En un país en guerra, el arte es aquello que trasciende. Así fue el caso de esta joven, para quien ni la guerra ni los estereotipos de género han sido un impedimento para lograr formar su trayectoria.
Sama Abdulhadi nació en Jordania en una familia de refugiados palestinos. A sus cuatro años, debieron regresar a Ramala, en la ciudad palestina de Cisjordania. Desde entonces, la violencia formó parte de su realidad, como la de cualquier niño palestino. “Siempre estábamos rodeados de guerra. Para nosotros como niños se convirtió en una parte de nuestro día a día, en varias ocasiones los tiroteos interrumpieron nuestros partidos de fútbol, teníamos que salir en cuatro patas. A veces no podíamos ir al colegio a causa de ataques al establecimiento”, recuerda.
Una situación que veinte años después no ha cambiado. El último informe de la ONG israelita B’tselem reveló que, hasta finales de febrero de este año, 356 menores palestinos estaban detenidos en cárceles israelíes. Recientemente, la situación ha salido a la luz con el caso de Ahed Tamimi.
La detención de menores es algo que pasa desde hace mucho tiempo en Palestina”, afirma Sama. “Me alegra que finalmente estén mostrando el problema, porque es algo normal en la ocupación. Encarcelan a niños constante y libremente. Siento lástima por Ahed, su caso se complica porque es foco de atención. Hacen un ejemplo de su sentencia, su vida se está convirtiendo en símbolo, ¿pero ella quería todo eso? La respaldo ciento por ciento; es valiente y gracias a ella todo el mundo está viendo como Israel trata a los niños palestinos”.
La segunda Intifada
El 28 de septiembre del 2000 empezó la época más violenta de su niñez. El entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, visitó el sitio donde se encuentra la mezquita Al-Aqsa acompañado de policías y soldados, una acción muy provocadora para el pueblo palestino. Así empezó la segunda Intifada, un conflicto que duró casi cinco años y que acabó con la vida de más de 3.000 palestinos y 1.000 israelíes.
Sama afirma que la situación era demasiado complicada para una niña de 10 años: “Era como si estuviéramos en una película, las personas se mataban por nada, no tenía sentido. No entendía lo que pasaba y mis papás no podían explicarme”.
La situación se hizo “más concreta” en su vida cuando las autoridades israelíes atacaron su casa. “Los soldados bombardearon a nuestros vecinos, tomaron nuestra casa, nos echaron de ella y amarraron los perros a la mesa. Aparentemente buscaban terroristas. Destruyeron todo”, relata.
El fútbol y el hip-hop
Desde su infancia, Sama les restó importancia a los estereotipos de género. A pesar de que en las escuelas palestinas le enseñaban que el fútbol no es una “actividad de chicas”, este deporte siempre ha sido una pasión para ella. “Jugaba al baloncesto y al fútbol desde la edad de 3 años; de hecho, jugué para la Selección de Palestina hasta los 17”.
Y aunque su pasión eran los deportes y el baile, la música comenzó a ser parte de su vida. “La música era más una distracción divertida, distinta de lo que realmente me gustaba. ¡Cómo han cambiado las cosas!”.
Originalmente su interés musical se encontró en el hip-hop, escuchando los artistas más conocidos del mundo del rap estadounidense de los años 90, como Eminem y Ludacris. El hip-hop la llevó a descubrir “una escena emergente local de cultura underground con artistas como Dam y Ramallah Underground”.
Y entonces decidió que quería empezar a mezclar como discjockey (DJ). “Le rogué a mi padre que me comprara un equipo básico para aprender”, dice, y así Sama empezó a hacer mezclas de hip-hop en fiestas en Ramala.
Haber nacido en Jordania le dio ciertos privilegios, como poder visitar otros países. Algo que es muy difícil para la mayoría de palestinos. Llegó primero a Beirut, en donde se encontró con el techno por primera vez. “En Líbano, donde estudiaba, me enamoré de la música y empecé a tocar a la edad de 19 años”.
Luego regresó a Ramala, pero no lo hizo sola. Llegó con la música techno y se convirtió en la primera DJ palestina. “Al principio, me trataban como si hiciera una tontería, no había una escena techno en Palestina y la que había era dominada por hombres. Yo era la única chica que estudiaba ingeniería de sonido. Después empecé a tocar techno en una escena igualmente dominada por hombres. Tengo mucha suerte, porque tengo una familia progresista que acepta mis decisiones”.
Una carrera fuera de Palestina
Hoy Sama vive en París, dedicada a su carrera como DJ. También ha vivido en Jordania, Líbano, Egipto y Londres. Vivir en el extranjero le mostró que hay muchas ideas equivocadas sobre su país y el papel de los medios no ayuda a aclarar la confusión. “Hay gente que cree que Ramala se encuentra en Líbano, que se sorprende cuando ven que tengo un celular y un portátil. También he tenido debates con israelíes, con soldados estadounidenses. Entiendo que los medios crean una distorsión impresionante sobre cada población”.
Acaba de producir un nuevo disco que, según dice, representa sus experiencias durante los últimos dos años. “Con suerte, el álbum saldrá en junio o julio. El disco se centra en varias colaboraciones que he hecho con distintos artistas de todas partes del mundo y combina varios géneros musicales”.
Algo que consiguió gracias a su vida fuera de Palestina. Los músicos de su país, por cuenta de la situación política, enfrentan muchas dificultades: “No pueden trasladarse ni dentro ni fuera de Palestina”, afirma Sama. “Siendo realista, hay sólo unas pocas ciudades que se pueden visitar. No se puede ir a la mayoría de los países del mundo. Además, a causa del clima político, con bombas y tiroteos frecuentes, a menudo no hay rumbas para tocar música durante seis meses. Es difícil construir una red fluida de artistas y eventos cuando tienes tantas restricciones”.
El pasado 12 de abril, Sama regresó a Palestina para tocar en el Palestine Music Expo, un festival en Ramala que trata de ayudar a artistas palestinos a abrirse camino dentro de sus circunstancias. A pesar de eso, “hoy el país es más artístico, hay una multitud de pequeñas escenas emergentes, en el arte, la música, el cine, la escultura. Hay una diversificación de voces y un sentido de empoderamiento a través de la creación”.
Sama destaca a artistas locales como Stormtrap “uno de los primeros raperos de la escena underground de Ramala”, además de Bruno Cruz, Muqata’a, y el Ministry of Dubkey. La DJ se reúne con algunos de estos artistas en la grabación de un disco de compilación con su otro proyecto, Electrosteen, una celebración electrónica de la tradición musical palestina.
Tensiones agudizadas en Palestina
El 14 de mayo se celebró en Israel la inauguración de la nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén y el 70 aniversario de la proclamación del Estado de Israel, en un ambiente festivo en la ciudad sagrada. Mientras tanto, en una represión brutal de protestas en la Franja de Gaza, las fuerzas israelíes mataron a 59 palestinos.
Israel defendió sus acciones. Danny Danon, enviado de Israel a la ONU aseguró que “cada víctima que resultó de la violencia reciente es víctima de los crímenes de guerra de Hamás”, mientras que Riad Mansur, representante de Palestina, afirmó que las acciones israelíes en Gaza son un “crimen contra la humanidad”, y que Israel debe poner fin “de inmediato a la agresión militar”.
Sama critica fuertemente el traslado de la embajada: “Trump eliminó los Acuerdos de Oslo, los cuales se discuten desde los años 90, con una sola declaración”, explica. “Fue un golpe de realidad, porque, después de todo, Jerusalén no es una ciudad judía, ni musulmana, ni cristiana. Incluye todas las religiones. Si se la proclama la capital israelí, significa que se la proclama judía. La tumba de Jesús se encuentra en Jerusalén, ¿donde hay el sentido en todo eso?”. Cuando le pregunto si ve esperanza en el medio de tanto sufrimiento, la DJ responde de una forma muy pragmática: “Espero que haya esperanza. No puedo fingir que todo esté bien ni que las cosas estén mejorando. Espero que todo el mundo pueda encontrar el lado positivo y, de algún modo, seguir adelante”.