Las nuevas empresas que fabrican baterías de litio para vehículos eléctricos no saben si se venderán.
Sea porque el hombre es un animal que sólo hace cosas para copiar a su vecino, sea porque a los industriales de los automóviles en Estados Unidos les gusta tener la vaca atada (hace medio siglo que no ofrecen ninguna innovación esencial), el asunto es que los combustibles pueden subir todo lo que quieran, pero los planes para fabricar vehículos eléctricos masivamente no prosperan.
En este escenario los nuevos fabricantes de baterías de litio, que el gobierno de EE.UU impulsó con subsidios por US$2.400 millones en 2009, no encuentran a quién venderle sus productos. Hace escasas semanas uno de ellos, Dow Kokam, anunció un acuerdo para proveer de baterías a un auto de la francesa Lumeneo.
El beneficiado es del modelo compacto NEOMA EV de esa empresa.
Jean-Francois Herchin, vicepresidente de Dow Kokam (una subsidiaria de Dow Chemical), no se queja de haber encontrado un cliente, y explica que la batería “provee la combinación correcta de densidad energética y tamaño para satisfacer las necesidades personalizadas de la aerodinámica y pulcritud del NEOMA”.
Su compañía recibió US$161 millones de ayuda y tiene suerte de estar vendiendo. Ayuda que otro de sus dueños sea el gigante industrial galo Marcel Dassault. Sin padrinos tan fuertes, otros fabricantes no saben si lo harán. En particular porque que el mercado más grande para las baterías todavía es el de los vehículos híbridos como el Prius, los que usan baterías de hidruros metálicos de níquel y no de ion litio, más compactas.
La situación es compleja.
Los proveedores de baterías de litio de Asia tienen mayor producción y, por tanto, mejores economías de escala. Las nuevas empresas, entonces, ofrecen una capacidad instalada que los fabricantes de vehículos no están demandando. Visto así, a menos que alguna de ellas ofrezca un avance tecnológico que la coloque muy adelante en rendimiento o precio, el escenario es pesimista, justamente cuando el mundo más necesita moderar sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) para no sobrepasar el límite de concentración de 400 PPM en la atmósfera en los próximos cuatro años.