En el mundo entero, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud, hay unos 47 millones de personas que padecen demencia, y cada año se registran cerca de 10 millones de nuevos casos.
Hace tres años, el neurocientífico Tony Wyss-Coray, en la U. de Stanford, California, retomó una vieja teoría médica de 150 años de antigüedad, según la cual la trasfusión de sangre de animales jóvenes a otros más viejos mejoraba algunos parámetros vitales de estos últimos.
Wyss-Coray actualizó y reprodujo los viejos experimentos en ratones con Alzheimer. De acuerdo con sus primeras pruebas, la trasfusión de plasma (la fracción líquida de la sangre) mejoraba los parámetros cognitivos de los ratones enfermos. Así que el neurocientífico no tardó mucho en asociarse con algunos inversionistas y cofundar la empresa Alkahest, que comenzaría a probar la misma terapia en humanos.
En el mundo entero, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud, hay unos 47 millones de personas que padecen demencia, y cada año se registran cerca de 10 millones de nuevos casos. La enfermedad de Alzheimer, que es la causa de demencia más común, acapara entre un 60 % y un 70 % de los casos.
A muchas personas no les importó mucho la falta de evidencia científica concluyente sobre el asunto. La ansiedad y desespero ante la enfermedad los arrastró a pagar hasta US$8.000 en clínicas privadas por tratamientos de dos días con trasfusiones de plasma de personas jóvenes.
Pero los estudios sobre la efectividad de la terapia no están resultando tan contundentes, ni siquiera los de la misma empresa. Como lo reportó Jocelyn Kaiser, para la revista Science, la primera evaluación clínica rigurosa a esta terapia encontró que produce mínimos o tal vez ningún beneficio.
En la prueba, financiada por Alkahest, se administró el tratamiento a 16 personas y luego se les aplicó una batería de exámenes cognitivos. También se aplicó una encuesta a sus cuidadores. Los pacientes no demostraron ninguna mejoría en las pruebas. Un resultado que pone en entredicho el entusiasmo alrededor de esta alternativa terapéutica. Sólo la encuesta entre los cuidadores arrojó una señal sobre su utilidad y es que ellos aseguraron haber notado una ligera mejoría en sus parientes.
El neurocientífico Zaven Khachaturian, asesor de la Asociación de Alzheimer, comentó a la revista que “se necesita explicar el posible modo de acción” y, aunque quiere mantener una “mente abierta”, cree que el ligero beneficio reportado por los cuidadores podría no ser más que el efecto placebo.