Las críticas le llegaron de todos lados y pocos lo defendieron públicamente. No obstante, José Miguel Insulza resultó aclamado y reelecto, sin oposición, como secretario general de la OEA.
Usted inicia un nuevo mandato a cargo de la OEA. ¿Cómo evalúa la situación política actual en la región en este nuevo inicio?
Partimos bien: aparte de Honduras, podemos decir que la región es bastante democrática desde el punto de vista de legitimidad de origen, pues hay gobiernos elegidos en todas partes. Pero aún hay instituciones inestables, frágiles. Con esto me refiero a dos temas: a una cierta tendencia a modificar los sistemas institucionales según los problemas y la popularidad de cada cual, mucho cambio constitucional. También me refiero a modificar las reglas del juego y que es lo que más preocupa desde el punto de vista económico a los países latinoamericanos, Y es que, por ejemplo, muchos países de la región requieren inversión en infraestructura. Pero nadie invierte en infraestructura si no hay claridad sobre la estabilidad del país y las reglas del juego.
Honduras fue el centro de la controversia. Mirándola desde hoy, ¿hay algo que usted hubiese hecho distinto en esa crisis?
Hacer alto distinto en la OEA significa ir antes y para eso el gobierno del país tiene que dar el visto bueno para poder hacerlo. Pero sí, yo habría hecho más esfuerzo por ir antes. A pesar de que el deterioro de las cosas en Honduras fue muy abrupto y pocos lo preveían unas semanas previas. No obstante, deberíamos haber actuado antes y con más energía para evitar el conflicto.
¿Y en la negociación posterior?¿Se debió haber hecho algo distinto?
Hay un artículo de la Carta Democrática que se cita poco y que dice que cualquier país donde haya ruptura de su orden constitucional es incompatible con su presencia en la OEA. Esto opera de manera automática. Por lo tanto, no había alternativa a la suspensión. Por lo demás, no creo que ellos no habrían cambiado de opinión. El argumento que se da, aunque es imposible de sostener, es que se había producido un golpe legal porque el presidente Zelaya había cesado de hecho. La pregunta era muy simple: ¿Quién constató que había cesado? ¿Cuál fue el organismo que emitió un dictamen diciendo que hemos constatado la cesión de Zelaya? ¿Los militares? Nadie nunca ha mostrado una resolución que dijera que lo habían constatado; entonces no había mucho que hacer en el caso de Honduras.
¿Cómo fue que prevaleció la postura de Micheletti?
Desgraciadamente el Sr. Micheletti tenía tres cosas a su favor: 1) El apoyo de casi todo el establishment: empresarios, iglesias, los partidos políticos. Todos estaban a favor y todos se cuadraron porque, y viene lo segundo, 2) Zelaya tenía que entregar el gobierno seis meses después… Lo que yo nunca entendí es por qué no esperaron los seis meses para elegir a otro. Y 3) tenía fuerzas del exterior que también lo apoyaban de forma sustantiva, con recursos, por ejemplo, de Estados Unidos, el empresariado hondureño también puso sus recursos… Había con qué resistir.
Dice que lo ideal habría sido actuar antes… Hay otros países en la región que muestran síntomas similares a los de Honduras. Un conflicto de poderes, con un gobierno débil y una oposición testaruda y con ambiciones…
¿Piensan en actuar?
Sí los hay, pero debe haber señales claras. Yo creo que el momento para actuar fue cuando el presidente Zelaya dijo que no iba a acatar la decisión de un juez. Pero a pesar de que teníamos funcionarios de la OEA en Honduras en ese momento, no advertimos lo inminente que esto era. Y el presidente Zelaya tampoco, porque sólo nos pidió al final que la OEA estuviese presente para su consulta del domingo, por lo que al parecer en un inicio tampoco le interesaba antes que estuviéramos.
¿Cree que se repita algo similar a lo de Honduras en otros países de la región?
No, no por ahora, aunque nunca hay que descartarlo.
¿Cómo vivió el reciente proceso de reelección?
Fue tranquilo porque sabía de un principio que tenía 20 votos comprometidos y no tenía razón para pensar que no iba a ser elegido.
No son pocos los países que dicen que apoyan a un candidato, pero luego votan por otro.
Sí, pero no cuando a uno se lo dicen directamente y cuando uno sabe las razones también. Yo esperaba, por ejemplo, un voto importante del Caribe y finalmente fueron todos y eso ocurre porque yo también he trabajado muy bien con el Caribe y me lo han dicho. Y la verdad es que nadie importante desde el punto de vista político estaba presionando en la otra dirección, nadie hizo un gran esfuerzo para que no me eligieran.
Usted recibió críticas de Venezuela y de Estados Unidos, pero al final ambos países terminaron apoyándolo…
Hay cosas que se entienden mal; tuve pocas críticas de países. EE.UU, salvo en la última elección –y no favoreciéndome a mí–, nunca se había involucrado en una campaña electoral, porque generalmente la actitud es como fue ahora: al final después de ver cómo están los votos, decide apoyar a aquel que tiene votos y que no le crea problemas. Y no hay países que hayan dicho que querían elegir a otro. Me dicen que los del Alba estaban buscando, pero al final tuve el apoyo de cuatro países del Alba, entonces me hubiese parecido raro que no me avisaran.
¿Y cómo fue el encuentro con Sebastián Piñera?
A mí me informaron que el presidente quería hablar conmigo, dejándome muy en claro que no era para negociar. Que lo que quería era hablar de la OEA, sobre lo que yo pensaba hacer, etc. Y cuando lo fui a ver fue así…
¿Piñera le pidió condiciones para darle su apoyo?
No. Son muchos los que cuentan cuentos, pero yo hablé con el presidente solo. Yo tenía confianza que Chile me iba a apoyar y el presidente me apoyó. La gente que cree que hubo algo más que eso es porque tienen un mal concepto de la política. Y creo que el presidente Piñera tiene un buen concepto de la política.
Uno de los temas complejos actualmente es Cuba. ¿Cómo evolucionará el tema político en la isla?
Es un tema complejo. El tema de fondo es la crisis económica que se está viviendo en Cuba, las dificultades y la falta de reformas para llevar adelante una mayor apertura y de menor tensión. A esto se suma la aguda crisis de los presos y del señor Farina. El gobierno de Cuba sorprendería favorablemente a todo el mundo si hace un gesto de magnanimidad y deja salir a los presos que están enfermos, cosa que ocurre en muchas partes del mundo. No veo por qué eso sería una razón de debilidad… Muchos estamos dispuestos a verificar el estado de salud de algunos presos y ver su situación judicial. Pero en vez de ese gesto de buena voluntad, yo me temo que habrá un gesto de mayor dureza y creo que eso no ayudará.
¿Vuelve Cuba a la OEA?
Si Cuba quisiera, cosa que a mi juicio aún no quiere, retornar a la OEA, tendría que adquirir compromisos y eso incluye cumplir con la Carta Democrática Internamericana.
¿Todos los países de la OEA cumplen las reglas democráticas exigidas por la Carta Democrática? ¿Cuba es el único que no?
Al menos todos se han comprometido a hacerlo y nosotros nos hemos esforzado por garantizar que así sea y por eso observamos en los últimos cinco años más de 50 elecciones. La mayoría de esas elecciones se realizó sin ningún problema y, si los hubo en alguna, no alcanzó para torcer la voluntad popular. La Carta Democrática pide pluralismo político, libertad de expresión, separación de poderes, la democracia representativa en general y el gobierno cubano no cree en eso.
¿Cómo se ve desde la OEA el rol de Brasil en la región y su participación en los debates y conflictos regionales?
Yo no creo que haya ningún país llamado a resolver los conflictos. A mí me da la impresión de que desde que América Latina empezó a ser más autónoma, más independiente, dueña de su destino, ahora, como los niños, creen que debe tener papá. Los problemas los resolvemos entre todos. Brasil no los va a resolver: no tiene vocación y no tienen interés en hacerlo. Brasil no quiere constituirse en la potencia hegemónica de la región, entonces ¿por qué habría de resolver los problemas? Los problemas hay que resolverlos en el plano multilateral, sea el organismo sur regional o en el organismo de Estados americanos.
¿El multilateralismo da resultados en América Latina?
Sí. Hemos tenido nueve conflictos y de esos queda uno abierto, que es el de Honduras. El conflicto Colombia-Venezuela no ha sido sometido a nosotros ni a ningún organismo internacional, no fue llevado a la Unasur tampoco. Si mañana hay un problema entre dos países asiáticos y no llaman a un organismo internacional, no irá ninguno a meterse ahí. Si el problema es que la política internacional tiene limitaciones porque los organismos son multilaterales, por lo tanto yo no puedo intervenir en el problema colombo-venezolano si los dos no me lo piden. Ésas son las reglas del juego. El único que puede hacer lo contrario es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que interviene en casos extremos, aunque aún no se pone de acuerdo para resolver las bombas nucleares en Irán, ni en Corea.
¿Qué conflictos ha resuelto la OEA?
No son pocos: Nicaragua 2005, Ecuador 2005, el desarme de los paramilitares en Colombia, el conflicto Colombia-Ecuador, el asunto de Haití, la crisis que sufrió Guatemala, Belice-Guatemala… Yo no creo que la OEA sea una organización inefectiva. Tenemos el problema de Honduras y tenemos que mejorar. No obstante, para los que piden intervenciones, yo no estoy para eso. El día en que haya una intervención colectiva en un país será el día en que yo no esté en la OEA. Esta organización está basada en la no intervención. Y hacemos lo que podemos.
Pero se puede actuar sin necesidad de intervenir…
Muchos países quieren que nosotros hagamos algo, pero no lo promueven en el consejo. Usted me pregunta por Venezuela, pero la verdad es que nadie me ha pedido nada en el consejo de la OEA. Haga algo, pero hágalo como cosa suya, me dicen. Lo han denunciado en el consejo, pero no lo han puesto en tabla para que se tome una decisión colectiva.
¿Por qué cree que sucede eso?
Eso se produce porque los países ven una posibilidad de crecimiento y desarrollo y no ven que ellos se vayan a producir bien si hay confronta de unos con otros. Por lo tanto, la tendencia es a evitar el conflicto.