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Sardinas y tempura: una receta que combina Oriente con Occidente
Martes, Abril 15, 2014 - 16:11

Otro ejemplo de las ventajas del vintage. Preparación de sardinas hecha por navegantes portugueses en Japón, ahora se devuelve con toda la gracia nipona.

Uno de los mayores avances en la conservación de los alimentos fue el invento de los enlatados, que no data más allá de los principios del siglo XIX y que, curiosamente, nace a causa de la necesidad del ejército de Napoleón de contar con provisiones fácilmente acarreables. Las primeras conservas fueron de carne guisada.

Desde entonces, el hombre ha enlatado todo lo que ha podido y hoy el mundo de la conserva presenta toda la gama de los productos comestibles: cuadrúpedos, aves, vegetales, mariscos, pescados. No hay dudas de que las sardinas en aceite constituyen una de las conservas más populares y apreciadas.

Cautivan desde que se abre la lata y se contemplan los pescaditos, descabezados y estibados con orden, con su superficie plateada matizada por el oro del aceite de oliva. Hay una receta que une dos mundos, que desde Japón se devuelve a Occidente siglos después de que los europeos la llevaran al Imperio del Sol Naciente.

Misioneros portugueses del siglo XVI fueron los portadores. En Portugal y en España eran frecuentes las frituras de pescado de todo tipo, incluyendo las que envolvían el elemento que iba a freírse en una masa o pasta de freír.

UN EXCELENTE APERITIVO

Era -sobre todo- un plato para días de abstinencia, ya que lo rebozado solía ser pescado o verduras, de modo que se preparaba y se consumía en tiempo de Cuaresma, de donde le vino su nombre japonés, tempura, que es palabra al mismo tiempo esdrújula y aguda.

La diferencia con los buñuelos y otras masas de freír es que la de la tempura ha de ser mucho más fina. No tiene que recordar para nada un kimono, de seda tan tupida, sino, más bien, los velos que imaginamos que llevaba Salomé en su danza ante su tío Herodes: algo insinuante, que deje entrever lo velado.

Lo primero será preparar la pasta de freír, que se llama koromo. Hoy se vende ya harina especial para tempura, que hace innecesarias una serie de operaciones previas. Mezclar esa harina con agua muy fría hasta conseguir una textura un poco más fluida que la de unas natillas. Esta pasta vale para “vestir” las sardinillas.

Abierta la lata, hay que escurrir bien los pescaditos y enharinarlos ligeramente; sacudirlos para eliminar la harina sobrante y rebozarlos en el koromo; freírlos en aceite de oliva bien caliente, escurrirlos sobre papel absorbente... y a disfrutar de la fusión peninsular-nipona. Se puede acompañar esta deliciosa fritura con una cerveza rubia, que no tiene por qué ser japonesa, pero sí servirse bien fría y con la espuma justa.

Un aperitivo excelente, que no es recomendado tomar usando cubiertos metálicos; si lo desean, pueden usar los clásicos palillos orientales. No hay que tener miedo, una cosa que hacen a diario muchos cientos de millones de personas no puede ser difícil y no lo es: solo requiere práctica. Y, si no se atreven, sin el menor complejo, usen la mano.

Autores

EFE