Los cerros de Rio de Janeiro se llenan de visitantes. No es seguro que este nuevo “turismo social” mejore la calidad de vida.
Olvídese de películas como Cidade de Deus o Tropa de Élite. En Rio de Janeiro el plan de pacificación de las favelas ha generado un verdadero boom de turistas que las visitan. Y, mejor, se van contentos: la mayoría de los extranjeros dicen que recomendarán el paseo a sus familares y amigos. El problema es que los habitantes de este tipo de barrios no ven ninguna mejora económica proveniente de las visitas. Sucede que la mayoría de los visitantes (el 81,4% según autoridades de turismo) no gastan más de US$ 5 durante su paso por las intrincada callejuelas y escaleras de las favelas.
Para el profesor del Departamento de Turismo de la Universidad Federal Fluminense, Marcello Tomé, es necesario crear atractivos para que el visitante haga más cosas que el ahora habitual paseo de observación. “En ese punto importa el papel del poder público y de las ONG en desarrollar la cultura de la comunidad local, para estimular la compra de productos identificados con ese lugar”, señala. El académico cree que es papel del Estado hacer que el turismo sea percibido como fuente de renta y respeto.
Hay bastante en juego. La pacificación, fruto de la llegada de las Unidades de Policía Pacificadora a los cerros, es la que aminoró el estereotipo de ciudad violenta de Rio. Y no debería de ser tan difícil mejorar la interacción. Algunas favelas poseen una buena base para impulsar el turismo. “Santa Marta tiene una vista panorámica como atracción, además de haber servido de locación para la grabación de un videoclip de Michael Jackson”, señala Tomé. En el caso de la favela Complexo do Alemão, ésta posee uno de los teleféricos más modernos de América del Sur. También ayuda que Alemão sea el escenario de la telenovela “Salve Jorge”, de la Red Globo. Ello ha contribuido a aumentar el flujo diario de visitantes a casi 14.000 personas, de las cuales –los fines de semana–el 64,3% son turistas.