Los inversionistas están constantemente buscando hebras de información, y cuando encuentran alguna, revisan sus pronósticos incorporando lo que acaban de descubrir. En sus mentes tienen convicciones y doctrinas, y comparan la nueva información con lo que creen de antemano. Sus convicciones a menudo son distorsionadas, y sus doctrinas son generalmente simplificaciones anticuadas. El resultado es que estas hebras de información, a menudo poco relevantes, pueden asumir una importancia mayor de la que merecen y provocar efectos desmedidos en los precios de mercado.
Los inversionistas fuera de América Latina actúan, de manera general, como si las economías de la región fuesen unidimensionales y frágiles. Los que no han visitado la región parecen creer que los países latinoamericanos no producen nada aparte de commodities, y dependen exclusivamente de exportaciones a los países desarrollados. Esa visión pudo tener cierta validez hace un par de siglos. Pero los eventos de las décadas de los 80 y 90 revivieron esta visión simplista en muchos extranjeros. En aquellos días los principales países de América Latina tenían tipos de cambio fijos y niveles inadecuados de reservas en moneda extranjera. La estabilidad económica dependía en gran parte de la región de las exportaciones y los precios de las materias primas. Si los ingresos de exportar commodities bajaban en un país, su banco central se quedaba sin reservas y sus mercados bursátiles y de bonos colapsaban.
Es frustrante oír a inversionistas supuestamente informados repetir esta visión simplista. Es preocupante que muchas personas, incluyendo aquellas que debieran saber mejor, la repitan como un mantra. Es la razón por la que noticias sobre la desaceleración en Europa, China y EE.UU. causaron una ola de ventas en los mercados bursátiles y de bonos en América Latina. Los inversionistas desinformados vendieron, y los informados dieron un paso al costado y esperaron, en caso de que la venta diera lugar a una estampida de pánico.
La verdad es que la estabilidad económica de América Latina ya no depende tanto de las exportaciones de commodities. Las exportaciones son más diversificadas, y el tamaño relativo del sector exportador no es tan grande como antes. Los países ya no tienen tipos de cambio fijos, de modo que los inversionistas no deben temer grandes y desordenadas devaluaciones como la mexicana de 1994. Además muchos de los bancos centrales de la región poseen grandes reservas en moneda extranjera, mucho más de las que necesitarían para ahuyentar un ataque, y muy superiores a las que necesitarían para acomodar una caída en los precios de sus principales commodities de exportación. Por ejemplo, datos del FMI y del Banco Mundial indican que en 2010 los bancos centrales de la región poseían en total suficientes reservas en oro y moneda extranjera como para pagar 10 meses de importaciones.
Otra verdad importante es que muchos países latinoamericanos poseen ahora mercados domésticos grandes y sofisticados. Bienes y servicios producidos localmente compiten exitosamente con las importaciones. El mantra dice además que la tasa de ahorro de la región es baja, lo que la hace dependiente del endeudamiento externo.
Nuevamente, aquello pudo ser cierto hace décadas, pero hoy la tasa de ahorro ha aumentado, como ha declinado la dependencia del endeudamiento externo. Por ejemplo, en los seis años posteriores a 2002 la tasa de ahorro aumentó de 18,7% a 22,7% del PIB regional. En años recientes la magnitud y la composición de la deuda externa han cambiado también. Los préstamos de bancos comerciales extranjeros disminuyeron de US$ 101.000 millones en 1990 a US$ 35.991 millones en 2009. La deuda externa total bajó en relación al PIB y a las exportaciones, y la mayor fuente hoy es distinta y menos amenazante. Empresas privadas con sede en la región han emitido bonos y han sido capaces de vendérselos a inversionistas extranjeros de portfolio sin garantía de los gobiernos. El monto de este tipo de bonos saltó de US$ 171 millones en 1990 a US$ 101.621 millones en 2010. Las economías latinoamericanas hoy son más estables y se encuentran mejor blindadas frente a las turbulencias internacionales que provocaban anteriormente sacudidas desproporcionadas. Una razón es que muchas naciones latinoamericanas han reformado sus sistemas financieros.
De modo que si usted escucha a alguien repetir el mantra, tómese la molestia de rebatirlo, o déjelo seguir en el camino de la ignorancia.