México saca cuentas mixtas de las alzas de precios del petróleo. Más ingresos por crudo, más egresos por productos.
¿Miedo a la radiación? A menos que sucediera un desastre mayor al de los siniestrados reactores de Fukushima, los efectos del terremoto japonés podrían llegar a todo el planeta por medio de un vector igual de explosivo, pero, en promedio, más inocente: el combustible de su auto.
“Japón abastece su demanda de energía en un 35 por ciento proveniente de fuentes nucleares”, dice Alberto Montoya Martín del Campo, académico de la Universidad Iberoamericana, en México. “Una disminución significativa de la oferta de electricidad sustentada en la energía atómica puede ser un factor que incida en la demanda de hidrocarburos”.
Aun suponiendo que, excepto el complejo de seis centrales afectadas por el terremoto-tsunami del 11 de marzo, todo el parque de generación nucleoeléctrico nipón continuase en marcha, las labores de reconstrucción supondrán un aumento extraordinario de la demanda total de energía en el segundo semestre y el año próximo. Ello, en un ambiente de volatilidad en los precios del crudo, producto también de la situación en Libia y la inestabilidad en el mundo árabe.
En México, arguye el investigador, el impacto amenaza tener una cara doble. “Al aumentar el precio internacional del crudo se tendrían ingresos adicionales”, dice el experto.
Sin embargo, saldrá nuevamente a luz un talón de Aquiles de la industria petrolera mexicana,: “Nuestro país no ha invertido en la refinación petroquímica durante más de dos décadas, por lo que el alza del crudo se reflejará en los precios de las importaciones de combustibles.
En la actualidad las importaciones representan 42 por ciento de las gasolinas que se consumen en territorio mexicano, y en petroquímica, más de US$ 22 millones anuales”.