$ 26.000 millones.
Test de estilo
Ferreira tiene fama de austero y conciliador. En entrevista exclusiva con AméricaEconomía pone los problemas de la empresa en contexto. “No soy un recién llegado a Vale”, señala. “Llegué siete meses después de la privatización, en1998, y me quedé hasta 2008. Viví varios ciclos económicos”.
Ferreira se queja de la mala memoria y recuerda momentos duros, como el ejercicio 2001, junto a otros exuberante como 2006. “El que creyó que la crisis de 2008-2009 se había cerrado hizo una evaluación económica precipitada”, afirma.
Cauteloso en sus comentarios, Ferreira evita criticar a su antecesor, pero sus decisiones marcan un cambio de rumbo. Tras asumir sacó a cinco directores y suspendió el programa de construcción de grandes cargueros, proyecto emblemático de la administración de Roger Agnelli, su predecesor en Vale. Sobre problemas sindicales, Ferreira afirma que el clima organizacional de hoy es mejor del que encontró a su llegada. “Donde voy converso con los sindicalistas. Tengo planeado ir a Canadá para conversar con ellos”, dice de los problemas de Vale en ese país, una de las causas de los decepcionantes resultados financieros.
Otra causa es el mineral de hierro, el principal producto que Vale explota y exporta. Las intensas lluvias de 2011 complicaron la extracción del mineral en Brasil. Y la coyuntura mundial anticipa precios a la baja. De hecho se desmoronaron en octubre del año pasado de US$ 170 por tonelada a US$ 116. “Hoy la modalidad de los contratos es con fijación de precio futuro o ventas en el mercado spot, embarque por embarque”, explica Ferreira. “Hoy están en la franja de US$ 140-150”.
Para el analista Jonathan Brandt, de HSBC de Nueva York, los malos resultados de Vale del primer trimestre son justificables. “La expectativa es que los números sean mejores”, dice.
Sin embargo, las compras de China muestran un lento crecimiento y representan focos de incertidumbre. Ferreira pone paños fríos. Reconoce que algunos sectores en China “no están tan recalentados como en el pasado reciente”, pero tampoco están “en una burbuja o una recesión”.
La cautela de Ferreira se demuestra también en la decisión de revaluar la viabilidad del proyecto de potasio Río Colorado, en la provincia argentina de Mendoza. La reciente expropiación de YPF por el gobierno de Cristina Fernández y la elevada inflación argentina cambiaron las premisas que dieron luz verde al proyecto de US$ 5.900 en 2010.
Otro ejemplo: en mayo pasado anunció la venta de la participación de 61,5% en Cadam, productora de caolín (arcilla utilizada en fabricación de porcelanas y en medicamentos), por US$ 30,1 millones. También confirmó haber contratado asesores para negociar la venta de activos de petróleo y gas natural, avaluados en cerca de US$ 1.000 millones. “Los asuntos que signifiquen dispersión de la atención los resolveremos dentro de este año”, dice Ferreira.
Dentro de Brasil, otro asunto que quita el sueño a Ferreira es la causa judicial que se arrastra desde 2011 en el Tribunal Superior de Justicia (STJ, por sus siglas en portugués). Vale está siendo juzgada por no pagar impuesto a la renta ni las contribuciones sociales (un impuesto que en Brasil grava entre el 12% y el 14% de las ganancias brutas) de las empresas que controla en el exterior, lo que debía realizar según un decreto provisional emitido en 2001. Para Ferreira fue la sorpresa más desagradable que ha tenido hasta ahora. La cuenta podría ascender hasta unos US$ 15.000 millones. Y en Suiza enfrenta un problema similar: una decisión judicial le exige pagar 176,5 millones de euros (US$ 220 millones) en impuestos atrasados del período 2006-2009.
Hay quienes se preguntan por qué la compañía no ha provisionado este valor en sus balances. Ferreira se escuda en los abogados: “Creen que nosotros tenemos un caso sólido y que no deberíamos hacer esa provisión, lo que fue aceptado por los auditores independientes”.
Un CEO previsible
El mercado financiero ha recibido esta andanada de malas noticias con cautela. Los papeles Vale son parte tradicional en la cartera de los principales inversionistas. Para analistas y corredoras no es cosa de llegar y castigarla en sus recomendaciones. Pedro Galdi, de la corredora SLW y analista del sector, argumenta que no hay razones para cuestionar la gestión de Ferreira porque los problemas son herencia de la administración anterior. “Mucho se especuló sobre los cambios que podría poner en práctica, pero no se cambia Vale de un día para otro. Él está manejando la empresa sobre modelos ya establecidos, bajo una nube negra, rayos y truenos”, comenta Galdi.
La industria minera mundial lleva 10 años de consolidaciones, fusiones y adquisiciones que han cambiado el mapa. Vale participó de ello a lo grande, al comprar Inco en Canadá, hoy fuente de más de un dolor de cabeza. Por otra parte, la fusión entre las suizas Glencore y Xtrata (“Juego de tronos”, AméricaEconomía N° 410) podría crear un gigante minero global, además de traer cambios en la comercialización de minerales como hierro y níquel. Frente a este escenario Ferreira recuerda su primer contacto con analistas de mercado, hace más de un año: “Les dije que yo buscaba traer sustancia al accionista y no tamaño. Hacer operaciones de fusiones y adquisiciones no está en los planes de Vale. Soy absolutamente previsible”.