La inminente aprobación del primer pez modificado genéticamente abre debate entre quienes creen que es un “frankenfish” y quienes piensan que es una manera sustentable de producir más proteínas animales.
Los salmoneros chilenos, al igual que sus competidores escoceses, podrían ver cómo su negocio cambia radicalmente si la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos finalmente aprueba la venta en ese país de la carne del primer animal “con marca” de la historia: el salmón AquAdvantage. Justamente, este 26 de abril se cierra el período que la entidad extendió para que cualquiera haga llegar sus cuestionamientos sobre el caso. Sucede que, modificado genéticamente (OGM) para que crezca todo el año sin pausa, a diferencia de los salmones normales, este pez podría cambiar la lógica operativa y la rentabilidad de gran parte de la industria. Pero no va a ser tan simple. Un acuerdo –del mes pasado– entre grupos ambientalistas y cadenas de supermercados, como Whole Foods Market y PCC Natural Markets, de EE.UU., promete una transición turbulenta, ya que los distribuidores minoristas se comprometieron a no vender productos de la especie alterada.
El AquAdvantage es creación de la canadiense AquaBounty, empresa que posee una planta productora de los huevos del pez en la isla Prince Edward en esa nación; lugar desde el cual se envían a un centro acuícola ubicado en el río Caldera, a unos 90 kilómetros de la ribera panameña del Pacífico. El pez crece allí sin parar gracias a la acción de dos genes. Uno fue tomado del salmón de la variedad Chinook y hace que la concentración de la hormona del crecimiento en su sangre sea mayor a la normal. El otro es un gen que provoca la aparición de una proteína anticongelante. Pertenece a una especie de abadejo del océano Atlántico y, gracias a ella, el pez puede vivir en aguas muy frías.
Las críticas principales a este salmón se focalizan en sus posibles efectos negativos en la salud humana y su liberación accidental al medio ambiente.
No obstante, suena contraintuitivo que el aumento de la hormona del crecimiento pueda provocar un cambio metabólico que lleve a que las proteínas de la carne tomen una forma distinta o alberguen productos desconocidos. De hecho, tal hormona se usa en el ganado vacuno. Como el negocio de AquaBounty no es producir salmón, sino vender los huevos a los productores de todo el mundo, los críticos temen también el llamado “Efecto Caballo de Troya”: que las hembras estériles que producen los huevos recuperen su fertilidad ya libres. Caso en el cual podrían invadir aguas antes ajenas al salmón, provocando un desastre ecológico. Trudy Bialic, vocera de PCC, dice al respecto que “es preocupante que la FDA esté recomendando la aprobación de salmón AquaBounty como una nueva droga animal, sometiendo a estas criaturas productos de la ingeniería a las normas de seguridad menos rigurosas que los aditivos alimentarios”. En AquaBounty la postura es la contraria: “Ni un solo argumento científico o legal nuevo ha sido presentado a la FDA. Es un producto bueno y seguro”.