Daniel Barros, uno de los seguidores del trabajo de Patch Adams, explica el trabajo más allá de utilizar una nariz roja.
En los 70s, cuando Patch Adams comenzó con la idea del payaso de hospital, la idea parecía descabellada. Hoy, su presencia en centros de salud es aplaudida y el “poder de la risa” está completamente asumido como un hecho que hace más fácil la hospitalización, sobre todo de los pacientes pediátricos.
A pesar de la popularidad de esto en algunos países, en lugares como Chile, su presencia sigue siendo muy baja. Pero los hay. Daniel Barros es uno de ellos y ya suma 17 años utilizando personajes y una nariz roja para alegrar esos ambientes.
Y el gatillante de este camino para Barros fue el mismísimo Patch Adams, pero no en persona, sino encarnado por Robin Williams en su película de 1998: “Esa película, me abrió la mente de que esto se necesitaba en Chile”. Entonces comenzó a adaptarlo a la realidad del país y lo utilizó además para trabajos de capacitaciones en empresas: “Introduje la risoterapia como un medio para un fin, lúdico, potente, poderoso”.
Cuando va a visitar un hospital, Barros suele ser contactado por un voluntariado, una fundación, ONG o la institcuión que lo necesita, para preparar la actividad.
-¿Cómo reaccionan los niños frente a la interacción?
-Muy bien, lo agradecen enormemente. La acción debe ser siempre cuidadosa y no invasiva ya que debe sumar y no restar. Sus rostros de sorpresa y su entusiasmo no tienen precio, el hecho de sacarlos de su dolor y rutina ya les sube el ánimo y permite que carguen de buenas vibras.
-¿Cómo reacciona el cuerpo médico frente a su presencia?
-En general siempre son parte de este proceso, ya que el clown debe ser capacitado por ellos antes de comenzar con las visitas. El equipo médico se suma a esta iniciativa para potenciar el proceso de recuperación.
Barros recuerda particularmente a una niña en un hospital que estaba particularmente aburrida: “Estaba acostada sin ánimo y cuando entré de forma sorpresiva, ella se levantó, se me acercó e hicimos juegos de mímica, por 20 minutos, le regalé una nariz y ella se subió a la cama y se la probó frente al espejo con mucho entusiasmo, eso fue impagable”. Explica que, esto debe hacerse con cuidado: “Entré primero, hay que preguntarle al paciente siempre si quiere esto en la habitación, no puedes ser invasivo. Eso sirve para testear a los pacientes, no todos quieren que entre un clown”.
(en Argentina se aprobó una ley de que debe haber un clown por hospital), me parece excelente iniciativas como esas, aquí estamos a años luz de ese objetivo, pero estoy convencido de que se puede concretar a largo plazo.
-¿Para hacer este trabajo, tomó algún curso o se preparó de alguna manera especial?
Fui autodicta en este proceso de la Risoterapia como disciplina de capacitación. Comencé hace 17 años, con los años tome cursos de psicología positiva, coaching y otras técnicas... es un gran emprendimiento, que me ha permitido viajar por Chile capacitando de una forma lúdica, potente, transgresora y novedosa.
-¿Por qué transgresora?
-Hay que considerar que Chile es un país gris y tradicional. Lo lúdico no tiene mucho espacio. Ya usar la nariz de clown, que es como una mascara frente a la sociedad, corre los paradigmas, o los elimina, como quieras verlo. Es novedoso. Como somos grises y tradicionales, esto marca la pauta, porque estamos atrasados.
Una comparación. En agosto de 2015, los clown llegaron por ley a Argentina. Desde entonces, en Buenos Aires cada servicio de terapia pediátrica debetener un servicio de especialistas en el arte de clown o payasos hospitalarios. Una iniciativa que esta aún lejos de la realidad de Chile.
A pesar de la esa falta de institucionalización, diferentes agrupaciones promueven el ejercicio de este trabajo en el país, como la ONG Payamedicos o la creación del primer curso profesional de payasos de hospital del país, creado en 2013, por la Clínica Las Condes.