El ascenso de la deuda japonesa y la eventual venta de bonos del Tesoro de A. Saudita amenazan la economía global.
Puestos a imaginar de dónde puede saltar la liebre que gatille una nueva crisis económica global, las miradas oscilan entre un cataclismo bancario en China, un triunfo de Donald Trump (y la consecuente guerra de medidas proteccionistas) y alguna carambola inesperada del posible “brexit” del Reino Unido respecto de la Unión Europea. No obstante, existen otros dos candidatos mucho menos conocidos, pero no por ello menos peligrosos.
El primero puede resumirse con una única cifra: 250%. Se refiere al monto que la deuda japonesa, sobre su PBI, podría alcanzar este año. Pero, al igual que la fábula de Pedrito y el Lobo, a nadie le preocupa ya. Hacen mal, dice Olivier Blanchard, ex jefe de los economistas del FMI, quien declaró que “para nuestra sorpresa, los jubilados japoneses han estado dispuestos a mantener la deuda pública con tasas cero, pero (dado el monto creciente de la deuda) el inversor marginal pronto no será un jubilado japonés”, dijo. En ese instante, “el Tesoro japonés tendrá que recurrir a los fondos extranjeros para tapar el hueco, y esto va a resultar mucho más costoso, amenazando con llevar la crisis de financiación a un punto crítico”.
El segundo arrecife que amenaza naufragio es la advertencia de Arabia Saudita de vender hasta US$750.000 millones en bonos del Tesoro estadounidense, si el Congreso de EE.UU. aprobara una ley que habilite a demandar al gobierno saudita por los ataques del 11/9 del 2001. Hasta ahora, estan protegidos por la inmunidad soberana, pero la ley propuesta busca hacer una excepción para naciones a las que se considere culpables de ataques terroristas en suelo estadounidense.
Arabia Saudita afirma que, en tal caso, vendería los bonos en busca de evitar que fueran eventualmente congelados, debido a demandas en los tribunales.