Emilio Azcárraga está feliz: la influencia política del gigante mexicano sigue intacta y sus negocios también.
Y sucedió otra vez, como otras veces ha ocurrido en el no siempre transparente ambiente de negocios y política en México.
A mediados de mayo, el regulador de comunicaciones mexicano le comunicó a Iusatel que no podría seguir en la licitación por el uso de los 21.000 kilómetros de la red de fibra óptica instalada por la Comisión Federal de Electricidad. Para muchos analistas, las razones fueron minucias legales (la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, SCT, argumentó que Isusatel había llenado mal un formulario). Para Emilio Azcárraga Jean fue una excelente noticia por partida doble.
Por un lado, volvía a asestar un duro golpe a su único competidor en el mercado televisivo en ese país, ya que Iusatel pertenece al Grupo Salinas, dueño de TV Azteca. Por otro, con la licitación prácticamente ganada, ya que Televisa es ahora el único oferente, la empresa de Azcárraga prácticamente igualará los 30.000 kilómetros de fibra óptica que tiene Telmex, el gigante telefónico que pertenece a Carlos Slim.
El nuevo golpe de suerte de Televisa deja a la compañía en buen pie en su carrera por el negocio del cuádruple play (telefonía fija, móvil, TV por cable e internet banda ancha) y, de paso, la pone a competir directamente con rivales como Telmex. La red de fibra óptica que tendrá Televisa es más nueva que la de Slim y, por lo tanto, tiene una mayor capacidad.
Históricamente, el Grupo Televisa y sus dueños, los tres Emilio Azcárraga, han sabido construir y mantener su imperio medial al apostar a dos ámbitos. El primero es tener el control o, al menos, una fuerte presencia en los canales de distribución, de manera de asegurar el negocio de la producción de los contenidos. El segundo es mantener una cercanía con el poder político, tanto para blindar el negocio de injerencias regulatorias, como para ellos mismos ejercer influencia política a través de sus medios.
Hasta ahora, la estrategia ha funcionado bien. Pese a los malos augurios que hubo hace una década, en especial cuando el PRI perdió el poder, Televisa está más sana que nunca. Las ganancias superaron los US$ 1.000 millones en 2009, el precio de las acciones de Televisa ha aumentado más de 350% en la última década y Emilio Azcárraga Jean es uno de los hombres más ricos de la industria de la comunicación, con una fortuna superior a los US$ 1.000 millones en 2009.
La agresiva expansión de Televisa en las redes de distribución busca en parte blindar su negocio central de la entrada de otros operadores que, debido a la explosión de la banda ancha móvil y fija, ahora cuentan con menores barreras de entrada para gestionar contenidos. Además, en México hace años ronda la posibilidad de que se impongan leyes antimonopolios, lo que podría perjudicar a la empresa.
“El verdadero negocio de Televisa es la producción de contenidos, pero siempre se ha preocupado por tener el control de la red de distribución de los mismos”, dice José Garcés, subdirector de Select, firma de creación de estrategias de contenido en la industria de las tecnologías de la información.
Para lograrlo, en 1997 Televisa compró por US$ 325 millones un 70% de Bestel, filial en ese entonces de Bestel USA , que poseía una red propia de fibra óptica con 8.000 km de cableado, la segunda más grande del país.
El siguiente gran paso se dio en febrero de este año, cuando Televisa anunció que adquiriría un 30% de Nextel México por US$ 1.440 millones, con una opción de compra por 7,5% adicional en tres años. El futuro de esta sociedad, según informó en su momento Alfonso de Angoitia, vicepresidente ejecutivo de Televisa, estará sujeto al éxito que obtenga el consorcio Televisa-Nextel en las próximas licitaciones de frecuencias en las bandas de 1.7 y 1.9 Mhz.
Muchos analistas apuestan a que Grupo Televisa saldrá airoso de esa licitación y apuntan a un factor político: el gobierno de Felipe Calderón.
A más tardar desde la promulgación de la llamada “Ley Televisa” en 2006 (la Ley Federal de Radio y Televisión concedió gratuitamente a Televisa y TV Azteca el espectro de frecuencia digital, un bien público), quedó en evidencia que también el Partido de Acción Nacional (PAN) quería mantener buenos lazos con el conglomerado de Azcárraga.
El poder de influencia de Televisa queda en evidencia si se considera que la emisora tuvo en 2009 una audiencia de 70,8% en el horario de 6:00 a 24:00 y de lunes a domingo, de acuerdo a cifras de la propia empresa. Y esto en un país donde, según la firma de estudios de opinión Ibope, una persona pasa en promedio 4 horas y 40 minutos al día frente a la pantalla de TV.
“El gobierno nuevamente ha apostado a Televisa por los pactos que ya tiene establecidos para manejar de manera adecuada la imagen del gobierno de Calderón, desprestigiada en términos colectivos y que representan un obstáculo para la gobernabilidad”, dice el Dr. Javier Steinou, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Está visión la comparte en cierta medida el director de información de Televisa, Javier Tejado Dondé, quien a comienzos de mayo denunció en un editorial publicado en el diario Reforma presiones del PAN y del gobierno para no refrendar las concesiones de operación a los radiodifusores. “Quizá el PAN quiera presionar en las elecciones. O quizá quiera un cambio en la propiedad de los actuales concesionarios, al ser éstos emanados de regímenes priistas”, escribe Tejado Dondé.
El año pasado el periodista Jenaro Villamil publicó un libro titulado “Si yo fuera presidente”, en el que revela una serie de contratos entre Televisa y el gobernador del estado de México Enrique Peña Nieto, a quien muchos consideran el próximo presidente de México. Televisa se enfrascó en una pelea mediática con Villamil a quien acusó de mentir.
“El caso de Peña Nieto es la evidencia de que Televisa le apostó de nuevo al PRI, con lo que están sus lealtades. Lo que me sorprende es que el PAN y Calderón sigan creyendo que los harán ganar a ellos en 2012”, dice Steinou.
Lo que llama la atención de analistas aquí en México es que a las empresas del Grupo Carso, que pertenecen a Carlos Slim, se les han negado de manera sistemática los permisos para el triple play e incluso se les bloqueó la posible alianza con la televisora MVS para crear una tercera cadena nacional de televisión.
A Televisa, en cambio, se le ha hecho un traje a la medida, aseguran Esteinou y representantes del Grupo Salinas. AméricaEconomía solicitó entrevistas a Televisa, pero no obtuvo respuesta.