En un conflicto sin sentido, Nicaragua y Costa Rica se muestran los dientes por un trecho remoto de frontera.
Hombres con uniforme camuflado, cascos de guerra, fusiles M-16 y ametralladoras M-60 abordaron un avión de transporte poco antes del amanecer. Es el ejército de un país sin ejército con destino al teatro de operaciones de otro de los singulares conflictos limítrofes centroamericanos. “No se trata aquí de confundir paz con pasividad”, dijo Laura Chinchilla, presidenta de Costa Rica, pocas horas después de la primera gran “operación militar” de la historia reciente de su país y que lo tiene enfrentado con su vecina Nicaragua.
Aunque no se ha disparado un solo tiro, la llamada “Guerra del lodo” tiene todos los ingredientes de la literatura local: ríos solitarios, ejércitos fantasmales, teoría de complot y una comedia de equivocaciones en la que ha salido a relucir Google. “Hemos encontrado una inexactitud en los perfiles de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua”, reconoció Daniel Helft, director de relaciones públicas de la empresa para América Latina. “Estamos trabajando en actualizar la información lo más rápido posible”. Algunos ya lo llaman el primer conflicto internacional causado por las georreferencias de un sitio web, pues los militares nicaragüenses usaban el mapa de Google durante la operación.
Todo comenzó con los trabajos de dragado del río San Juan, que corre un gran tramo de la frontera común. Nicaragua decidió limpiar el cauce para mejorar la navegación, pero la orilla sur es de Costa Rica, cuyo gobierno alegó que las faenas estaban dañando el medio ambiente en su territorio. La culpa sería de la draga “Soberanía” que estaba arrojando el sedimento extraído del lecho en la isla Calero. El gobierno de Laura Chinchilla denunció además que soldados vecinos habían incursionado en su territorio y, días después, recurrió a la Organización de Estados Americanos (OEA) para denunciarlo.
El conflicto se remonta a problemas no resueltos de siglos anteriores, en las desconfianzas basadas en un nacionalismo arcaico que sigue presente entre los países del istmo y diferencias ideológicas. “Es como una página de la historia del siglo XIX, que se mantuvo en el siglo XX y reaparece en el siglo XXI dificultando el proceso de integración centroamericano”, dice Francisco Rojas, secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), con sede central en San José.
Tras una visita a la zona del conflicto del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, el Consejo Permanente del organismo aprobó una resolución que exigía el retiro de las tropas nicaragüenses de la frontera y el inicio de un diálogo bilateral.
En parte el conflicto se explica por la singular topografía de esta zona prácticamente despoblada, próxima al Caribe y formada por deltas, manglares y diminutas islas fluviales. Un canal adecuado para los narcotraficantes en su camino a Norteamérica. Precisamente Managua explicó la presencia militar en la zona como parte de sus operaciones antidrogas. “¿Quiénes serían los beneficiados con esa exigencia de Costa Rica de que el ejército no opere en territorio nicaragüense?”, se preguntó retóricamente el presidente nicaragüense, Daniel Ortega.
Ortega amenazó con abandonar la OEA y dijo que mantendrá al ejército en la frontera. Además, abrió un nuevo frente al fustigar a México, Panamá, Colombia y Guatemala, a los cuales acusó de amparar a los narcotraficantes, al apoyar la tesis costarricense.
En Costa Rica viven unos 500.000 nicaragüenses. “Siguen siendo tan respetados y queridos como siempre”, dijo la presidenta Chinchilla. Pero los discursos provocadores encienden cabezas inflamadas. Una de ellas arrojó una bomba molotov contra la embajada nicaragüense en San José. No explotó, pero es el primer proyectil de la guerra del lodo, una idea con pies de barro que ambos gobiernos debieran dejar de alimentar.