Pasar al contenido principal

ES / EN

Juguemos en el bosque, mientras el lobo…
Jueves, Abril 24, 2014 - 14:07

El sistema político peruano, que opera bajo la forma de “caudillos con entorno” en un falso sistema semi presidencial, arriesga problemas no menores a mediano plazo.

“Desgraciadamente, para muchas agrupaciones y partidos políticos, la problemática diaria, pequeña, de corto alcance, prevalece sobre los objetivos de largo aliento, y eso hace que se creen situaciones tan difíciles y peligrosas para la democracia como la que acabamos de vivir”. Como buen ex voluntarista de izquierda, el premio Nobel Mario Vargas Llosa suele confundir el síntoma con la enfermedad. La situación a la que se refiere derivó de la plena expresión de las reglas de ese mismo sistema: los partidos de la oposición en el Congreso estuvieron a punto de negarle el voto de investidura al más reciente gabinete del presidente Ollanta Humala. Parte excusa, parte verdad, su postura era exigir garantías de que la esposa del primer mandatario, Nadine Heredia, dejase de cogobernar.

El sistema político peruano ha tomado una forma singular: una democracia sin partidos reales, donde el presidente debe lidiar con un Parlamento fragmentado pero que posee un par de prerrogativas semipresidenciales: otorgar un voto de investidura a todo nuevo gabinete. Si este voto no se concreta en dos ocasiones, se debe disolver el Congreso.

“Lo que hay son caudillos con entorno”, diagnostica Sinesio López,  doctor en ciencias sociales y académico de la Universidad Mayor de San Marcos. “El APRA, que era el partido más sólido, el ex presidente Alan García lo destruyó”, agrega.

Nadie después de década y media de crecimiento puede negar que la situación peruana mejoró de manera notable: la tentación es creer, como Vargas Llosa, que los impasses políticos se superan con altas dosis de sano patriotismo. López discrepa. Un período eventual de crecimiento más bajo o estancamiento económico arriesga la posibilidad de turbulencias políticas. “Hoy la economía camina al ritmo de la demanda china y los movimientos sociales están tranquilos”, reseña, pero una reversión de ambos parámetros podría resultar en escenarios de inestabilidad no menores en un país “en el que no existen coaliciones firmes”. Lo agrava, además, otro problema. “Todo el país, y el presidente Ollanta también, tiene un sentido patrimonial de la política, que hace ver el manejo de la presidencia como si fuera algo de propiedad personal”, explica el experto. Sin organizaciones políticas ni alianzas robustas, la tentación de creérselo es más fácil.

En la situación actual, Nadine actúa como vocera del partido de gobierno; sin embargo, ello hace “que sea difícil distinguir cuando habla como vocera de ese partido y cuando habla como vocera del gobierno”. Tal estructura abre terreno fértil, entonces, a la posibilidad de situaciones monárquicas. Es lo que algunos analistas cargan al ministro de Economía y Finanzas, Luis Miguel Castilla, de quien se dice que ha colocado a nueve de sus hombres en el gabinete, incluyendo al nuevo primer ministro. En las próximas elecciones parlamentarias (28 de julio) la oposición podría triunfar, a menos que Humala lograse armar una coalición de centroderecha sin el fujimorismo. La ironía es que un Congreso opositor, pero fragmentado por el personalismo extremo de los caudillos, podría no tener muchas posibilidades de dañar a una presidencia tanto o más personalista.

Autores

Redacción AméricaEconomía