Sequía en Chile es aliada del proyecto para construir el acueducto más largo del planeta.
La situación no es desesperada, pero sí amenazadora: algunos productores chilenos de aguacates de la zona mediterránea del centro y del norte semi desértico del país cortan a ras de tierra uno de cada cuatro de sus árboles. La práctica, conocida como “atoconar”, se realiza para “liberar” el agua que consume ese árbol, la cual puede ser absorbida por el resto. Del mismo modo, otros agricultores deciden no plantar hortalizas por la falta de agua o ven caer sus rendimientos por el estrés hídrico.
Es lo esperable, 2013 fue el tercer año más seco desde 1865. En algunas regiones, como la de Coquimbo, ya suman ocho los años con precipitaciones escasas, lo que provoca caída de exportaciones y pérdida de puestos de trabajo. En casos extremos, como el embalse de Cogotí, en la árida Combarbalá, no queda nada de sus 150 millones de metros cúbicos, con lo cual la agricultura local se ha detenido.
En busca de mitigar estos efectos, para este 2014 el gobierno posee un presupuesto de alrededor de US$160 millones destinado a obras de regadío. Lo cual está muy bien, aunque no resuelve el problema de fondo: el boom agrícola y la mayor demanda urbana impulsan el consumo sobre una pendiente en la cual la “oferta” de la naturaleza cae. Mientras algunos dicen que un par de años de pluviosidad normal solucionarán todo, otros advierten que el derretimiento inexorable de los glaciares andinos o un fenómeno climático regional de largo plazo mantendrían la tendencia.
Si esto último fuera la realidad, es probable que el acueducto Aquatacama tenga chances de hacerse realidad. Se trata de un sueño del ingeniero francés Félix Bogliolo: construir un ducto submarino de 2.500 kilómetros de largo entre los ríos del centro-sur de Chile hacia el norte. “En octubre de 2012 presentamos un estudio de factibilidad, que fue muy bien recibido por todas partes: gobierno, políticos, beneficiarios potenciales, ONG”, dice el experto en las afueras de París. “Tras este estudio –continúa–, el gobierno puso en marcha otros dos complementarios: uno sobre la demanda agrícola en el norte que mostró que esta demanda sería el doble de lo que habíamos estimado, y una auditoria de las distintas alternativas para satisfacer las necesidades de agua del norte de Chile”.
Bogliolo es el fundador de Vía Marina, parte del conglomerado galo de construcción Vinci. Comenzó las gestiones del proyecto en 2006 y ha demostrado paciencia para no dejarse disuadir. “Pero se necesitan dos para bailar tango”, dice. “No podemos avanzar antes que las autoridades chilenas quieran seguir con el proyecto. Van a decidirlo en los meses que vienen”. En caso positivo “habrá que poner en marcha estudios de ingeniería de detalle”, los que tardarán dos años “después de los cuales lanzaremos una licitación para armar el proyecto”, que costaría unos US$1.000 millones. Y US$15.000 millones en su totalidad. Lo dulce, si es agua, sale salado.