El dinero dado a Grecia es imposible de recuperar y su default, seguro. Pero una desaceleración China al 4% podría hacer más daño. Rodrigo Lara Serrano
¿Griegos-cigarras que desean que alemanes-hormiguitas les paguen la fiesta? ¿Chinos frugales que no aceptan la sabiduría de estadounidenses gozosamente consumidores? Si la economía fuera otro nombre para la moral bastaría leer el catecismo o las sutras para hacer buenos negocios. No es así. Por eso las apelaciones moralizantes con que muchos gobiernos y banqueros quieren explicar los problemas de la economía global son dañinos, ocultan intereses particulares o grupales y amenazan con encender más los fuegos que dicen querer conjurar.
Un ejemplo es cómo el deseo de proteger a parte de la banca francesa y alemana de su alta exposición en Grecia, pero no hacerlo mediante una impopular recapitalización directa, llevó a imponerle a la nación helénica un plan de ajuste imposible de cumplir, agravando su situación. Y la de Europa toda. El alejamiento de la realidad de las elites del Viejo Continente ha llegado a ser agudo. Tanto que para el Banco Central Europeo el país helénico no tiene en absoluto la posibilidad de ir al default, mientras que, para los que están afuera, ésa es ya la única opción. “Grecia no tiene opciones reales. `Defaulteará´ su deuda, obtendrá un perdón masivo y abandonará el euro. La pregunta es si hará esto rápidamente, y así minimizará el daño económico a Grecia y el mundo. O si, con el fin de dar tiempo a los bancos a reconstruir su capital, va a posponer la resolución seis o siete años”, dice Michael Pettis. Como ex operador de trading, mercado de capitales y deuda soberana en Wall Street entre 1987 y 2001, donde trabajó en Bear & Stearns, Pettis piensa que “Europa debería aprender de la experiencia latinoamericana de la década de 1980. Hasta que el problema de la deuda se resuelva, la economía va a sufrir horriblemente y la inestabilidad política aumentará”.
En Europa se reconoce el problema, pero no lo positivo de una solución drástica. “Hay un consenso bastante extendido de que Grecia necesita reducir su deuda y que para ello algún tipo de reestructuración es inevitable”, explica Cincia Alzidi, experta en macroeconomía internacional y política monetaria e investigadora del Centre for European Policy Studies (CEPS) en Bruselas. “Los gobiernos europeos temen que este evento podría provocar un gran efecto negativo en otros países y poner en peligro la unión monetaria. Ésa es la razón por la que están soportando la insolvencia griega”, agrega.
Para muchos, de manera dramática, el Banco Central Europeo se ha convertido más en parte del problema que en parte de la solución, ya que parece más interesado en proteger su propia exposición en préstamos a bancos griegos que en prevenir de manera pragmática un desastre. “No estoy segura acerca de eso. Pienso que su miedo principal se relaciona más bien con la totalidad del sistema bancario. El sistema bancario de la Eurozona está extremadamente interconectado e integrado”, dice Alzidi.
Razeen Sally, director del European Centre for International Political Economy (ECIPE) y académico adjunto del Cato Institute, piensa que parte del nudo gordiano es que las autoridades de la Eurozona, como buenos burócratas, “lo que han hecho es, primero, seguir los estándares operativos preestablecidos para estas situaciones y, segundo, proteger a los bancos franceses y alemanes, a los que están políticamente unidos, para salvar su proyecto: la unión monetaria”. A su juicio, se trata de “soluciones burocráticas tomadas en la expectativa de que van a funcionar, pero los que no ven la Historia están condenados a repetirla”.
China, ¿privatizar o no? Donde también hay muchos burócratas tomando decisiones (hasta ahora muy exitosas, cabe reconocer) es en China. Una en la cual no les ha ido bien ha sido en las destinadas a promover el consumo doméstico y de las familias. Entonces el motor de la economía siguen siendo las exportaciones y las inversiones gigantescas, muchas inmobiliarias y no productivas. Como resultado se habla de recalentamiento, inflación contenida y deudas ruinosas imposibles de repagar. Sumatoria que puede hacer que suceda lo inconcebible: que el gigante de Asia caiga, contra toda expectativa, en una trampa de estancamiento como Japón. Pettis, quien es profesor de finanzas en la Escuela de Management Guanghua en la Universidad de Pekín, tiene una respuesta para el fracaso de los planificadores chinos para fogonear la demanda de las familias: “El bajo consumo no es un accidente. Es fundamental para el modelo de crecimiento chino y el consumo no puede crecer como un porcentaje del PIB hasta que el modelo de crecimiento sea abandonado. China está creciendo rápidamente debido a que enormes cantidades de dinero están siendo transferidas desde los hogares para subsidiarlo. La forma principal de las transferencias son: la moneda subvaluada, el lento crecimiento de los salarios en relación con el crecimiento de la productividad y las tasas de interés artificialmente bajas”.
Para Pettis, hasta que se inviertan, será imposible lograr que el crecimiento del consumo supere el crecimiento del PIB. Pero, una vez que se logre, el crecimiento se reducirá drásticamente. “Ésta es la trampa en la que Pekín se encuentra”, dice. Y si hacerlo demasiado rápido podría ser ruinoso, hacerlo demasiado lento, también: “La clave está en aumentar las tasas de interés fuertemente y con ello detener la enorme mala asignación de capital, pero hay tanta deuda en China, y especialmente deuda de entidades que apenas pueden pagarla, incluso con tasas de interés reales bajas o negativas, que subir las tasas podría causar un aumento de las quiebras”. Para el académico, “el banco central es muy consciente de esto, pero también son conscientes de que si no aumentan las tasas de interés la deuda se hará aún más grande. Para resolver este problema se va a requerir de mucha voluntad política”.
No todos concuerdan con que los problemas puedan venir de la deuda no reembolsable. Piero Ventani, Managing Director de NPV Partners, ha dicho que la extraordinaria posición de China en reservas en dólares y oro le permitiría que, hasta con un 25% del total de los créditos no repagables (contra un 6% de España, en comparación), la deuda neta sobre el PIB sería de un risible -2%. Y con un terrorífico 50% la cifra llegaría a un manejable 29,6%.
Para Razeen Sally, “el problema principal de China es que hay muchos mercados que no han sido liberalizados: el de productos ha sido liberalizado, pero no los mercados de factores: los de tierra, trabajo y capitales”. En este último aspecto “hay grandes distorsiones en el sistema financiero en China, cuyos costos serán más grandes a medida que avanzamos en el tiempo”. Reconoce que es cierto “que China necesita consumir más e invertir menos, pero al final del día lo que cuenta es poner la casa en orden”. Eso quiere decir que “esto lo tiene que hacer el mercado y no una mentalidad keynesiana”.
¿Podrá China hacer una transición suave de un entorno de sobreinversión a uno de consumo creciente? Pettis cree que hay un camino, delicado, pero posible: privatizaciones. ¿No se corre el riesgo de “latinoamericanizar” a China fomentando las desigualdades? “Me temo –asevera– que China ya tiene una desigualdad de ingresos tan mala o peor que la de muchos países de América Latina, y el descontento social es muy alto también”. Ahora, si bien “la privatización es muy peligrosa y si se hace mal sólo exacerbará las distorsiones en la economía, no puedo ver otra manera de aumentar la participación de ingreso de los hogares en el PIB. Si lo hacen bien, y venden los activos de manera eficiente y utilizan las ganancias para aumentar la riqueza de los hogares, puede ser muy bueno para China”.
Mientras tanto, Washington ha decidido jugar el juego del dólar débil contra el yuan y otras monedas del sureste de Asia. Esto “causará un aumento del consumo chino –mediante la transferencia de ingreso del sector de bienes transables a los hogares– solamente si no provoca que el desempleo en China suba más rápido que la transferencia de ingreso”, dice Pettis. “Desafortunadamente, China ha esperado tanto para ajustar que es difícil elevar el valor de la moneda sin que cause un salto en desempleo o un aumento de los flujos de dinero caliente”. Volviendo a Europa. La presunta virtud alemana está en peligro por un mecanismo similar. “Los problemas de la PIIGS (las dos íes son por Irlanda e Italia) son también causados por las distorsiones en la política alemana destinada a la generación alta de empleos y el crecimiento a expensas de sus vecinos europeos”, dice Michael Pettis. “Sin crecimiento de las economías periféricas de Europa, el crecimiento de la propia Alemania se verá amenazado”.
Amor al desastre. Una mirada diferente e interesante sobre los peligros que corre la economía mundial, es el que tiene Paul Crosthwaite, profesor de la School of English, Communication and Philosophy en la Universidad de Cardiff. Conocido por su paper Blood on the Trading Floor, que explora, en testimonios de banqueros y traders, la ambigüedad emocional profunda de muchas de sus decisiones de alto riesgo. El académico dice respecto de la actual crisis de la deuda soberana griega, al igual que con las crisis financieras en general, que dos impulsos coexisten: “por un lado un imperativo general de contener la crisis y minimizar los daños económicos, y, por otro lado, un sentido no reconocido e inconsciente, quizás de euforia ante la perspectiva de la destrucción económica, y un impulso para maximizar la escala de esa destrucción”.
Su razonamiento es pragmático. La presión sobre Grecia de la UE, el FMI, las agencias de calificación y los mercados de bonos expresa, aparentemente, el primer impulso (evitar un desastre económico), pero en algún nivel manifiesta el segundo deseo: acelerar el desastre. “Mientras más duras las medidas de “austeridad” exigidas de ellos, los griegos son más y más propensos a preferir algún tipo de default, con consecuencias potencialmente devastadoras para la economía mundial en general”.
Irónicamente, el destino inmediato de la economía mundial podría estar en manos más de las pasiones, en especial de las de dos grupos de políticos, relativamente opacos, muy cansados de las presiones que se ejercen sobre ellos: los políticos griegos y el Politburó chino. Si hay un momentáneo vacío de poder en Atenas, y un grupo ve más ventajas que desventajas en “defaultear”, el terremoto comenzará ahí. En Pekín, en cambio, un pánico más sutil ante la inflación puede derivar en una caída excesiva en la tasa de crecimiento. “En este escenario hipotético, si el crecimiento del PIB de China bajara a alrededor de 4% en 2012 y 5% en 2013, el impacto sobre la economía global sería significativo, y los países de la región de Asia-Pacífico sufrirían el mayor impacto a causa de sus lazos comerciales con China”, explica el último “Global Economic Outlook” (GEO) de Fitch Ratings.
A preparar el paraguas.