Está por verse si las facciones internas del chavismo logran mantener la unidad en los meses que se avecinan.
Los caudillos se despiden con frases grandilocuentes como el famoso “no se os puede dejar solos” de Franco. O sorpresivamente escuetas como “esto se acabo”, de Juan Domingo Perón. Pero más importantes son los gestos: el militar que derrocó a la república española dejó en su lugar a un joven monarca que encabezó una transición democrática; el argentino, en cambio, instaló a su viuda, abriendo las puertas al caos político entre facciones.
En Venezuela, hoy, se vive una tensa expectativa. Antes de partir a La Habana el presidente Hugo Chávez dejó el camino marcado. En un gesto impensable meses atrás, puso su dedo en el recién nombrado vicepresidente y ministro de Exteriores desde 2006, Nicolás Maduro, para que le sucediera en caso de presentársele una “circunstancia sobrevenida” que lo inhabilitara. Lo hizo por televisión el 8 de diciembre, acompañado, de lado y lado, de los dos hombres fuertes del chavismo. A su izquierda, su elegido, Nicolás Maduro, y a su derecha, el presidente de la Asamblea y excompañero de armas, Diosdado Cabello.
“Fue un simbolismo. Chávez le estaba entregando el mando al sector civil con la venia del sector militar. Una venia, por cierto, arrancada por la vía de la autoridad que él ejerce”, apunta el exviceministro de asuntos para Asia y Oriente Medio de Maduro hasta 2007, Vladimir Villegas, ahora militante en las filas opositoras.
¿Cómo recibió el chavismo la noticia?, ¿están todos los sectores satisfechos con el nombramiento?, ¿acatarán la decisión sin rechistar, incluso, si Chávez muere?
MAPA DE PODER
Pese al hermetismo y a la heterogeneidad que impera en el chavismo, quienes convivieron durante años en ese círculo distinguen entre dos grandes sectores. Para Villegas, hermano del flamante ministro de Comunicación Ernesto Villegas (encargado de leer con aplomo algunos partes médicos de Chávez), hay “básicamente” dos grupos: el militar y el civil.
El ala militar está encabezada por Diosdado Cabello, un teniente retirado de 49 años que participó en el fallido golpe de Estado que Chávez lideró en 1992. Cabello fue vicepresidente y asumió interinamente la Presidencia durante la asonada que sacó brevemente a Chávez del poder en 2002. Ahora preside el Parlamento y es vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). En el grupo que encabeza Cabello conviven muchos excompañeros de armas del mandatario y forman parte los principales gobernadores del país. Conviven la derecha, que abraza el propio Cabello, junto a militares como el nuevo ministro de Defensa, Diego Molero, hasta el centro-izquierda, que defienden excompañeros del 92 como Francisco Árias Cárdenas, nuevo gobernador del estado petrolero del Zulia. “El grupo militar tiene poder político y económico, no tiene ideología. Forman parte de la boliburguesía”, asegura el exrector del Poder Electoral, Eduardo Semtei, al referirse al nombre con el que se designa a los nuevos ricos del proceso bolivariano que Chávez inició en 1999. Este grupo es, sin duda, el que podría ver con mejores ojos los factores económicos del país.
El ala civil tampoco se define por una ideología. “Tiene una amplia formación política. Son muy de izquierdas desde que eran muchachos, algunos incluso con una orientación guerrillera, y tienen las mejores relaciones con Cuba”, afirma Semtei, exaliado chavista. En este grupo se encuentran Nicolás Maduro, su pareja y procuradora del Estado, Cilia Flores; el anterior vicepresidente Elías Jaua, y diputados como Aristóbulo Istúriz o Darío Vivas. Los hay de en una generación más veterana, como el actual secretario general de Unasur, Alí Rodríguez, o el octogenario exvicepresidente y periodista José Vicente Rangel. Maduro, de 40 años, fue sindicalista y chófer de autobuses, luego presidente del Parlamento y canciller desde hace seis años, quedando de facto como líder del ala civil tras su nombramiento como sucesor.
Finalmente, hay quienes identifican un último grupo, el familiar, integrado por el hermano mayor de Chávez y gobernador de su natal Barinas, Adán Chávez, o sus hijas María Gabriela o Rosa Virginia. Semtei considera que este grupo “reivindica el legado” de Chávez convirtiéndose en los “herederos a modo de Evita Perón”. Vladimir Villegas, en cambio, considera que solo es un “factor interno”, ya que ninguno de sus integrantes tiene “peso propio”.
EL MÁS ALLÁ
Nadie en Venezuela duda que Chávez tomó la decisión sin asesoría de nadie. La mayoría de los analistas estima que se decantó por Maduro por ser el cuadro político más formado y de mayor aceptación popular, de un tono relativamente conciliador, buen conocedor del funcionamiento del Gobierno y con prestigio internacional. Además, no ha sido derrotado en las urnas como Cabello en 2008, en el estado Miranda y nada menos que ante el actual líder opositor, Henrique Capriles.
Todo lo anterior nos devuelve a la clásica pregunta de si es factible el chavismo sin Chávez. “Yo tengo mis dudas. A mí me parece profundamente vulnerable cualquier liderazgo sin Chávez”, ha dicho Capriles.
En diciembre Nicmer Evans, politólogo de la Universidad Central de Venezuela, escribió en su blog: “Por lógica, ningún liderazgo podrá ser igual al de Chávez y esto tendrá que ser un ejercicio consciente para quien pretenda relevarlo, por lo que la condición fundamental de este nuevo liderazgo sólo podrá surgir y mantenerse si se garantiza una dirección más colectiva”.
Con el presidente en estado “delicado” en Cuba, sin que se le haya oído ni una sola vez desde su alocución del 8 de diciembre, Venezuela se asoma a un escenario político sin el caudillo. Está por verse si, como Franco, el sucesor se abrirá a otros espacios políticos, o si el chavismo se dividirá como el “peronismo sin Perón” de 1974.
“Yo no creo que haya resistencia hacia Maduro dentro del chavismo en este momento”, afirma Villegas. “Si llegara a ocurrir una fatalidad, ya sería otro panorama. No es lo mismo el comportamiento de los actores políticos con Chávez con vida que desaparecido. Puede haber pugna por el poder, es natural que ocurra”.
Para Samtei, “Maduro es suficientemente inteligente como para saber que tiene que soltar alguna parte del poder al grupo militar. Él está plenamente consciente que no puede gobernar sin el apoyo del grupo de Diosdado”.
Al cierre de esta edición, todos los ojos están puestos en la ceremonia del 10 de enero estipulada por la constitución venezolana, cuando Chávez debería presentarse en el Parlamento para asumir su nuevo mandato. En el caso de que no pudiera, la Carta Magna es vaga; Chávez podría tomar posesión ante el Tribunal Supremo de Justicia o, incluso, declarar su inhabilidad temporal. En ambos casos, la figura del presidente del parlamento, Diosdado Cabello, tendrá una importancia clave. Si se siguen las reglas, él pasaría a asumir la presidencia del país, por un tiempo, pasando por delante de Maduro. Las dos facciones del chavismo deberán zanjar esta disyuntiva.
“Cuando Chávez desaparezca, con él desaparecerá el chavismo”, sentencia con dureza Semtei. Villegas, en cambio, es más cauto: “Dependería de los pactos que haya. Seguramente, si hay pactos internos, el chavismo se mantendría unificado porque un elemento que los unifica mucho es el instinto de conservación”.