Las coimas no sólo tienen lugar en grandes contratos entre Estados y grupos económicos. En la microeconomía también la tensión entre sacar ventaja y la ética juegan su partido.
En un mundo que oscila entre estabilizar levemente su crecimiento hacia arriba o recaer en la crisis, India destaca como uno de los pocos países que mantiene el vigor y expande su potencial. Y ello es cierto, pero sabemos que la macroeconomía y la economía del “ciclo de negocios” no siempre refleja, ni impone, virtudes a la microeconomía. Y en este caso no puede ser más verdadero: el 54% de sus ciudadanos dice haber tenido que pagar sobornos de algún tipo en el último año. Entre los datos recopilados por Transparency International, es el cuarto país más corrupto a nivel micro. Muy lejos del 1% que asevera haber pagado alguna coima en Finlandia, Dinamarca y Australia. Frente al subcontinente asiático, Bolivia y México, los más microcorruptos de América Latina (ver cuadro), no están tan mal, pero se trata todavía de cifras más de diez veces mayores que las de Uruguay (3%), que muestran que el abuso no es esencial al temperamento latino. Tampoco puede argüirse que las crisis económicas habiliten los sobornos: España, tras pasar ocho años de casi infierno, está en un 2%, bastante más abajo que Suiza y EE.UU., con un 7%. Dentro de lo malo, los otros dos mejores rankeados de la región, Chile y Argentina (10 y 13%, respectivamente), muestran la pugna cultural en dos economías medianamente ricas, en que los “arreglines” son públicamente excecrados, pero en el día a día la tentación hace caer a no pocos.
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