La Tierra del Fuego de Argentina florece nuevamente. ¿El costo? Celulares y computadoras más caros. Para algunos es demasiado. Para otros, insuficiente.
¿Qué sentido tiene fabricar o armar computadoras portátiles y celulares en una isla a 3.000 kilómetros del mercado consumidor si a 12.000 kilómetros alguien los hace más baratos? Es probable que, al menos en Latinoamérica, la respuesta que cada uno dé a la pregunta se relacione con su visión en cuanto a qué importa más: si la política o la economía. La decisión del gobierno argentino actual de imitar lo que Brasil ha hecho en Manaos en su zona de la isla de Tierra del Fuego (que comparte con Chile) se inclina por la primera de las opciones. Y está implicando cambios nada menores tanto para importadores como fabricantes locales de estos productos. Pero no se trata sólo de eso, también se relaciona con una política que busca impedir que reaparezcan los tradicionales déficits gemelos que caracterizaron a la economía del país en toda la segunda mitad del siglo XX.
Boom de las “compus”. A mediados del mes pasado, Cristina Fernández de Kirchner –la ocupante de la Casa Rosada, en Buenos Aires– inauguró, en un mismo día, cuatro plantas y proyectos. La novedad es que lo hizo, por videoconferencia, desde un mismo lugar, cuya elección no parece casual: la nueva planta de Banghó, el fabricante argentino de laptops, en el Distrito Tecnológico de la capital argentina. Sucede que el mercado de computadoras portátiles se encuentra en un momento de masificación: de 1,6 millón de unidades vendidas en 2010, la expectativa es que casi duplique este año, alcanzando los 3,1 millones, para empinarse a 3,7 millones en 2012. En este marco de alta demanda, los importadores no se muestran tan felices. A mediados de 2010, el gobierno alteró los aranceles e hizo cambios impositivos con el fin de lograr que una parte esencial de estos productos, así como los celulares, se fabriquen en Tierra del Fuego.
La combinación de la zanahoria en un mercado muy demandante con el palo de tasas e impuestos ha tenido éxito. La ministra de Industria, Débora Giorgi, que acompañaba en el acto señalado, reveló que esperaba que en 2012 el 50% del total de las portátiles sea local. No falta mucho. Ya hoy “Argentina aumentó más de cuatro veces la producción nacional de computadoras portátiles. Al pasar de 289.000 equipos en 2010 a 1,3 millón para este año”, señaló la funcionaria. Un aumento de un 18% al 42%. Como dato no menor debe decirse que, a 2010, el 55% de todas las ventas de PC fueron aparatos portátiles.
La situación ha generado una migración o instalación masiva en la isla. Existen al menos 17 proyectos de igual número de empresas que han anunciado su radicación en el lugar. Ellas incluyen desde BlackBerry, HP y Motorola hasta la misma Banghó, cuyo nombre comercial es PC Arts. “Tenemos un proyecto para instalar una nueva planta de producción en la provincia de Tierra del Fuego. Esta nueva infraestructura estará destinada fundamentalmente a la elaboración de productos de movilidad”, dice Omar Nieves, gerente de Márketing de la compañía. A diferencia de otras radicaciones, que se basan en asociaciones con armadores que ya operan allí, como NewSan, el proyecto de Banghó “está estructurado para ser llevado adelante en forma individual, al igual que con nuestras otras tres plantas”, dice Nieves. Actualmente PC Arts, con la planta recién inaugurada en Buenos Aires, posee una capacidad de 960.000 unidades y fuentes independientes evalúan que en Tierra del Fuego podría producir unas 300.000 más.
Duración no asegurada. La producción de la isla posee una ventaja de alrededor del 30% respecto a lo que se fabrica en el continente, entre exenciones o rebajas del IVA e impuestos internos, que, en este último caso, son menos de la mitad de los normales. No son pocos los que consideran esto como un subsidio de parte de los compradores –en comparación con los precios que se observan en países que permiten la importación con aranceles bajos– a empresas que no son más que armadurías. Nieves sostiene que tal simplificación, tanto respecto de la isla como de la producción argentina, es engañosa. Recuerda que, si bien no lo hacen en Tierra del Fuego, “actualmente estamos produciendo memorias RAM bajo la marca Magnum Tech, otra marca de PC Arts Argentina”. Y agrega que “estas memorias están fabricadas bajo estándares de calidad internacionales, aportando mayores niveles de solidez a nuestros productos. Nuestro nivel de producción actual es de 20.000 unidades y toda se destina a nuestras computadoras”.
Otro punto que se critica es el nivel excesivamente bajo de la integración. “En Tierra del Fuego no se ha dado un salto de calidad, sobre todo de hacer I + D, que sí hay algo en Manaos (que posee un estatuto equivalente en Brasil)”, dice el economista Mauricio Claverí, analista de comercio exterior de la consultora Abeceb. “Se trataría de formar clústers y polos de interacción entre empresas, para bajar costos logísticos y de producción”, continúa. Porque “de lo contrario todo sigue muy unido a la coyuntura: mañana cambia el signo político del gobierno y desaparece muy rápido todo”.
De hecho, ya ocurrió. Claverí recuerda que el sistema de promoción de Tierra del Fuego había tenido un impulso de la mano del Mercosur, pero “con la crisis de 2000/1 hubo un retroceso. A diferencia de lo que ocurrió en Brasil, donde hoy Manaos es un polo importante de producción y exportación”. Existe además otro ángulo. “La cuestión de Tierra del Fuego no es de política industrial, sino de la captura de un territorio. Sí, la isla es como un gran lego, no genera innovación, no genera transferencia de tecnología, pero había que habitar esa isla. Lo mismo pasó en Manaos”, dice Carlos Schwartzer, especialista en economía industrial. Pero “sí, se ocupa mano de obra, y en los hechos todo el mundo se traslada ahora a la isla, entonces acepto esos subsidios por una cuestión geopolítica, para que el país esté integrado”.
La decisión, en todo caso, tiene sus costos. Claverí señala un flanco débil en la migración. “El transporte, que en el último tiempo se ha comido mucho de esa desgravación impositiva que se les da a las empresas”. Una solución, según él, sería a través del fisco garantizar costes de transporte más bajo, como en Brasil, donde lo ecualizan. “En el continente hay fábricas de computadoras, así como una incipiente industria de máquinas para oficinas, que incluye máquinas registradoras y ticketeadoras para uso fiscal”, y ellas también se ven en la disyuntiva de irse o buscar otras mejoras en productividad para poder seguir compitiendo. La opción de tener una industria propia tiene un impacto también en la diversidad de la oferta. En Argentina el impacto no se siente tanto porque la crisis de 2000 “llevó a que muchas empresas dejaran de venir”, recuerda Claverí, pero la realidad es que “en vez de tener 20 modelos de un teléfono X, hay cuatro o cinco”.
Al gobierno le parece que se trata de un sacrificio que vale la pena, mientras su economía no se diversifique. Para evitar lo que le ocurrió durante décadas, Argentina busca hoy que las importaciones crecientes no la lleven al clásico déficit paralelo: comercial y de cuenta corriente que impulse el endeudamiento y posterior caída en crisis profundas. “La verdad es que en esta política se basa mucho en evitar escenarios de volatilidad debido a restricción fiscal, por eso la promoción industrial se centra mucho en lo que son de producción masiva y los que tienen relevancia comercial”, cierra el experto.