La acción del cresol, que cruza la barrera hematoencefálica, produjo depresión en modelo experimental. Podría estar relacionada con la esclerosis múltiple y otras enfermedades.
Rodrigo Lara Serrano. La composición de las comunidades de bacterias en el sistema digestivo puede afectar la operación cerebral. Se trata de una afirmación tan sorprendente como audaz, pero que va en línea con un creciente cambio de paradigma sobre la interacción entre las bacterias y los seres humanos, del cual la ya clásica implicancia de la helicobacter pylori en las úlceras estomacales y el asma en niños es sólo un ejemplo.
En concreto, se descubrió que combinaciones específicas de bacterias intestinales producen sustancias que afectan al contenido de mielina en las neuronas del cerebro y causan comportamientos de evitación social en ratones. Así lo afirma un estudio llevado a cabo en la Escuela de Medicina de Icahn en el Hospital Monte Sinaí, en Nueva York, y publicado en la revista médica eLife. La investigación sugiere que apuntar a las bacterias intestinales, o a sus metabolitos, podría ser una forma de tratar trastornos psiquiátricos debilitantes y enfermedades desmielinizantes, como es el caso de la esclerosis múltiple (EM).
Esta última es una enfermedad autoinmune caracterizada por dañar la mielina, la vaina aislante que recubre los axones de las células nerviosas, la cual permite la conducción más rápida de los impulsos eléctricos. La mielinización es fundamental para la función diaria del cerebro. Una mielina dañada deviene en una transmisión sináptica alterada y síntomas clínicos. Investigaciones anteriores del Centro de Excelencia para la Reparación de la Mielina en el Instituto de Cerebro Friedman (en la Escuela Icahn de Medicina) reportaron un adelgazamiento de la mielina y una disminución de las fibras mielinizadas en modelos preclínicos de depresión, proporcionando de este modo una visión biológica del posible origen de la alta tasa de depresión en los pacientes con EM.
En este estudio -dirigido por Patrizia Casaccia, profesora de Neurociencia, Genética y Genómica, y Neurología, y directora del Centro de Excelencia para la Reparación de la Mielina, y la post-doctorada Mar Gacias- identificó metabolitos en el intestino derivados de bacterias que pueden afectar el contenido de la mielina en el cerebro de ratones e inducir síntomas similares a la depresión.
Para comprobarlo, los investigadores transfirieron bacterias fecales provenientes del intestino de ratones deprimidos a ratones genéticamente distintos, que muestraban un comportamiento no deprimidos. En un resultado shockeante, el estudio mostró que la transferencia de la microbiota era suficiente para inducir comportamientos sociales de abstinencia y cambiar la expresión de los genes de la mielina y el contenido de mielina en los cerebros de los ratones receptores.
"Nuestros hallazgos ayudarán en la comprensión de la microbiota en la modulación de la esclerosis múltiple", dice la doctora Casaccia. "El estudio proporciona una prueba de principio de que los metabolitos del intestino tienen la capacidad de afectar el contenido de mielina (en el mismo individuo), independientemente de la composición genética de los ratones. Tenemos (por ello) la esperanza de estos metabolitos pueden ser objeto de posibles terapias futuras".
En un esfuerzo para definir el mecanismo de la comunicación sistema digestivo-cerebro, los investigadores identificaron comunidades bacterianas asociadas con mayores niveles de cresol, una sustancia que tiene la capacidad de pasar la barrera hematoencefálica. Cuando los precursores de las células formadoras de mielina se cultivaron en un placas de Petri (petri dish) y fueron expuestas al cresol, perdieron su capacidad para formar mielina, lo que sugiere que un metabolito derivado del intestino puede impactar en la formación de la mielina en el cerebro.
Se necesitan más estudios para trasladar estos hallazgos a los seres humanos y para identificar también que poblaciones de bacterias tienen el potencial para aumentar la producción de mielina. Sin embargo, este descubrimiento afianza el nuevo enfoque que muestra que el microbioma, las bacterias que viven en el cuerpo humano, y en especial las del sistema digestivo, poseen un papel mucho más importante de lo que alguna vez se sospechó en la salud.