En el balneario mexicano de Cancún se reunirían representantes de 194 Estados, organismos multilaterales y ONG para consensuar políticas que ayuden a mitigar el aumento percibido de la temperatura promedio en el planeta. Lo novedoso de esta conferencia con respecto a otras, desde el punto de vista latinoamericano, es el timing: Varios países atraviesan por un buen momento económico, la clase media crece y los patrones de consumo en las ciudades demandan más energía y alimentos. Mientras el resto del mundo desarrollado está enfocado en la crisis financiera, la región toma conciencia de lo que valen sus recursos naturales a escala mundial, y varios han asumido importantes compromisos de reducción de sus emisiones de CO2.
La región tendrá un protagonismo marcado. La costarricense Christiana Figueres es jefa de la convención del clima de la ONU (UNFCC, por sus siglas en inglés), una negociadora fogueada para cuando se crispan los ánimos y algunos representantes amenazan con retirarse de la Conferencia. Sobre el mexicano Luis Alfonso Alba se centran las expectativas más altas no sólo en materia de acuerdos, sino de una organización más activa que la de Dinamarca hace más de un año. El boliviano Pedro Solón, sindicado como la potencia intelectual detrás del grupo del Alba, se destacó por sus posturas críticas en relación al sistema de compra de créditos de emisión, mientras que la delegación colombiana es respetada por su activo papel en las negociaciones para reducir las emisiones debido a la deforestación. Sin incluir a Brasil, que por su rol en la Amazonía tiene un rol central en el debate. Sin duda un escenario propicio para proyectar mundialmente a la región y sus líderes.