El gas que se quema en los yacimientos petroleros es un derroche que las compañías y el mundo no deberían permitirse.
Tome US$ 50.000 millones en billetes y láncelos al aire. Como reza un chiste muy viejo, Dios no se quedará con ninguno de ellos. Pero si esos mismos miles de millones son gas, el ser supremo no le va a devolver ni un centavo. La última cifra disponible muestra que el año pasado se perdió la cantidad de dinero citada por medio de los 142.000 millones de m3 de combustible que se ventearon en la atmósfera. Se trata del gas proveniente de los yacimientos petrolíferos de los 20 mayores productores petroleros. El Banco Mundial advirtió, en noviembre pasado, el absurdo que representa tal situación. “Una de cada cinco personas en el planeta no tiene electricidad”, según Rachel Kyte, vicepresidente para el Desarrollo Sustentable del Banco Mundial. Visto así, “no podemos seguir permitiéndonos desperdiciar como basura ese gas”.
La noticia buena es que naciones como México, Qatar, Kuwait y Azerbaiyán han demostrado ser líderes en cambiar estas malas prácticas. De hecho, el primero de ellos disminuyó, en sólo dos años, el venteo-quemado en un 66%. EE.UU. haría bien en imitar a su vecino del sur. No lo hace: casi triplicó el venteo en los últimos cinco años, en gran parte como efecto del boom de shale oil que vive. Sucede también que la quema de gas “inútil” no sólo es un mal negocio: es una fuente que empuja el calentamiento global. ¿Cuánto? Lo mismo que toda la economía de Italia.