Los socialistas vuelven al poder en Francia. Les espera una derecha dividida, el apoyo crítico de la izquierda dura, y una realidad financiera que podría obligarlos a repensar su programa.
François Hollande tiene motivos para estar optimista. Y también preocupado. Es el primer candidato socialista en ganar las elecciones presidenciales francesas desde 1995. Pero el 18% consechado por la extrema derecha en la primera vuelta es una señal de alerta de lo que viene.
“Francia será rosada”, dice Christophe Barbier, editor general del semanario L’Express, quien pronostica que la izquierda prolongará el triunfo en las elecciones legislativas que se realizarán 40 días después de las presidenciales, tal y como ocurrió en 1981, con François Mitterrand, debido a lo cual “la política económica, fiscal y social de Francia cambiará”.
En qué medida, dependerá del resultado concreto de ambos comicios. Un triunfo con más del 55% dará un margen significativo de maniobra al líder socialista, y a la vez sumirá a la centroderecha francesa en una crisis profunda, como la que no vivía desde 1981. La izquierda, por su parte, enfrenta un panorama distinto al de sus anteriores triunfos. De partida ni comunistas ni verdes tienen el mismo peso electoral que en 1997, cuando llegaron al gobierno de cohabitación con Lionel Jospin. “La izquierda dura francesa estará en una lógica de apoyo a la izquierda de gobierno, un apoyo crítico, sin participar del gobierno”, dice Barbier, refiriéndose al núcleo tradicional, federado detrás de Jean-Luc Mélenchon.
Hollande ha prometido un gobierno que no se doblegará ante los mercados financieros, algo que está por verse cuando tenga que hacerse cargo de la debilitada posición fiscal de Francia, que finalizará el año con un déficit equivalente al 4,6% del PIB. Respecto de Europa, Hollande se ha mostrado también muy severo respecto de la conducción alemana de la crisis, aunque Barbier cree que también en este punto los discursos de campaña son una cosa y la realpolitik otra. A menos que su posición a favor del crecimiento y la protección social se consolide con un eventual triunfo de los socialdemócratas alemanes o, algo más improbable pero no imposible, de los verdes en 2013. Pero en el Viejo Continente de la crisis, un año puede ser casi un siglo.