En México se investiga poco y se registran pocas patentes científicas. Un laboratorio especializado en antivenenos va contra la corriente y ya exporta sus productos.
Todos los años un cuarto de millón de mexicanos son víctimas de la picadura de un alacrán. Dolor intenso, seguido de torpor, hinchazón en la lengua o la garganta son algunos de los síntomas. Un puñado de variedades del insecto de la cola puntuda incluso secretan toxinas letales para el ser humano, lo que provoca anualmente cientos de muertes en México.
Corría el año 1994 y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) impartió unos seminarios de educación continua a médicos y paramédicos. El tema era precisamente el tratamiento de picaduras de animales ponzoñosos y mordeduras de serpiente, y uno de los docentes era el doctor Alejandro Alagón, del departamento de biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus palabras y conceptos calaron hondo en Juan López de Silanes, director del Bioclón, el instituto de investigación de Laboratorio Silanes. Al finalizar el año López se acercó al doctor Alagón para establecer un convenio de cooperación con la UNAM. El resultado para la empresa fue una mejora sustantiva del Alacramyn, un antiveneno para la picadura de alacrán.
Han pasado más de casi 17 años y, desde entonces, López de Silanes ha logrado más de un hito como desarrollador de remedios especializados. El año pasado, tras 11 años de tramitación, logró que la Food and Drug Administration (FDA) de EE.UU. aprobara el Anascorp, un Alacramyn mejorado y potenciado para enfrentar los síntomas de la picadura del alacrán, que afecta principalmente a los estados fronterizos de EE.UU. y México. Silanes presentó más de 110.000 casos de personas tratadas exitosamente con Anascorp. Con el procedimiento se convirtió en la primera empresa latinoamericana en obtener una aprobación de la FDA para un medicamento 100% desarrollado y producido en la región. Antonio López de Silanes, hermano de Juan y presidente de Grupo Silanes, afirma que ya están por obtener la aprobación de otros dos antivenenos en EE.UU. y el primer reconocimiento para un fármaco mexicano por parte de la European Medecine Agency.
Hace cuatro años abrieron una oficina en España, que es más que una simple distribuidora. “Hay procedimientos que todavía no se pueden hacer en México”, explica Antonio. “Si bien la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ha avanzado, todavía le falta reconocimiento de sus pares en el resto del mundo de los procedimientos en nuestro país. Por eso nos llevamos una parte del área de investigación a España. De inicio lo que desarrollemos y nos acepten allá será reconocido de inmediato en toda la Unión Europea”.
Contracorriente. En México el gasto para investigación científica y desarrollo de tecnología equivale a una cuarta parte de los recursos públicos destinados para el pago de intereses de la deuda del país. Esto es apenas el 0,4% del PIB, lo cual lo ubica en el último puesto de los países miembros de la Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico (OCDE). En promedio, el gasto destinado a I+D por parte de los países de esta organización internacional es equivalente a 2,3% del producto interno bruto. El país más avanzado en este sentido es Suecia, que destina 3,8 % de su PIB, seguido por Finlandia 3,5%, Japón 3,4% y Corea del Sur 3,1%.
De acuerdo con uno de los investigadores más importantes de México, el doctor René Druker, México sólo genera 500 patentes al año, pero de las mismas sólo 140 son aprobadas y un reducido número de ellas se convierten en productos finales. En contraste, Japón produce 38.500 patentes al año.
Las consecuencias de esa falta de visión en el país son muchas. La más reciente y visible fue durante la crisis de la influenza de 2009 que paralizó a ciudad de México durante una semana debido al riesgo de una crisis epidemiológica. La falta de unidades de diagnóstico y la escasa producción de vacunas propias generaron pérdidas millonarias y mantuvieron en zozobra a la población. Silanes, una empresa familiar creada en 1943 por el inmigrante español Juan López de Silanes (padre de José y de Antonio) es en este sentido una excepción. Invierte el 10% de sus ventas en innovación y desarrollo, y a la fecha posee 70 patentes propias. Aparte de Anascorp, desarrollado en conjunto con la Universidad Nacional Autónoma de México, la empresa también produce y comercializa Glimetal, un tratamiento para la diabetes que se ha convertido en su producto estrella.
Para el desarrollo de estos productos ultra especializados crearon el Instituto Bioclon, el que en 2005 obtuvo el premio nacional de ciencia por la fabricación de antivenenos eficaces contra la picadura de animales ponzoñosos. A decir del doctor Gerardo Jiménez, presidente de biotecnología de la OCDE, la aprobación de parte de la FDA es importante no sólo por la obtención del registro, sino porque refleja que, a pesar de ser México un país con baja inversión en ciencia, las empresas buscan medidas creativas para desarrollar productos propios.
“La aceptación del Anascorp muestra varias cosas: primero, la necesidad de la vinculación entre la industria y la academia. En segundo término, la calidad de la investigación y además la calidad de los procesos, que es lo que permite la aprobación”, dice el científico. “También es una llamada de atención para las instituciones mexicanas donde se demuestra que existen talento y capacidad creativa, pero faltan políticas públicas y estímulos para replicar el logro de Silanes”.
Si bien no existen cifras al respecto de la vinculación entre el sector productivo y la academia en México, existe la noción de que es relativamente escasa y que está aumentando. La alianza entre Silanes y la UNAM es un ejemplo: gracias a él Silanes ha podido mejorar su línea de antivenenos con productos más estables y eficaces. “Típicamente la industria intenta aumentar sus ventas y mejorar su tecnología, pero muchas veces prefieren comprar paquetes tecnológicos de fuera que desarrollarlos en conjunto con científicos mexicanos”, dice el doctor Alagón. “Como efectos negativos, no siempre se obtiene la tecnología más avanzada ni acorde con lo que existe en el país, pero sobre todo se pierde la posibilidad de generar un círculo virtuoso donde se potencian las capacidades de la industria y de la academia”.
Alagón reconoce que los científicos mexicanos están formados para generar conocimiento y ciencia, pero no para transformarlos en tecnología. Y es precisamente lo que ha implicado para la UNAM el trabajo con Silanes.
“Nuestro próximo reto es desarrollar un antiveneno contra la picadura del escorpión en el Norte de África y el Medio Oriente, donde cada año son víctimas del veneno 150.000 personas, siendo lo más afectados los niños”, explica.
Lo anterior deja claro que la empresa ha iniciado un proceso de expansión global. A decir del propio Antonio Silanes, en 2009 llevaron el Glimetal a toda América Latina de la mano de la brasileña Aché Laboratorios Farmacéuticos y la francesa Sanofi-Aventis, así como algunas otras empresas de la región. Silanes quiere convertirse en la desarrolladora y fabricante de antidiabéticos orales más importante de la región.